Opinión
Publicado el domingo 25 de enero del 2009
Condenas paralelas
RAUL RIVERO
Madrid -- Los presos políticos cubanos, que dormirán esta noche en
cualquiera de las 300 prisiones de la dictadura, sufren día a día el
rigor del encierro, el hambre y otras penurias naturales de unas
instalaciones estalinistas o norcoreanas. Y padecen un castigo añadido,
despiadado y sistemático, fruto de la arbitrariedad, el odio y ciertas
patologías de los carceleros.
Parece que algunos de los encargados de mantener entre esos muros
infestados a un poco más de dos centenares de opositores pacíficos no
están satisfechos. Necesitan que, por encima de la severidad de la pena
impuesta en los juicios circenses y entre los renglones de la prosa de
cuartel de sus letrados, los hombres que se han enfrentado con valor al
régimen cumplan una condena duplicada.
Quieren que el enemigo pague por haber descubierto la verdad y por
defenderla. Quieren que quienes actuaron como personas libres en medio
del terror, renieguen de la palabra libertad y de sus ecos peligrosos.
Por eso, a un hombre que cumple 20 años de cárcel por escribir, Ricardo
González Alfonso, le niegan ahora la posibilidad de que hable por
teléfono unos minutos con sus hijos y le provocan que le suba la presión
arterial y se hagan más graves los padecimientos que ha acumulado en
seis años de encierro.
Esa es una condena extra. Como es extra la medida de confiscarle la
prensa y textos religiosos a Adolfo Fernández Sainz, Pedro Argüelles
Morán y Antonio Díaz Sánchez en la cárcel de Canaleta y obligarlos a
hacer una huelga de hambre de tres días para que les devuelvan sus
pertenencias.
Es parte de esa política confinar en un destacamento con presos comunes
enfermo de tuberculosis a los prisioneros Librado Linares, Eduardo
Pacheco y Orlando Zapata. Lo es también presionar a delincuentes
peligrosos, como hacen los militares en la cárcel de Las Tunas, para que
ataquen y golpeen a activistas de derechos humanos como Alfredo
Domínguez y José Daniel Ferrer García.
Estos episodios pueden estar sugeridos en los manuales carcelarios, pero
la iniciativa privada del verdugo, le da los toques finales y el tinte
único. Así está inválido y abandonado en la prisión Nieves Morejón, el
opositor Orestes Yumar Julién.
Uno de los casos más notorios de condenas ampliadas es el de el
periodista Normando Hernández, trasladado hace poco para el Hospital
Nacional de Reclusos en La Habana, después de un periplo de seis años
por las celdas de castigos en cárceles de Pinar del Río y Camagüey.
Hernández denunció que está sometido a un lento proceso de asesinato.
En esa nómina de reos sujetos a maltratos de diferentes categoría, donde
se incluyen golpizas, están los nombres de Víctor Rolando Arroyo, Ariel
Sigler Amaya, Jorge Luis González Tanquero, Nelson Molinet Espino,
Eduardo Díaz Fleitas y el médico José Luis García Paneque, entre otros.
La documentación de estos y otros casos, así como la aproximación más
responsable y directa de la realidad de Cuba, está en el informe del año
2008 que dieron a conocer desde la isla el Consejo de Relatores de
Derechos Humanos y los Círculos Democráticos Municipales.
Para los defensores de la democracia, lejanos y enfermos en sus
calabozos, todas las condenas y todos los daños. Mientras tanto, los
aviones presidenciales de América Latina y otros rumbos, uno a uno,
sobre la losa del aeropuerto de La Habana, como si sus conspicuos
pasajeros no supieran que la gloria de las dictaduras es humo. Y su fin
ceniza.
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