Marcha en reversa
Alejandro Armengol
El legislador Mario Díaz-Balart pretende con una enmienda, dentro del
proyecto de ley de gastos para servicios financieros para el año fiscal
2012, revocar la orden del presidente Obama respecto a los viajes y
remesas de cubanos con familiares en la isla.
La propuesta ha sido aprobada por el Comité de Asignaciones de la Cámara
de Representantes. Díaz-Balart afirma contar con los votos necesarios
para lograr la aprobación de la enmienda en el pleno de la Cámara.
"Tenemos los votos bipartidistas", afirma el legislador.
Más allá de que el legislador consiga su objetivo, vale la pena destacar
dos aspectos que la propuesta encierra.
Uno es el más evidente. Díaz-Balart responde a la forma de pensar de sus
electores, muchos de ellos pertenecientes al sector más retrógrado del
exilio cubano. Estos votantes por lo general llevan decenas de años
establecidos en este país, casi no mantienen vínculos familiares con la
isla y no tienen en ella parientes tan cercanos o estimados que
consideren deben mandarles algún dinero. Por otra parte, la inclusión de
una enmienda dentro de un proyecto de ley mucho más amplio es una
herramienta utilizada a diario en el Congreso, por legisladores que
buscan impulsar proyectos más o menos personales. La mayoría de estas
enmiendas no van a ninguna parte, pero cuando los políticos regresan de
Washington a su base de votantes –o presentan los puntos más importantes
de su labor, en cualquier campaña de reelección– se convierten en
excelentes fichas para buscar el regreso a la capital de la nación o del
estado. En este sentido, nada nuevo bajo el sol y nada tampoco que no
esté dentro de los mecanismos de la democracia estadounidense.
El otro aspecto resulta más singular, y es el empecinamiento, por parte
de un sector del exilio cubano y de quienes lo representan, en acciones
y gestos cansados que no conducen a parte alguna, salvo al mantenimiento
de una situación que por décadas viene beneficiando a quienes esgrimen
las banderas del castrismo y el anticastrismo, en Cuba y en el sur de la
Florida. Vivir del error. Sacarle lascas al horror.
Las restricciones a las remesas y los viajes a Cuba, implantadas por el
gobierno del ex presidente George W. Bush, resultaron inútiles en cuanto
a su supuesto objetivo de contribuir al derrocamiento de Castro. Es
inadmisible que un gobierno imponga restricciones de viajes y trate de
administrar el dinero de sus ciudadanos, salvo en casos de guerra.
El régimen castrista tiene que agradecerle a Mario Díaz-Balart su
esfuerzo por revertir las medidas vigentes respecto a los viajes de
cubanos a la isla y la intención de convertir a Estados Unidos en una
nación que impone restricciones a la libertad de movimiento para los
nacidos en Cuba. Durante largos años se ha criticado a La Habana por
negarles la salida a sus ciudadanos e imponer un permiso de entrada a
los que regresan a visitar a sus familiares. Entrar y salir del país de
origen es un derecho de todo ciudadano. Ahora el legislador busca volver
a la época de Bush, cuando se limitó las visitas familiares de quienes
viven en el exilio a una vez cada tres años y sólo a familiares directos.
El presidente Bush logró el dudoso récord de lograr que, tras décadas de
dictadura, los cubanos comenzaran a rechazar al gobierno de Estados
Unidos. Las restricciones sólo trajeron gastos y engorros a los
exiliados con vínculos familiares estrechos en la isla; dificultaron el
trabajo de apoyo a la disidencia y alimentaron la retórica castrista, al
permitirle al régimen, una vez más, presentarse en el papel de víctima
de la agresión de un país poderoso.
Las medidas puestas en práctica por el expresidente Bush resultaron no
solo contraproducentes, sino también ridículas. Se permitía, por
ejemplo, mandar joyas a la isla, mientras estaba prohibido mandar
calzoncillos. Unicamente un profundo rencor revanchista explica
cualquier intento de vuelta a esa situación.
El triunfo republicano en las pasadas elecciones legislativas ha servido
para alimentar expectativas peligrosas, que van más allá de la situación
cubana. Los republicanos están dedicados, con fervor y escualidez, a que
todo salga lo peor posible en los meses que restan hasta la próxima
elección presidencial. Mientras más se hunda el país, más contentos se
ponen y más crecen sus esperanzas.
Lo peor del caso es que esta actitud antipatriótica no despierta un
rechazo generalizado. Nadie menciona que fue la pésima actuación de Bush
como presidente y el haber conducido a este país a dos guerras –que solo
han servido para enriquecer a corporaciones afines a su familia– la
razón principal para el actual déficit, y que la falta de regulaciones
bancarias causaron la debacle económica. Ahora los culpables se han
convertido en fiscales y en este país una oleada de populismo
reaccionario amenaza con hundirnos en una crisis aún peor. En estas
condiciones, no resulta extraño que se intente la marcha en reversa en
la política norteamericana hacia la isla: hay quienes aún se resisten
–como los hermanos Castro– a perder ese protagonismo malsano sobre los
destinos de Cuba. No se lleva la democracia a un país separando a las
familias.
http://www.elnuevoherald.com/2011/06/27/v-fullstory/967599/alejandro-armengol-marcha-en-reversa.html
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