Sin su mercado, Cuatro Caminos se deprime
ORLANDO PALMA, La Habana | Julio 30, 2015
Cada ciudad tiene sus puntos neurálgicos y en La Habana uno de ellos es
la confluencia de las calles Monte, Cristina, Arroyo y Matadero, donde
se alza el Mercado Único o de Cuatro Caminos. Ese casi centenario coloso
se encuentra cerrado desde febrero de 2014 a la espera de una
restauración que le devuelva parte del antiguo esplendor. Sin embargo,
la lentitud de las obras amenaza con deprimir aún más la economía de la
barriada que lo rodea.
Si alguien buscaba un níspero, un canistel o una deliciosa guanábana, la
respuesta de dónde encontrarlos era, hasta hace poco más de año y medio,
"en la Plaza". Bastaba decir ese nombre y cualquier habitante de esta
urbe sabía que debía dirigirse al otrora Mercado General de Abasto y
Consumo, inaugurado en 1920 y en sus inicios gestionado por el
empresario y político Alfredo Hornedo Suárez.
El Ayuntamiento de la ciudad favoreció al mercado prohibiendo la
apertura de otro lugar similar al menos en un radio de 2,5 kilómetros, y
por esa razón se le conocía como "único". Con esa ventaja, Cuatro
Caminos reinó por casi medio siglo hasta que en 1959 pasó a desempeñar
las funciones de almacén y, en 1968, año de la Ofensiva Revolucionaria,
fue cerrada su planta alta por un supuesto deterioro.
A mediados de la década de los ochenta, el sitio, en cuya fachada asoma
el cuerno de la abundancia, fue blanco de la batalla contra los
campesinos privados durante la "rectificación de errores y tendencias
negativas". Sus instalaciones llevan las huellas de los vaivenes
económicos que ha vivido el país en el último medio siglo y de la
ojeriza de las autoridades contra los intermediarios y comerciantes.
No obstante, la importancia de esta mole pintada de amarillo y rojo no
radicaba sólo en el surtido de frutas y vegetales, muy por encima de
cualquier otro mercado agrícola habanero. Aquí se ubicaba el epicentro
de la venta de hierbas, animales vivos y demás productos necesarios para
los rituales de la santería. Ahora, en las salas de algunas casas de los
alrededores se intenta mantener la oferta de cascarilla, collares,
trajes de santos, flores, velas, albahaca, gallinas y palomas, pero ya
no es lo mismo.
Israel, de 72 años, buscaba este martes algunas vasijas de barro que le
faltaban para la ceremonia de una sobrina que se "hace el santo" este
fin de semana. "La lista de lo que hay que conseguir todavía es larga y
antes uno venía aquí y podía resolverlo todo", explica. Por el momento,
los clientes deben recorrer varios puntos de venta de la capital para
reunir todo lo que exige el ritual. Uno de ellos, el mercado de la calle
Egido, cuyo espacio no da abasto para incorporar a los vendedores de
Cuatro Caminos.
En una incursión por los portales de la Plaza es posible comprobar que
las obras de reconstrucción no avanzan. Un par de hombres enderezaban
este lunes unas cabillas de acero, mientras los transeúntes que pasaban
evadían las aguas sucias, el polvo y la orina que se acumula detrás de
las columnas. Nadie sabe responder con fecha ni cronograma cuándo estará
terminada la restauración.
Hace décadas que el piso de arriba no funciona. Por los huecos del techo
pasa la luz que se filtra a través de los ventanales a los que le falta
un cristal aquí, otro allá. Del sótano queda un hueco como un cráter
donde algunos perros callejeros han encontrado refugio. Cada uno de los
10.000 metros cuadrados que ocupa el inmueble parece pedir a gritos que
la remodelación llegue cuanto antes, pero las autoridades se toman su
tiempo.
En el interior se acumula el agua llegada con las lluvias de las última
semanas y que escurre hacia esa zona baja en que confluyen los
municipios de Centro Habana, Habana Vieja y Cerro. Las columnas
agrietadas, el techo abofado y un olor como un puñetazo que sale de las
áreas donde antes los vendedores pregonaban tamarindos y naranjas,
completan el cuadro. La decadencia de ese sitio emblemático arrastra en
su caída a muchos de los negocios de la zona.
"Este barrio depende de que esto funcione", explica un anciano que vende
máquinas de afeitar desechables y estampitas de santos a un costado del
lugar. Cartománticas, plomeros, conductores de triciclos, vendedores de
maní en cucuruchos, parqueadores que ahora duermen su aburrimiento y
hasta prostitutas a la caza de clientes nacionales, cuentan los días
hasta que reabra la Plaza, su plaza.
"Lo que falta es una decisión de arriba", especula Gretel, una
treintañera que se dedicaba a alquilar dos habitaciones de su vivienda a
los camioneros de provincia que llegaban al mercado transportando
mercancía. "Se me ha caído el negocio porque esto está muerto", explica.
Las calles que antes eran un hervidero de gente con bolsas, carretillas
y gritos, ahora apenas ven pasar a los vecinos del lugar.
A la sombra de la Plaza de Cuatro Caminos un hombre pregona el periódico
Granma, pero nadie le compra. Se sienta a un costado, aburrido y
cansado, mientras se abanica con un ejemplar del diario. En la portada
se anuncia la "Victoria de un pueblo".
Source: Sin su mercado, Cuatro Caminos se deprime -
http://www.14ymedio.com/reportajes/mercado-Caminos-deprime_0_1825017484.html
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