SOCIEDAD CIVIL
El reino de lo prohibido
Rafael Ferro Salas, Abdala Press
PINAR DEL RIO, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - Desde la esquina vi el
alboroto en el barrio. Un vecino me puso al tanto de lo que sucedía:
"Están registrando la casa de un muchacho que es disidente".
Me acerqué y vi que era la casa de Abigail Ortega Beltrán. Dos carros
patrulleros estaban parqueados al frente de la vivienda. Algunos vecinos
curioseaban. Llegué al grupo de gentes.
"Le quitaron los libros y unos radios", dijo una vieja que cargaba a un
muchachito. Vi cuando los dos policías salían de la casa. Detrás de
ellos salió Abigail. Enseguida me vio. Me hizo una seña y siguió hasta
uno de los carros de la policía.
Después salieron los dos oficiales de la Seguridad del Estado. Los
mismos de siempre: Mario y Beune.
Vieron que yo estaba allí y me miraron con odio, pude darme cuenta. Los
policías subieron a los carros y se fueron. Los dos de la Seguridad se
fueron en una moto. Entonces Abigail llegó a donde yo estaba para hablar
conmigo. Los vecinos empezaron a irse también. Ninguno habló con Abigail.
Al rato estábamos dentro de la casa. Todo había sido movido de su lugar.
Abigail es director de una biblioteca independiente, ya no queda nada de
esa biblioteca. En Cuba está prohibido tener una biblioteca particular,
todo está en atreverse uno a decir que es independiente, pues esa
palabra está prohibida también. Hay un sin fin de cosas prohibidas en
este país, se llega al absurdo en un ambiente de tantas prohibiciones.
"Me citaron para mañana por la tarde a la oficina de la Seguridad. Me
dijeron que es para levantarme un acta de advertencia", me dice Abigail
mientras recoge unos papeles que hay tirados en el piso como prueba de
lo que ocurrió hace apenas unos minutos. Llega su esposa con dos tazas
de café. Tomo y le doy las gracias.
Después veo cómo Abigail se guarda los papeles en su bolsillo, es como
si temiera que alguien regresara a quitárselos. Después de un registro
uno queda con ese miedo a que le sigan quitando cosas, este periodista
ha pasado por eso.
"No sé por qué a esta gente les molesta que uno tenga sus libros. Son
libros sanos. No es delito tener libros, compadre", me dice mi amigo.
Tenemos tantas cosas prohibidas que no tengo respuesta para su
interrogante. Salimos al patio y miro una pareja de gorriones que
cantan. Después se van volando por encima de los tejados. Yo creo que
olieron aires de registro, se fueron asustados, pero libres.
"No vayas a pensar lo malo, compadre, pero a veces quisiera tener alas y
salir volando de este país de basura. Me han obligado a eso, a todos nos
han obligado a eso".
Estuve a punto de darle la razón, pero después sonreí y le dije: "No
vale la pena, amigo mío. Si te conviertes en ave puedes volar libre,
pero le darías el gusto de quitarte la lectura a éstos que hace un rato
te registraron".
Mi amigo me pone la mano en el hombro, me abraza y dice conforme:
"Cierto, no pueden quitarnos la lectura, mucho menos lo leído".
http://www.cubanet.org/CNews/y06/apr06/28a6.htm
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