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Las series estadounidenses causan sensación en la Isla
Frank López Ballesteros
El Universal
Lucila García está preocupada. Su televisor chino "Panda" se averió hace 
tres semanas. Los transistores con que funciona no los venden en Cuba, y 
apenas con su sueldo de 15 dólares y lo que le envía su esposo desde 
Miami puede conseguirlos en el mercado negro.
Está alterada porque ella y su hija de nueve años están siguiendo desde 
hace una semana la serie estadounidense de televisión Greys Anatomy, la 
cual junto a Los Sopranos fue autorizada por el Gobierno cubano a ser 
transmitida los jueves.
"Me como las uñas. Esos hombres y esas batas blancas; esos 
hospitales...¡qué guapos!, ahora que hay buenas series lo que me falta 
es el televisor", comenta Lucila con amago de burla, en un país que 
cuenta con 621.000 televisores, con una población de 11 millones de 
habitantes, como demuestra el Censo de Población y Viviendas del 2002.
Recientemente la estatal Cubavisión comenzó a emitir estas dos series de 
gran éxito de audiencia en EEUU, así como ya venía haciendo desde hace 
varios meses con DoctorHouse, Friends, CSI y Everybody Loves Raymond.
El argumento oficial, publicó el diario Juventud Rebelde, es que estos 
nuevos programas tienen "un probado rigor en lo que concierne a la 
selección de dramas de calidad estética y alto poder comunicativo".
Fue Unión Radio Televisión quien lanzó al aire la primera señal 
comercial de TV en Cuba en octubre de 1950, siendo este país uno de los 
primeros en Latinoamérica en contar con este gran invento.
La televisión cubana nunca estuvo exenta del conservadurismo mediático 
con que el Partido Comunista buscaba aislar a sus ciudadanos de la 
realidad. Con cuatro canales -todos estatales- el Gobierno estigmatizó 
toda programación que emulara los valores del capitalismo.
No obstante, y ante la fama que fueron obteniendo las producciones 
venezolanas, los cubanos apreciaron en sus televisores grandes novelas 
nacionales como La Usurpadora con Raúl Amundaray y Marina Baura; 
Esmeralda, interpretada por Lupita Ferrer; sin ocultar el éxito de Doña 
Bárbara, llevada a la TV por José Ignacio Cabrujas y Salvador Garmendia, 
que tuvo gran acogida en Cuba dentro de ciclos de cine y obras 
latinoamericanas, al que la isla ofrece espacios semanalmente.
En La Habana, muchos cubanos rememoran capítulos de novelas venezolanas 
que marcaron sus vidas, y, a pesar de que muchas producciones son de 
hace dos décadas, actrices como Catherine Fulop, Guillermo Dávila y el 
propio Gilberto Correa, son recordados con admiración.
La música no siempre tiene cabida en las revoluciones. Para los más 
jóvenes, amantes de la trova cubana, y para aquellos que crecieron con 
Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, la lírica de éstos competía en la TV 
contra los conciertos de Kool and the Gang, The Beatles o Eurythmics, 
que envilecían a las masas que se exaltaban por sus melodías anglófonas.
No es que nunca se hubiese transmitido películas estadounidenses en 
Cuba. A pesar de las rivalidades ideológicas, el Gobierno permitió la 
difusión de obras cinematográficas de increíble producción como Pelotón, 
El último emperador,Rain Man, Indiana Jones, ET o Rescatando al soldado 
Ryan.
Pero la preferencia del público cubano por las producciones de EEUU es 
tal, que hasta se exhiben por temporadas en salas de cine de La Habana 
series como Prison Break. Hace dos años, los días sábados, y en horario 
estelar, los Expedientes Secretos X, dieron un alto raiting.
A pesar del gusto y la frivolidad de muchos programas donde las mujeres 
viven alteradas por las compras o los adolescentes por sus placeres, los 
cubanos tienen preocupaciones mucho más perentorias, como la solución de 
sus necesidades básicas, sobre todo si tienen un salario mensual 
inferior a 20 dólares. Pero la televisión, aísla.
"Estas historias gringas -comenta Lucila- tienen tramas muy buenas, un 
poco vanales, eso también es lo que se busca demostrar de esa sociedad, 
pero nos enganchan, son muchos de nuestros sueños".
Pero el ingenio de los cubanos ante el aislamiento al que están 
sometidos generó una subindustria clandestina de la televisión por 
cable, el VHS y ahora el DVD, que les permitió un contacto con el mundo 
prohibido de Hollywood y Miami.
Después del triunfo de la Revolución cubana, la televisión ofreció un 
aspecto desolado, de vez en cuando abastecida de programaciones 
monótonas procedentes de la Unión Soviética: el blanco y negro junto al 
arte novelesco interpretando la lucha proletaria sobre el enemigo; 
primero la patria, luego el placer.
Ante los cambios que vive Cuba con Raúl Castro, la TV parece encaminada 
a un cambio: los cubanos serán testigos de realidades humanas donde las 
pasiones se enfrentan y se conjugan para entretenerse. No habrá 
discursos, sólo pasiones.
http://www.eluniversal.com/2008/05/04/qhay_art_cuba-reinventa-su-tv_840645.shtml
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