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Thursday, January 26, 2006

Un Frankenstein para la democracia

Un Frankenstein para la democracia

Raúl Rivero, El Nuevo Herald, 22 de enero de 2006.

Madrid -- Los muchachos le cogieron el gusto. No quieren irse. Qué
maravilla, en el poder y la abundancia nada más que por aplaudir. Por
decir que sí, que cómo no, que está muy bien, pero muy bien, tremenda
revolución.

No se quieren mover de las oficinas con aire acondicionado, ni descender
de los autos nuevos que reciben como regalos para fajarse con la vida en
un camello o en un almendrón americano o en el equilibrio de una
bicicleta china. Ni aunque les den candela. Total, si lo único que hay
que hacer es atacar a los americanos, golpear a unos ilusos allí
adentro, apoyar con entusiasmo cuando vayan a las cárceles y denigrar
(en público, entre camaradas. En privado, respeto por la familia) a los
cubanos que tuvieron que irse a vivir lejos.

Muy fácil. Levantarse cada mañana y adivinar los caminos en el Granma.
Seguir con atención la línea y enredarse con ella verbalmente hasta que
se haga de noche. Si acaso, elevar un poco el tono en el verano para
entrar en un fasten, es decir, un viaje a Venezuela, por ejemplo, y otro
a México, siempre a asuntos de estado, trascendentes, con mucho
portafolio y mucha cita del comandante y de José Martí.

Todo menos dejar el poder. ¿Que no aparece nadie capaz de seguir la
corriente que nos conviene? Se inventa. Este es un pueblo de inventores.
Se inventa, para eso está el partido, para orientarles a los
científicos, todos de fama mundial, todos con un alto nivel de
sacrificio, que deben producir un nuevo líder con las características de
los que no se quieren ir, de los tercos, los fijos, los severos, los
defensores de las conquistas, de sus conquistas personales.

Así es que a trabajar en alguien con el carisma de Abel Prieto, la
simpatía de Carlos Lage, el don de gente de Pérez Roque (de él se podría
aprovechar también el rostro), la honestidad de Ricardo Alarcón, el
arraigo popular de Otto Rivero, la inteligencia de Pedro Ross y la
simpatía y la capacidad de diálogo, la amplia cultura de Randy Alonso.

Ya está. Hay otras combinaciones, pero con ésta los empecinados
compañeritos de mil batallas podrán salir victoriosos de la que más les
interesa: mantenerse en el sitio adonde llegaron porque el dictador los
eligió.

Eso sí, no se vayan a apresurar. Calma. No traten de entrar al puesto de
mando ni con un minuto de adelanto. Se sabe que la impaciencia es mucha,
que la ambición es grande, pero sean discretos, prudentes, muestren
aunque sea un poco de tristeza, un repunte de angustia y mucha
parsimonia en los últimos pasos. Pueden perfectamente ser los últimos.
Tómenle con precisión el tiempo a la muerte.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/jan06/24o7.htm

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