Lage, Chávez y el médico gallego
ARMANDO GONZALEZ
Ha sido un fin de año razonablemente tranquilo en el continente. América 
Latina eligió a un puñado de nuevos presidentes que, con la temporal 
excepción de Felipe Calderón en México, ocuparon sus presidencias y 
comenzaron su labor de gobierno en ámbitos de paz y disfrutando, al 
menos por ahora, de una saludable actividad económica.
El único alboroto ha sido la contribución de Hugo Chávez al desarrollo 
del teatro bufo oficial latinoamericano. El soldadito de plomo regó 
millones de dólares del patrimonio nacional venezolano por todo el mundo 
para comprar votos. Y entonces, a la hora de los mameyes y sin 
asistencia alguna, llevó a cabo un embarazoso despliegue de irrespeto 
internacional, mal gusto personal e ineptitud diplomática en el foro de 
Naciones Unidas que le trajo exactamente lo contrario de lo que 
pretendía. En lugar de un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, 
logró hacer quedar en ridículo a su país y a sí mismo. Pero claro, no se 
le pueden pedir peras al olmo. La escoria, como al mono, aunque la 
vistan de seda escoria se queda.
El otro paréntesis noticioso ha sido aportado por el tirano de Cuba y 
sus preocupados acólitos. El 31 de julio la dictadura castrista anunció 
una temporal transición de poder del jefe máximo al vice de todo a causa 
de una condición de salud a la que se le dio el status de ''secreto de 
estado''. En medio de la tensión interna provocada por el anuncio, el 
vicepresidente, Carlos Lage, en un despliegue de optimismo que ni él 
mismo se creía, hubo de informar que ''el comandante en jefe regresará a 
sus labores en una semana''. Sabemos que Cuba es lenta, pero esto es 
ridículo. A la lectura de esta columna, han pasado exactamente cinco 
meses del anuncio original y el embrollo es mayor que el primer día.
La prensa internacional, esa prensa que habría montado una vigilia de 24 
horas si el enfermo fuera Bush, esa prensa que se mostró airadamente 
ofendida porque el vicepresidente Cheney no les notificó, 
inmediatamente, que había herido a un amigo en un accidente de cacería, 
no ha mostrado impaciencia alguna por el silencio del gobierno cubano, 
ese gobierno que no solamente les oculta la información médica, sino 
hasta el sitio donde se encuentra el enfermo. Claro que, a estas 
alturas, el comportamiento de la prensa no debe sorprendernos. Por el 
contrario, nos debe satisfacer que ese comportamiento ratifique nuestras 
denuncias previas. Están sumidos en el prejuicio de izquierda y no 
tienen intención de corregirlo.
Y por último, el médico gallego. El Dr. José Luis García Sabrido, jefe 
de cirugía del Hospital Público Gregorio Marañón y profesor titular de 
la Universidad Complutense de Madrid (un título de 17 palabras, ¿cómo 
meten todo eso en un business card?), acaba de examinar al tirano y de 
informar a la prensa internacional que su paciente no sufre de 
padecimiento maligno alguno y que su actividad intelectual es 
''excelente y fantástica''. Si esto último es cierto, tendremos que 
llegar a la conclusión de que la enfermedad ha mejorado al tirano. 
Porque Fidel Castro será un genio del mal, pero en lo que respecta a 
gobernar a un pueblo, crear un estado de derecho y administrar una 
economía nacional su ''actividad intelectual'' ha estado, como decimos 
en cubano, ``a la altura de un perro''.
El médico gallego fue seleccionado tanto por su capacidad profesional 
como por su confiabilidad política. La prueba más fehaciente es su 
reportada amistad con la familia Castro sumado a su reporte público 
donde nos dice lo que no tiene Fidel Castro, pero no nos dice lo que 
tiene. El tratar de escudarse bajo ''ética profesional'' es ridículo. 
Las figuras públicas no cuentan con esa protección.
De manera que, al final, ¿de dónde nos ha llegado la información sobre 
el estado de salud del tirano? Pues nada menos que de una versión 
política actualizada de los famosos ''3 Stooges'' de la televisión 
norteamericana. En lugar de Moe, Larry y Curly, tenemos a Lage y su 
proyección de ''una semana'' de convalescencia, Hugo Chávez contándonos 
de las escapadas nocturnas de Fidel por la campiña cubana y el médico 
gallego asegurándonos que la actividad intelectual de Castro es 
``excelente y fantástica''.
Mentiras, mentiras y mentiras. Y después quieren que los respeten.
agonzalez@miamiherald.com
 
 
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