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Monday, October 10, 2011

Por derecho propio

Por derecho propio
Lunes, Octubre 10, 2011 | Por Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Cuando mi vecina María Elena
regresa de la bodega, siempre la escucho renegar: "Si por algo quisiera
que quitaran la libreta de racionamiento, es por no entrar a esa bodega."

No sé si esto lo dice por lo exiguo de la cuota o por el grado de
destrucción en que se encuentra el establecimiento, provocado entre
otras cosas por una inmensa y opulenta ceiba, cuyas raíces se han
extendido durante años por la acera, fracturándola y levantándola; lo
mismo ha sucedido en el portal del establecimiento. Además, los techos
de viga y loza se filtran a raudales, y solo una de las tres puertas se
puede abrir. Los estantes, por su parte, están rotos y vacíos. Pero no
es este el único establecimiento que presenta esta deprimente situación.
No son pocos los que se han derrumbado o están en peligro de hacerlo.

Durante el año 1968, con la última "ofensiva revolucionaria", el
Gobierno acabó de intervenir todos los pequeños negocios del país. A los
dueños que vivían en ellos, en su mayoría inmigrantes españoles y
chinos, se les permitió quedarse, aunque en un espacio muy reducido. Aún
hoy, sus descendientes sufren las consecuencias del deterioro de estos
locales inhabitables.

Estas viviendas ubicadas dentro de bodegas, almacenes y establos, fueron
clasificadas por el Estado como accesorias; y en Cuba existen 6381, de
las cuales 2820 están en La Habana.

Sin embargo, en los últimos tres años, hemos visto cómo parte del área
de muchos de estos depauperados establecimientos se ha puesto a
disposición de empleados con cierto rango en el Comercio Interior para
que los conviertan en viviendas, otorgándoles la llamada Licencia de
Adaptación de Local, así como facilidades para adquirir los materiales,
y hasta algunos portales han sido transformados en garajes.

Sin embargo, a quienes en verdad tienen este derecho – los herederos de
los antiguos dueños–, el gobierno no les brinda esta oportunidad.
Raulito es uno de ellos. Sus padres ahorraban hasta el último quilo para
comprar una casa, y ya estaban a punto de lograrlo cuando les quitaron
la bodega. Su rostro se entristece cuando me cuenta que por eso su madre
se enfermó, y alza su mano hasta la sien, y con el dedo índice hace un
pequeño giro.

Pero por muchas gestiones que ha hecho, Raulito no ha podido conseguir
la licencia para adaptar el local donde vive – la diminuta trastienda de
la bodega de sus padres–, separada de esta por una división de madera
que ni siquiera llega hasta el techo. La entrada es por un estrecho
pasillo de servicio ubicado al fondo.

http://www.cubanet.org/articulos/por-derecho-propio/

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