El viejo y el mal
Otro drama de Cuba: Depender de la muerte de un individuo para recuperar
su libertad.
Raúl Rivero, Madrid
martes 1 de agosto de 2006 14:35:00
Fidel Castro y la renovada milicia de guatacas que le ha rodeado a lo
largo de medio siglo tienen en su expediente la mácula definitiva de
haber inventado a Fidel Castro. Cuba está, desde 1959, bajo el control
de un actor que se cree que es Fidel Castro.
El personaje que interpreta es un tipo ambicioso, despiadado, con la
obsesión de ejercer el poder por encima de todo y de todos. El poder
absoluto. Para conseguirlo lo mismo fusila a un hombre que regala un
automóvil.
Es un sujeto que usa uniforme y pistola, charreteras con estrellas,
rombos y olivos, se mueve en caravanas de carros blindados y de lujo,
tiene un ejército privado que lo cuida y nadie sabe a ciencia cierta
dónde vive, qué piensa en realidad de los cubanos, quién es este hombre
que proclama eterna rebeldía y se convirtió, en un momento, en un
empleadillo del Kremlin y es ahora el abuelo pobre de Hugo Chávez.
La maquinaria aceitada y virgen de la prensa y las editoriales
controladas le han construido un pasado impecable. Una niñez y una
adolescencia que se perfeccionan cada día. Se adapta a los caprichos del
biografiado, cambia, sube y baja, resplandece y, cuando es necesario,
oculta un episodio, borra a un sujeto de una foto o altera el rumbo de
la interpretación de los hechos.
El día a día de los años del jefe supremo también se rescribe con
desenfado, alevosía y nocturnidad para disimular torpezas, desvanecer
tropiezos y fortalecer su imagen de líder infalible, cariñoso, simpático
y amado por el pueblo.
Un hombre considerado en Cuba un experto en huracanes, ciclismo,
béisbol, guerrillas, ganadería, política, agricultura, piropos y
aviación, no ha recibido el reconocimiento a la maestría de su verdadera
vocación: el arte dramático.
Es cierto, en todos los políticos aflora esa cualidad a menudo, casi
todos los días, pero en el caso del cubano no hay rival. Nadie ha
conseguido tanto como simulador, con el embuste, con el engaño a un país
entero y a varias generaciones de admiradores extranjeros.
Sus empleados le han edulcorado la vida pasada y le acomodan el
presente, pero dudan, se sienten inseguros a la hora de diseñar el porvenir.
Pensando en su muerte
A estas alturas, cuando está con un cuchillo de mesa frente al pastel de
los 80 años, hasta quienes le sirvieron los bocadillos piensan nada más
que en su muerte.
Unos quieren su trono para seguir su vida de ricos en un país lleno de
miserias espirituales y materiales. Otros, se paralizan con el temor
creciente de que lleguen los olvidados, los sometidos, los despreciados
con una larga lista de cuentas en las manos.
Personas que habrán salido de las cárceles y de largos exilios.
Familiares de hombres y mujeres muertos en 48 años de esfuerzos diversos
por alcanzar la libertad.
La misma tropa de pajes aquiescentes que rehacen su biografía,
consiguieron que en el lenguaje cotidiano, en los medios
propagandísticos y en los discursos oficiales, se consideren sinónimos
las palabras Fidel, revolución, Cuba, nación y patria.
Así es que esa interesada confusión y la presencia abarcadora y decisiva
de Castro en todos los acontecimientos políticos de las últimas décadas,
junto al bastidor azabache con que se cubre su vida privada, obliga a
vincular sus pasos por la tierra con la más reciente historia del país.
Es ahora mismo el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y el secretario general del
Partido Comunista. Controla desde los más elevados asuntos políticos
hasta el movimiento de un tractor en una finca rústica.
Cuando derrotó al dictador Fulgencio Batista, Castro recibió una carta
blanca de la población que lo apoyó como a ningún otro dirigente criollo.
Ha llegado a la vejez en el poder y Cuba es un país empobrecido, donde
el salario promedio es el equivalente a ocho euros mensuales. No hay
libertad de expresión, disentir y trabajar por los derechos humanos te
conduce a la cárcel, donde hay, en este cumpleaños de Fidel Castro, 316
hombres. Un 15 por ciento de los ciudadanos están en el exilio.
A Castro lo apoya hoy un sector de la población, el que ha envejecido en
medio de los plazos de la esperanza. Los jóvenes, la gran mayoría,
tienen una idea fija: salir de Cuba.
Es un hombre de una personalidad compleja y soberbia. El culto a la
personalidad y el uso de la fuerza, el dominio del país como una
propiedad privada, su señorío sobre la vida y la muerte de los cubanos,
lo hacen un gobernante peligroso, de reacciones violentas, implacable
con quienes no muestra una posición incondicional. Aun sus más fieles
sirvientes viven sobresaltados por su cercanía.
Cuba espera su 80 cumpleaños con el pensamiento puesto más en su muerte
que en su vida. Ese es otro drama de esa nación: depender de la muerte
de un individuo para recuperar su libertad. Ahora, que levanten las
copas por Fidel Castro los que quieran desearle larga vida.
* Publicado el 30 de julio de 2006 en el diario español El Mundo.
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