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Tuesday, July 21, 2015

Embajadas, revoluciones y la nueva Realpolitik

Embajadas, revoluciones y la nueva Realpolitik
[20-07-2015 20:34:34]
Julio M Shiling
Escritor y politólogo

(www.miscelaneasdecuba.net).- De la Revolución Norteamericana brotó el
ensayo democrático más exitoso en la historia. Sí, gústele a quién le
guste y pésele a quién le pese, éste es el caso más allá de los
cuantiosos defectos y las imperfecciones inherentes de la democracia
estadounidense. Recogiendo el sentir de un total combinado de nueve
declaraciones y resoluciones previamente enunciadas, la Declaración de
Independencia de los EE UU formalizó el razonamiento de por qué las
trece colonias deberían ser libres e independientes. Este insigne
documento se redactó y pronunció en medio de la guerra revolucionaria
estadounidense. Para ser preciso, fue un año y dos meses después del
inicio de la gesta bélica independentista (Lexington y Concord) y cinco
años y tres meses antes de su última batalla (Yorktown).
Filosóficamente, si fuéramos a categorizar la ideología política
estadounidense sería ésta una fusión de calvinismo, liberalismo y
republicanismo. Todo ésto formulado dentro de un marco de claro apego al
principio del derecho de rebelión (o revolución). La Declaración de
Independencia en el sentido abstracto y los Ensayos Federalistas
(1787-1788) en el práctico, encapsularon el credo norteamericano y
guiaron y moldearon los propósitos de la Revolución Norteamericana.
Consustancial a ésta ideología está la Ley Natural fuente de los
derechos naturales que Tomás Jefferson, la pluma que más pesó sobre la
Declaración, prefirió llamar "inalienables". Derechos preeminentes, como
son los naturales, presuponen la obligación de limitar el alcance
desmedido del gobierno, que siempre fue entendido como un usurpador
potencial de estos derechos de Dios. Por eso se estructuró un modelo
político que enfatizaba el dividir las funciones de gobernar, el separar
las ramas del poder, el promover la moderación por medio de un sistema
electoral que disuade los extremos e induce la acción política hacia la
síntesis.

Dicho esquema que da supremacía a valores que no provienen de acciones
convencionales, como la libertad, coloca a veces a la democracia en un
conflicto. ¿Dar preferencia a la voluntad absoluta de una mayoría
("tiranía de la mayoría") o frenarla si viola derechos preeminentes? El
imperio de la ley ("rule of law") obliga la predominancia de la segunda
opción. Eso es un sello distintivo de la democracia norteamericana. El
Tribunal Supremo, en muchas ocasiones, ha sido el reforzador de esta
noción democrática que obliga una confrontación con una legalidad
mayoritaria y popular, con tal de defender valores primordiales.

En Cuba, el orden socio-político existente también obedece a los
resultados de una revolución. Aquí hay que ofrecer una aclaración. ¿De
cuál revolución hablamos? Definitivamente no la de nuestros mambises. La
Cuba de hoy es la antítesis de lo que quería Martí, Varela, Céspedes,
Maceo o Agramonte. Tampoco es la Revolución de 1933. Está, pese a haber
tenido determinadas inclinaciones o filtraciones marxistas, estaba
atiborrada de credenciales y propuestas democráticas. Ni siquiera la
gesta para remover a la dictadura de Batista se le puede ligar
integralmente con el proceso revolucionario dictatorial cubano. La
revolución que llegó al poder tras el derrocamiento del régimen
batistiano, padeció un golpe de Estado ideológico antes de que
concluyera su primer año en el poder. Los jacobinos hicieron lo mismo en
Francia.

Afortunadamente para los franceses y el mundo, fueron removidos por la
fuerza (igual que entraron ellos) un par de años después. La revolución
castrocomunista o lo que algunos llaman en término genérico la
"revolución cubana", en lo concreto, terminó materializando una burda
dictadura comunista con liderazgo sultánico, con enormes deficiencias
materiales, cometiendo crímenes de lesa humanidad y aboliendo la
libertad. Eso sí, con una enorme y exitosa capacidad para proyectarse
favorablemente y propagar mitos y alocuciones románticas. Ahora dicho
sistema/revolución se ve en las corridas para superar sus ineficiencias
y contradicciones sistémicas, antes de que su vieja guardia fundacional
desaparezca de esta tierra. Los EE UU al rescate, ha sido la salida.

Para el día 20 de este mes de julio, se proyecta la apertura de las
embajadas de los EE UU y Cuba. Cada país es portador de un sistema que
proviene de un proceso revolucionario. ¿Qué podría ser lo que motiva a
la democracia más potente querer encontrar la reconciliación con una
dictadura hostil? La respuesta que profesan sus adherentes más
entusiastas y sinceros es la realpolitik. Este principio, que en alemán
quiere decir algo como "política de la realidad", busca extirpar
cualquier consideración ideológica o moral, de la conducción política de
un Estado. Es el ejercicio de un pragmatismo subordinado a la percepción
de intereses o beneficios utilitarios. Esta corriente es un
desprendimiento de la escuela de pensamiento del realismo, cuyos padres,
Nicolás Maquiavelo y Tomás Hobbes, nunca fueron los defensores más
entusiastas de la libertad.

Históricamente, los proponentes de la realpolitik han buscado establecer
un balance de poder entre gigantes de la panorámica internacional. La
política de detente con los soviéticas es un ejemplo clásico y moderno
de esta corriente de pensamiento en acción. Sin embargo, habría que
indagar si valió la pena. ¿Obtuvo el mundo libre ganancias de dicha
política de coexistencia y acuerdos armamentísticos con el imperio
soviético? Los números argumentan contra dicha política. El comunismo
sacó tremendo provecho de esta política. Sólo hay que ver un mapa para
concluir que mientras más se sentaban a firmar acuerdos "realistas", más
se enrojecía el globo. Fue Ronald Reagan quien, al sustituir la política
de realismo político por una de idealismo político, echo abajo la noción
de contener y coexistir y puso en práctica con acciones concretas la
política de revertir y resistir. La historia demostró que si lo que se
buscaba era degollar al comunismo soviético, lo logró.

Volvemos a la incógnita de lo qué pudiera motivar a los EE UU a
concederle un reconocimiento diplomático a la dictadura de los Castro,
con todo la legitimación que dicho acto encierra. ¿Será la recuperación
de los $7 mil millones que el comunismo cubano le robo a ciudadanos y
empresas norteamericanas? ¿Será que la dictadura va a retornar a los
asesinos de policías estadounidenses prófugos de la ley y que residen
bajo el amparo de la dictadura cubana? ¿Será que van a prender a los
estafadores del contribuyente norteamericano, esos que han saqueando al
Medicare y Medicaid? ¿Perseguirá la dictadura ese dinero estafado y
lavado en Cuba hoy? ¿Renunciará el régimen castrista a la subversión
continental? No lo creo. Menos aún el último planteamiento.

La realpolitik ejercida por los EE UU parece estar sustentada
exclusivamente por propósitos comerciales. Los valores fundacionales de
la república norteamericana parecen haber sido reemplazado por los
intereses de los comerciantes y los políticos que dependen de ellos. Así
de sencillo. En este mes de julio, un mes lleno de celebraciones de
independencias americanas, es una triste ironía. Para los EE UU, el
símbolo emblemático de su celebración, la Declaración con su apego
insistente a la libertad y los derechos naturales y humanos, ha sido
agredida. Para Cuba, pese a tener el día de su independencia en mayo,
tiene también una fecha emblemática este mes. Pero es una fecha
convertida infame por ser representativa ésta de la larga pesadilla
castrocomunista: el 26 de julio. La bandera estadounidense estará de
luto el día 20.



Acerca del Autor
Julio M. Shiling es escritor, politólogo, conferenciante y Director de
Patria de Martí (www.patriademarti.com). Su último libro es Dictaduras y
sus paradigmas: ¿Por qué algunas dictaduras se caen y otras no? Nació en
La Habana, Cuba y reside en los EE UU.

Source: Embajadas, revoluciones y la nueva Realpolitik - Misceláneas de
Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/55ad3f3a3a682e1208759615#.Va4lrvmqqko

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