2007-01-10
Alfredo M. Cepero
"Hay dos clases de hombres, los que aman y construyen y los que odian y
destruyen" José Martí.
Los cubanos nos hemos quejado con frecuencia de que lo que hemos
calificado como "exceso de protagonismo" ha conducido a una
proliferación desmedida de organizaciones cívicas y políticas tanto
dentro de Cuba como en el exilio. Lo cierto es que sin protagonismo el
hombre estaría viviendo en las cavernas y que son los protagonistas
quienes mueven las ruedas del progreso.
Pueden ustedes imaginar que habría sido de la humanidad sin el
protagonismo genial de Leonardo Da Vinci, Cristobal Colón, Alexander
Graham Bell, Thomas Alba Edison y Bill Gates. Podemos concebir el
documento visionario y contundente de la constitución que sirvió de base
a la independencia de los Estados Unidos sin el pragmatismo de Benjamin
Franklin y la redacción iluminada de Thomas Jefferson.
Y que decir del protagonismo estoico y tenaz de Winston Churchill dando
esperanza y orgullo a la nación británica ante la embestida brutal de la
Alemania nazi. Y, ya cerca de nosotros, quién sino José Martí, con su
espíritu de perdón y su decisión de inmolarse para liberar a Cuba,
hubiera sido capaz de reunir recursos y voluntades para iniciar la
guerra de independencia en 1895.
Pero, como todos sabemos, toda moneda tiene dos caras y el protagonismo
es como el colesterol que puede haberlo bueno y puede haberlo malo.
Mientras el primero construye el segundo destruye. Mientras los primeros
cumplen su misión de servicio colectivo superando obstáculos e ignorando
agravios, los segundos desatan sobre los primeros la envidia y la
diatriba como recursos extremos de quienes no son capaces de brillar con
luz propia. Y, siguiendo con las metáforas, estos buscadores de
notoriedad sin méritos crecen como la mala yerba, sin necesidad de abono
ni de elaborados procedimientos de cultivo. Y, por desgracia, como la
mala yerba se multiplican con mayor facilidad que los protagonistas
útiles y edificantes
No cederé, sin embargo, a la tentación de elaborar una lista de quienes
considero los protagonistas buenos en este momento de nuestra
convulsionada historia nacional. Es muy posible que incurra en omisiones
que no solamente serían injustas sino que podrían desatar el tipo de
confrontaciones infructuosas que, después de casi medio siglo de
errores, me he prometido evitar a toda costa. Por otra parte, no
ofreceré una lista de quienes considero protagonistas obstruccionistas
porque, primero, no estoy dispuestos a dedicarles el tiempo que no
merecen y, segundo, jamás les haría el favor de darles la publicidad
gratuíta que tanto buscan y que tanto perjudica a la causa de nuestra
libertad.
Surge, en conclusión, la pregunta de ¿qué han de hacer "los que aman y
construyen" de José Martí frente al reto de quienes "odian y
destruyen"?. La respuesta no es tan difícil cuando la pregunta es
contestada poniendo por delante el bienestar y la libertad del pueblo de
Cuba. Trabajar ignorando agravios y con la mirada fija en la meta
añorada de una nueva alborada de soberanía, libertad y justicia para la
nación cubana. Trabajar sin prisa pero sin descanso como si tuviéramos
la eternidad por delante. Trabajar con la generosidad de quien siembra
un árbol para que dé sombra a sus hijos, nietos y bisnietos. Confiar en
que, despues de tanto dolor y sacrificio, nuestro pueblo—como en la
parábola bíblica—sabrá separar la buena de la mala yerba a la hora de
emitir su voto en nuestra reivindicadora fiesta de democracia. Los
sembradores quizás no disfrutemos de la sombra del arbol pero tendremos
la satisfacción indescriptible del deber cumplido.
Miami, Fla. Enero del 2007.
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