RAUL RIVERO
01.02.2010
LA SUSPENSIÓN DE RCTV y de otros cinco canales de televisión por cable 
en Venezuela no consigue todavía matar la prensa libre. La deja herida 
de muerte. Con esa medida Hugo Chávez Frías saca del aire una visión de 
la realidad nacional que él quiere ocultar y, de paso, le pone una 
pistola montada en la cabeza a los dueños y a los ejecutivos de las 
empresas periodísticas que sobreviven.
Las protestas populares y los choques violentos de los estudiantes, 
periodistas y otros grupos de ciudadanos, con brigadas chavistas y 
fuerzas de la policía, parece que serán la reacciones más rotundas ante 
la nueva avanzada hacia la ceguera que tiene prevista ese país en el 
programa del Gobierno.
El batacazo a la libertad de prensa, dado con un bate de béisbol 
envuelto en papel de estraza, ha recibido las respuestas automáticas de 
algunos organismos internacionales. Son los modelos típicos que se 
rellenan en estos casos. Piezas anodinas que muestran, como siempre, 
preocupación e inquietud, así como la mejor disposición a intervenir con 
buena voluntad para colaborar con la reconciliación de la sociedad 
venezolana, etc.
Demagogia impura, retórica para disfrazar la indiferencia. Como si no 
supiéramos que esa palabrería no es el arma del crimen, pero puede ser 
la voz de un encubridor que borra una huella o el testigo presencial 
que, a la hora de los mameyes, dice que estaba embelesado con las estrellas.
Habrá sitios aún -cada día más pequeños y esquinados- para que se 
conozcan las notas de las instituciones que realmente defienden la 
libertad de prensa. Nada más que en los medios, publicados con la misma 
resignación que uno se toma un analgésico, porque los líderes 
revolucionarios, sus funcionarios y sus pajes, no pierden el tiempo en 
la lectura de textos que redacte el enemigo.
América Latina, una región que desea y necesita libertad y progreso, 
tiene que sentir un estremecimiento general ante la frialdad o la apatía 
con que se han recibido en el vecindario las noticias de la minuciosa y 
bárbara tarea de aniquilar el periodismo en Venezuela.
Se puede tocar a abulia de los jefes vecinos y escuchar el silencio 
total a la vista de una agresión que los disminuye a todos.
Con la incongruencia añadida de que el Gobierno bolivariano debía cerrar 
un diario donde un periodista escribiera esto: «El que manda debe oír 
aunque sean las más duras verdades».
No importa que lo firmara un tal Simón Bolívar.
Falta de aire | Opinión | elmundo.es (1 February 2010)
http://www.elmundo.es/opinion/columnas/raul-rivero/2010/02/22150649.html
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