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Wednesday, October 26, 2011

El precio de viajar

El precio de viajar
Miércoles, Octubre 26, 2011 | Por Víctor Manuel Domínguez

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Para viajar en un ómnibus
habanero se necesita de autocontrol. Muchos presumen que subirán a
codazo limpio pero ninguno sabe cómo bajará. En esa batalla por
trasladarse ganan los más fuertes y pierde la disciplina social.

En el interior del monstro rodante se encuentra de todo. Desde los
primeros una embarazada con dolores de parto, hasta el que pierde la
billetera o viaja todo el trayecto con otro pasajero sobre un pie.
También están quienes se desmayan por la falta de ventilación, y los que
apretados contra un tubo bajo un bosque de axilas se encomiendan a Dios.

Pero ahora la pesadilla al montar a un ómnibus es general y ha
emperorado. Superado el despelote de la cola, corridas las dos cuadras
si el chofer decide no parar en la parada, sudorosos como esquimales
frente al horno de una panadería, los viajeros están además obligados a
escuchar lo que el chofer decida poner a través del sistema de audio del
ómnibus, y a toda voz.

Nadie puede protestar. Quien lo haga se las verá con un chofer
energúmeno que por lo regular responde que a quien no le guste se
puede bajar, pues en el ómnibus manda él.

Según las autoridades del transporte en La Habana, el sistema de audio
en los ómnibus sirve para informar sobre las paradas, lugares de interés
público y anuncios sobre rotura o desvíos de ruta.

Además aseguran que "no se aceptarán las cosas tal como están". Para
solucionar el problema de raíz, pedirán a los jefes de cada terminal
levantar un acta de advertencia al chofer infractor. Pero todo eso queda
en el papel.

Sin ir muy lejos, quienes viajábamos este sábado en la ruta P-13, nos
vimos obligados a escuchar la narración integral de un striptease a
ritmo de reguetón por el altavoz del ómnibus 336, desde Centro Habana
hasta Lawton.

Al subir al ómnibus escuchamos que a Cuta-Cucusa (el nombre de una musa
de los reguetoneros cubanos) se le pedía en la canción que se quitara
la blusa. No más arrancó, el estridente cantor le pidió que se quitara
el pantalón.

En ese tira y jala de que se quitara la ropa llegué a Lawton y no supe
por fin si se desvistió o no la chica. Aunque si pude ver como un señor
que pidió bajar el volumen de la música fue insultado por el chofer. El
resto de los pasajeros llevaba cara de orangután disecado, pero ninguno
se atrevió a hablar.

La molestia causada a los pasajeros por el ensordecedor sonido del
reguetón de Cuta Cucusa quitándose la blusa y el pantalón, no se alivia
con responder a las quejas de los viajeros anunciando que se hallará una
solución.

Tampoco con exigir más energía a los inspectores, ni laborar con la
Dirección Provincial de Radio para escoger los temas y volumen de la
música adecuados para difundir en esos ómnibus.

Lo único que resolvería el problema es quitar los altavoces y se
arrancará la estridencia de raíz. El pueblo está cansado de que algunos
trogloditas se adueñen de los servicios públicos.

Verse obligado a viajar como sardina en lata en esos artefactos, da más
deseos de pelear que de oír "música".

vicmadomingues55@gmail.com

http://www.cubanet.org/articulos/el-precio-de-viajar/

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