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Wednesday, April 17, 2013

La Iglesia Católica cubana, por el escabroso camino de la reconciliación

La Iglesia Católica cubana, por el escabroso camino de la reconciliación
[17-04-2013]
Mario Hechavarría Diggs
Periodista Independiente

(www.miscelaneasdecuba.net).- Cuenta el Cardenal Ortega Alamino que,
durante su primera visita a Miami, las autoridades religiosas que le
recibieron no tardaron en advertirle:"...en tus discursos, en tus
homilías, tú hablas de reconciliación. No menciones esa palabra en Miami."


El año pasado, durante una conferencia de prensa en Harvard, el actual
Arzobispo de La Habana enfrentó duras críticas, inclusive acusándolo de
colaboracionista con las autoridades del gobierno cubano, debido a que
el Arzobispado pidió a la policía desalojar a trece manifestantes
antigubernamentales, refugiados en la Parroquia de La Caridad del Cobre,
ubicada en el centro de la capital.

Se trataba de un claro incidente político, con ramificaciones en otras
parroquias fuera de La Habana, intentando sabotear la inminente llegada
a Cuba del Papa Benedicto XVI. Una vez más el prelado, como cualquier
otro líder católico en su lugar, debió debatirse entre sus obligaciones
evangélicas y las dadas por la obediencia al Jefe de Estado que es en
todo momento cada Pontífice.

Desde entonces queda en entredicho si Ortega Alamino es realmente firme
frente a los comunistas que aún gobiernan en nuestro país, con único
partido y un sistema político arcaico, totalmente antidemocrático, o si
puede exhibir una postura más firme ante la dura realidad nacional.

Lo cierto es que tanto Benedicto XVI como su antecesor, Juan Pablo II,
fueron realmente reconciliadores en sus múltiples alocuciones a los
cubanos y la palabra TODOS, una palabra claramente inclusiva, marca
desde hace años el discurso de los Obispos católicos cubanos. Palabra
difícil de pronunciar en Miami, como bien reconociera el propio Cardenal
de nuestro país.

Tal parece que la perspectiva miamense sobre la Iglesia Católica cubana
es la de un irreconciliable opositor del régimen, dadas las
circunstancias históricas que vivieron los sacerdotes, monjas y demás
religiosos, desde el triunfo mismo de la Revolución. Fueron años duros,
de ateísmo dentro y fuera de las organizaciones comunistas, de expulsión
del país de cientos de clérigos, de miedo ante la posibilidad para los
creyentes, de una simple ida a la misa dominical.

Lentamente esta situación ha cambiado: el Partido Comunista aceptó a los
creyentes en sus filas, ya no se discriminan a los estudiantes por sus
ideas religiosas y otras medidas de apertura hablan de un clima
distendido entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, subsiste la
opresión política, que obliga a las autoridades católicas a pronunciarse
sobre el asunto, inclusive más allá de las palabras.

¿Qué han hecho hasta ahora? Puede citarse a su favor el éxito de una
mediación que permitió liberar a la mayoría de los presos políticos
existentes en el país. Las publicaciones de la Iglesia ofrecen un marco
un tanto más amplio que el resto de los medios masivos de comunicación,
cuando abordan la realidad política del país. Aun así, para el
descontento de los irreconciliables, marcan su tónica de trabajar en pos
de una sociedad inclusiva y mantienen una manifiesta cautela ante las
acciones del régimen.

¿Se les puede pedir más? La pregunta es difícil de responder. Se trata
de entender cuál es el poder real, no virtual, de la Iglesia Católica en
Cuba. Como parte de un estado que es el Vaticano, están protegidos los
sacerdotes y demás miembros del clero, pero esa misma condición limita
sus acciones. Ahora bien, el poder real se mide por la auténtica
religiosidad católica presente dentro de nosotros, lo cual es harina de
otro costal.

No deben engañarse quiénes juzgan este problema, sobre todo fuera del
país. Decir que Cuba es un país católico o simplemente, en tono
abarcador, cristiano, es decir demasiado. Formalmente lo somos, a veces
masivamente, por ejemplo, cuando la Virgen de la Caridad se paseó por el
país, de Oriente a Occidente. El asunto es que no vamos más allá y la
influencia real del clero católico en la vida nacional es entonces muy
limitada.

En Miami y también algunos dentro de Cuba, piden a la Iglesia una clara
definición política, de hecho, frente al Gobierno y su Partido
Comunista. El Cardenal Ortega ha declarado: "La Iglesia Católica no
puede ser el partido político de la oposición, inexistente ahora en
Cuba." De otra parte, hablando de alianzas, también nuestro Arzobispo
primado ha dicho: "No puede haber alianza entre la Iglesia y el
Gobierno, tampoco entre la Iglesia y quiénes se oponen al Gobierno."

La posición de los católicos es, por ahora, continuar ganando espacios
para cumplir su misión evangelizadora, recuperar el lugar perdido entre
los cubanos, algo que bien puede hacerse, cuando asoman en la sociedad
síntomas de una clara crisis de descrédito hacia las religiones
sincréticas de origen africano, que alcanzaron un verdadero Boom de
adeptos en las dos últimas décadas.

El pueblo se está volviendo hacia el reencuentro con algo serio,
doctrinal, mucho menos marcado por el comercialismo o la simple
exhibición como un asunto de la moda. Si hay más cristianos sinceros,
mayor será el poder real de las autoridades cristianas. Esta es la única
verdad.

En la revista mensual "Palabra Nueva", órgano de la Arquidiócesis de La
Habana, su Director, Orlando Márquez, clama directamente por los
necesarios cambios hacia una auténtica democracia:
"El modelo económico podrá ser actualizado, y tendrá éxito, tanto en
cuanto se actualice el modelo político."

De forma directa, el mismo pontífice que tanto hizo por devolverles la
libertad a sus coterráneos polacos, denunció en Cuba los males aun
presentes de nuestra sociedad, clamando por "...superar la angustia
causada por la pobreza, material y moral, cuyas causas pueden ser, entre
otras, las desigualdades injustas, las limitaciones de las libertades
fundamentales, la despersonalización y el desaliento de los individuos..."

Las palabras de despedida del Beato Juan Pablo II, desde el aeropuerto
internacional José Martí están por cumplirse y son un mandato real para
la Iglesia Católica cubana. Creo que los cubanos todos, repitiendo tan
usada palabra, esperamos eso de nuestra Iglesia.

http://miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=39103

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