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Thursday, October 20, 2011

Otra víctima de la Operación Tauro

Otra víctima de la Operación Tauro
Jueves, 20 de Octubre de 2011 12:14
Luis Cino Álvarez

Arroyo Naranjo, La Habana, 20 de octubre de 2011 (PD) Aunque no hay
pruebas contra él, Enrique Pérez Rodríguez, de 44 años, está preso en el
Combinado del Este desde hace más de dos meses, en espera de juicio. Lo
acusan de hurto y sacrificio de ganado mayor, un delito que las leyes
cubanas sancionan casi tan severamente como matar a una persona.

El pasado 3 de agosto, a las 4 y 50 de la madrugada, decenas de agentes
armados del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), con chalecos
antibalas y hasta con pistolas de lanzar redes, penetraron en
zafarrancho de combate en la casa, en calle 15 número 173, en
Parcelación Moderna, un barrio sub-urbano del municipio capitalino
Arroyo Naranjo.

El aparatoso operativo que condujo a la detención de Pérez Rodríguez es
otro de los muchos que se desarrollan en todas las provincias del país
como parte de la Operación Tauro, una gigantesca batida contra el robo
de reses, un delito que no deja de ser frecuente a pesar de las severas
condenas de cárcel contra los cuatreros y matarifes (o los que las
autoridades presuman por cualquier razón que lo sean).

Entre órdenes gestos amenazantes, llantos de niños y ladridos de perros,
registraron palmo a palmo la casa de Enrique Pérez y sus alrededores.
Los agentes venían en busca de carne de res o alguna otra evidencia de
que Pérez Rodríguez estuviera implicado en el robo de varias reses de
una de las fincas en las afueras de la capital del comandante Guillermo
García. Por el robo de dichas reses están presos varios sospechosos en
El Cotorro y los poblados de Las Guásimas y Managua, en Arroyo Naranjo

Mal asunto. Guillermo García es un comandante de la revolución, que ganó
sus grados en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Aficionado a la
cría de ganado, es la versión castrista de los poderosos hacendados
brasileños que llaman "los coroneles", pero mucho más poderoso.

La casa de Pérez Rodríguez era vigilada desde varios días antes del
allanamiento. La policía y sus chivatos chequeaban todos los movimientos
de las personas que entraban y salían de la casa.

"Notamos algo anormal en el barrio, mucha vigilancia, pero como no
estábamos en nada malo no imaginamos que fuera con nosotros", refiere la
madre de Enrique, María del Carmen Rodríguez Acosta, una taxista jubilada.

La policía halló 22 libras de carne en la nevera, pero la mayor parte
era de cerdo. De nada valió que explicara que había comprado unas pocas
libras de carne de res -en el mercado negro, claro, porque en las
tiendas por divisa es excesivamente cara- para el consumo de la familia.
En todo caso, si era delito, lo podían acusar de receptación. Pero los
policías se llevaron unos pocos filetes como si fueran la prueba
concluyente del robo de las reses.

También se llevaron dos machetes, un cuchillo de carnicero, varias
sogas, una pistola de caramina para prácticas militares y ropas de
Enrique con manchas de sangre. Nada extraño, si se tiene en cuenta que
el hombre con frecuencia mata y descuartiza puercos para vender.

La mayoría de sus vecinos asegura que Kiki, como lo llaman en el barrio,
es inocente. Es un hombre de trabajo, que además de criar cerdos, tiene
un carretón de caballos con el que trabaja contratado para la recogida
de basura por servicios comunales.

"Tiene siete hijos que mantener y no puede perder el tiempo en
boberías", dice una anciana vecina que lo ha visto crecer.

""Si no fue una confusión, debe estar preso porque lo chivateó alguien
que lo envidia o le tiene odio. Pero no imagino quien pueda ser, porque
Kiki no se mete con nadie. Siempre anda atareado con sus animales,
apenas habla. Esto es un abuso", afirma Boris, de 39 años, un vecino que
se negó a servir a la policía como testigo del registro.

"En las visitas a la cárcel veo que va de mal a peor. Kiki está cada vez
más flaco y nervioso, me lo van a volver loco. Y también a Moisés (uno
de sus hijos). Tiene 8 años y padece de retraso mental. Desde el
registro se altera mucho cada vez que ve a un policía y dice que se va a
matar," explica angustiada María del Carmen Rodríguez. .

Enrique Pérez asiste a menudo a una iglesia evangélica cerca de su casa.
Comenta su madre: "A Kiki sólo le queda su fe en Dios. Me cuenta que en
la celda, cuando más desesperado se siente, canta himnos a Jehová. En un
interrogatorio, cuando empezó a cantar, el instructor lo miró
desconcertado y no pudo hacer otra cosa que bajar la vista".

luicino2004@yahoo.com

http://primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/2521-otra-victima-de-la-operacion-tauro

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