Los comisionados de Miami-Dade y la piedra cubana
La Comisión del Condado Miami-Dade acordó unánimemente pedir al Congreso
que revise la Ley de Ajuste Cubano
Alejandro Armengol, Miami | 30/01/2015 11:44 am
Si como dicen el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra, los comisionados del condado Miami-Dade se caracterizan
además por correr a chocar con el pedrusco golpeado con zapato ajeno.
Curiosos los extremos: los discursos de Miami y La Habana coinciden en
un tema.
La Comisión del Condado Miami-Dade acordó unánimemente pedir al Congreso
que revise la Ley de Ajuste Cubano (CAA), una ley federal de 1966 que
permite a los cubanos, a diferencia de cualquier otro extranjero,
solicitar la residencia en Estados Unidos un año y un día después de su
llegada.
"Lo extraño es que solamente una nacionalidad en el mundo reciba un
tratamiento preferente, un tratamiento excepcional que ningún otro
ciudadano del mundo recibe", señaló Josefina Vidal, directora de Estados
Unidos del Ministerio de Exteriores de Cuba, al referirse a la CAA. La
funcionaria, que encabezó la delegación de la Isla en el recién
concluido encuentro entre Cuba y Estados Unidos, insistió en que la ley
iba en contra "de la letra" de los acuerdos migratorios firmados en 1994.
Desde hace años el régimen de La Habana viene pidiendo la derogación de
la ley. Ahora especifican además que el gobierno del presidente Barack
Obama tiene "potestad para pronunciarse sobre cómo se pone en práctica
la medida", lo cual es cierto.
De entrada llama la atención que en La Habana conozcan mejor la ley que
en Miami-Dade. Y no por falta de explicaciones. Ramón Mestre publicó el
18 de este mes en El Nuevo Herald, un artículo breve, claro y profundo
donde explica la medida. Pensé que luego del trabajo de Mestre quedaban
aclaradas todas las dudas sobre "el ajuste". Me equivoqué. Sólo me queda
el triste consuelo de saber que los comisionados de Miami-Dade están aún
más equivocados, y que al parecer no se han leído la ley. Para un
funcionario público, desconocer una ley que quiere cambiar es algo grave.
El problema de La Habana es diferente: sabe pero manipula. Volvió a
colocar sobre el tapete de las conversaciones migratorias el tema de la
CAA —lo hace siempre— por conveniencia política e hipocresía. En las
condiciones actuales, la medida favorece económicamente al régimen. Pero
además, si quisiera resolver este asunto, comenzaría por admitir la
repatriación y aceptando los miles de cubanos "deportables" que viven en
este país y Cuba no admite su regreso.
Para la comisión de Miami-Dade, lo que se quisiera es convertir a la CAA
en un instrumento político, que lo es en su origen pero no en sus
resultados. La ley nació a consecuencia de un gobierno dictatorial en
Cuba, pero no es un medio para pedir asilo político.
Así que nadie "abusa" de la ley cuando viaja a Cuba, luego de obtener la
residencia, o enviando dinero a la Isla. Tampoco es culpa de la CAA si
hay estafas al Medicare, que por cierto han existido desde mucho antes
que los ahora llamados "inmigrantes económicos" comenzaran a llegar.
Mucho menos que la norma es aprovechada por Fidel y Raúl Castro "para
animar a los disidentes a abandonar la Isla y dejar de ser una amenaza
política", como afirma el comisionado Bruno Barreiro.
Quizá lo que más llama la atención en este nuevo sainete local es la
desproporción entre la realidad y el deseo. La comisión no tiene
autoridad sobre la política exterior del país. Lo sabe y persiste. No es
amor al ridículo. Tampoco que disfrutar del calor tropical —mientras en
otros estados hay fuertes nevadas— encienda particularmente la sangre.
Mucho menos un patriotismo trasnochado.
Quizá sea que hay una especie de delirio de grandeza en forma de virus,
trasmitido desde los Everglades, que a cada rato ataca a ciertos
políticos locales: de pronto parece que Hialeah o la propia Miami
aspiran a convertirse en algo así como una moderna ciudad-Estado
—rodeada de mar, pantanos y centros comerciales por todas partes— con
aspiraciones extraterritoriales (por suerte, aún a nadie le ha dado por
crear un ejército o formar milicias). Pero no hay que perder tiempo con
explicaciones rebuscadas.
El asunto es más simple: cuestión de urnas, y no precisamente funerarias
o religiosas.
Los codiciados votos pueden llegar de dos vías. Por una parte aprobando
una petición que no implica grandes planes, cuentas a rendir o necesidad
de un resultado tangible. Cientos de votantes se sentirán satisfechos
con este pedido —desde el punto de vista emocional— y sabrán una vez más
que los políticos que eligieron comparten sus puntos de vista y están
dispuestos a que sus voces se escuchen en Washington. De esta manera,
los comisionados ponen otro grano de arena para la reelección, aunque no
lo dediquen a construir casas, caminos y escuelas. Pero además, un
cambio de la ley que aleje el proceso de naturalización de estos nuevos
inmigrantes también podría alejar el peligro de nuevos electores, que no
votaran precisamente por ellos.
Source: Los comisionados de Miami-Dade y la piedra cubana - Artículos -
Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/los-comisionados-de-miami-dade-y-la-piedra-cubana-321745
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