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Sunday, April 14, 2013

Derrota de Maduro podría acelerar reformas en Cuba

Publicado el 04-13-2013

Derrota de Maduro podría acelerar reformas en Cuba
POR IVÁN GARCÍA
ESPECIAL PARA DIARIO LAS AMÉRICAS

LA HABANA.- A pesar del agobio de la gente, obligada a deambular
diariamente por puestos y agromercados, en busca de viandas, hortalizas
y frutas rebajadas, las elecciones del domingo 14 de abril no pasan
inadvertidas en Cuba.

En una parada de ómnibus, José Antonio, 51 años, lee en Granma las
noticias de la campaña electoral que el jueves 11 de abril concluyó en
Venezuela.

"Si Maduro pierde, esto se puede poner malo. Venezuela es para Cuba lo
que era la URSS en los años 70 y 80. No quiero ni imaginarme lo que
podría suceder. Apagones y escasez de alimentos. Fábricas e industrias
cerradas por falta de combustible", pronostica José Antonio.

Desde hace cinco décadas, la isla ha podido mantenerse a flote gracias
al subsidio extranjero. Hasta los años 90 pudo sobrevivir gracias la
desaparecida URSS. Con sus millones de rublos, armas convencionales y
petróleo. fue la tabla de salvación de una economía arruinada e
improductiva.

Cuando el comunismo dijo adiós vinieron años duros para Cuba.
Eufemísticamente el régimen lo denominó Período Especial en Tiempo de
Paz. Era como una guerra sin bombardeos aéreos. La mayoría de las
personas comían poco y mal. Los apagones eran de doce horas. Numerosos
tractores y centrales azucareros se convirtieron en chatarra.

Al constatar que el país entraba en la era de las cavernas, miles de
jóvenes decidieron irse. Por cualquier vía. En cualquier cosa. Huían en
una balsa rumbo a la Florida. O se casaban con el primer extranjero que
se atravesara en su camino.

Fidel Castro tenía dos opciones. Transformar a Cuba en una sociedad al
estilo de Corea del Norte. O abrir bolsones de capitalismo. A
regañadientes optó por lo segundo.

Y casi 270 firmas capitalistas y los benditos dólares de cubanos
residentes en Estados Unidos, salvaron del desastre a la revolución
verde olivo.

Pero un inesperado premio gordo llegó de la mano de un teniente coronel
de Barinas llamado Hugo Rafael Chávez Frías. Un perfecto desconocido en
Cuba. Solo la élite bien informada sabía que en febrero de 1992 había
uno de los cabecillas de una intentona de golpe de Estado.

Castro apostó fuerte por el joven Chávez. Cuando algún día se abran los
archivos secretos se sabrá hasta donde los servicios especiales cubanos
estuvieron involucrados con la llegada al poder de Chávez.

América del Sur siempre fue un punto estratégico para la inteligencia
criolla. Y Venezuela estuvo en la mira de Manuel Piñeiro, alias
Barbarroja, legendario jefe de espías fallecido en un extraño accidente
automovilístico en marzo de 1998.

Castro la estaba pasando mal. Sus planes de una revolución a escala
continental tuvo que aplazarlos por falta de fondos. Cuba se tambaleaba.
Los números en rojo de las finanzas y el raquítico crecimiento económico
provocaban cábalas en los opositores al régimen.

Parecía que todo era cuestión de tiempo. Pero Fidel Castro, con ese
olfato especial que tiene en la detección de aliados, se convirtió en el
manager político del militar morocho. En 1994, recién salido de la
cárcel, lo invitó a Cuba. Lo recibió con alfombra roja. Le dio trato de
mandatario. A partir de esa fecha se convirtió en el Rasputín de Chávez.

Cuando en 1998 el paracaidista ganó las elecciones, Castro respiró
aliviado en su oficina del Palacio de la Revolución. Volvían los viejos
tiempos. El bolivariano era como un Santa Claus en Navidad. Petróleo,
prestamos en moneda dura, alianzas, y cantarle las cuarenta a los
prepotentes gringos. Un socio incondicional.

Que sutilmente podía manejar a distancia. Como un misil teledirigido. Un
ventrílocuo. Aunque el de Barinas se superó a sí mismo y desplazó al
anciano guerrillero en el escenario continental.

Antes de pensar en la Revolución del siglo 21, la isla debía crecer
económicamente. Para forjar una alianza sólida, con apariencia de
modernidad, se debían aplicar cambios.

Y en eso estaba el General Raúl Castro, cuando la muerte del camarada
Chávez lo pilló a mitad del rio. Al ser Cuba una nación altamente
dependiente, cualquier acontecimiento político externo o catástrofe
natural estremece sus cimientos.

El PIB cubano de 2013, nos recordaba el zar de la economía Marino
Murillo en una sesión de la asamblea nacional efectuada en diciembre
pasado, se pronosticaba creciera un 3,7%. Todo está apuntalado por los
100 mil barriles diarios de petróleo venezolano. Y los millones de
dólares que ingresan por concepto de servicios médicos y asesores
cubanos en Venezuela.

Aunque los hermanos Castro jugaron con ventaja. Tenía información de
primera mano sobre el verdadero estado de salud de Chávez. Y con
antelación diseñaron planes de contingencias.

El hombre de confianza es Nicolás Maduro. El sindicalista caraqueño no
es un desconocido en La Habana. Se dice que en los años 70 cursó
estudios superiores en la Ñico López, escuela ideológica del Partido
Comunista, ubicada en Jaimanitas, al oeste de la ciudad.

Pero en eventos políticos, como en deportes, a veces los pronósticos se
vienen abajo. Debe ganar Maduro, por varias razones. Desde el simbolismo
del cadáver de Hugo Chávez que carga a su espalda el ex autobusero de
Caracas, hasta el control del Tribunal Electural y el PSUV en la
movilización de simpatizantes.

Pero Capriles viene de atrás hacia adelante. Ya lo demostró en octubre
de 2012. Y muchos en La Habana cruzan los dedos. Según un periodista
extranjero con conocimiento de causa, la diferencia en las encuestas se
reducen. "El aparato chavista llama casa por casa a aquellos que han
sido beneficiados para que voten o participen en los actos de campaña de
Nicolás Maduro. Los movilizan en ómnibus. Es un gardeo personal y a
presión".

De ganar Maduro, las reformas de Castro II entrarían en una nueva fase.
Seis años en política es un período largo. Y algunos jerarcas de la
autocracia cubana consideran que Maduro, o no completa su mandato, o
pierde las elecciones de 2019.

El régimen tendría un lapso de tiempo precioso y podría continuar
aplicando los cambios al ritmo que ellos saben bailar. Con lentitud. En
esa etapa, seguirán buscando petróleo en el fondo del mar. Y ampliarán
sus relaciones comerciales con China y Brasil.

También estudiarán la forma de sentarse en la mesa de negociaciones con
Estados Unidos, la llave maestra para que Cuba pueda realizar una
auténtica reforma económica.

Si Capriles llega a Miraflores, el epicentro del tsunami estallará en La
Habana. La gente, cansada de 54 años de ineficacia económica y promesas
incumplidas, no está preparada para abrir un nuevo agujero al cinturón.
Otro más.

Entonces sería el momento de acelerar las reformas. Y aplicar cambios
cosméticos de corte político. De algo está seguro Raúl Castro: si quiere
mantener la sucesión después de él y su hermano, las reformas deben ser
de más calado.

Las elecciones en Venezuela solo marcan el ritmo.

http://www.diariolasamericas.com/noticia/155125/derrota-de-maduro-podria-acelerar-reformas-en-cuba

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