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Monday, December 26, 2005

Cuatro Carreras por Cero

Cuatro Carreras por Cero

2005-12-26

Los días en la Base Naval de Guantánamo eran interminables, una semana valía por un mes y, claro, cada cual buscaba algo que hacer para asesinar el tiempo; ese tiempo que nos iba, poco a poco, aplastando, pegándonos al piso y al desconsuelo.

Una cosa en común entre los norteamericanos y los cubanos es que nos gusta el baseball, lo llevamos en la genética, y siempre nuestro sueño es: ganarle a los americanos. Y claro, allí se hicieron sus equipitos: los marines nos proporcionaron la indumentaria para jugar, hasta que se dio la oportunidad de jugar con un equipo bien entrenado de la Base Naval.
Estaba por descontado quien ganaría: ellos claro está, bien entrenados, bien comidos, con la mitad de preocupaciones en la cabeza, con un presente y un futuro asegurados; muy distinto al equipo cubano, jugadores de cuatro esquinas, algunos de nosotros entrenados en la Ciudad Deportiva del Cerro, pensando si un día llegaríamos a la libertad, muriéndonos por dentro, doliéndonos Cuba en el pecho.
Yo no jugué, a pesar de que de vez en vez doy mi lineazo. No estaba a ese nivel; jugaron los balseros más aventajados. Del otro lado del terreno se divisaban los "salvajes", los "tipos duros". De ellos, la mitad ni te miraban a la cara; te pasaban por el lado igual que le pasas tú a una mosca, masticando su chicles y explotándotelo frente a tus narices.
Comenzó la "cosa", la agresividad y el "porte-aspecto" de los yankees era de impresionarse; pero que cosa más rara, no bateaban y además de tener la mala suerte de que cuando batearon, nuestras defensas fildearon bien. El catcher no era una estrella pero cogía y el pitcher cubano, esos americanos nunca lo habían visto.
Los innings iban pasando. Cero tras cero iban recibiendo los muchachos altivos de la Marina de USA. Nosotros empezamos discretamente a batear: una carrera primero, otra después, hasta llegar a cuatro en todo el juego. El último inning un poco tenso, los yankees home club, o sea, cerraban el juego y era su última oportunidad. Sus bates surcaron el aire como si fueran hábiles machetees: que estilo señores, que secuencia de movimientos, si le hubieran dado a la bola de seguro hubieran sido enormes cuadrangulares.
Viéndolos me recordaron a los Antonio Muñoz, Pedro José Rodríguez, Luis Giraldo Casanova; lo único que batearon lo mismo que batearía Alicia Alonso. Ante los ojos atónitos de muchos hombres y mujeres de extraños uniformes militares y diversos cuerpos del ejército de EUA., calló su equipo favorito (el de ellos). Ganaron los balseros. Uno de los "Jerarcas" se acercó al pitcher cubano y le preguntó dónde había aprendido a lanzar así. Él es un muchacho modesto, y discreto le contestó medio enredado y casi no le aclaró lo que le aclaramos nosotros. El pitcher se llamó Euclides Rojas, de Industriales, del Equipo Nacional de Cuba.
Y así nos dimos el soberano gusto de ganar y dar una lección de modestia. Hoy el señor Euclides Rojas se encuentra involucrado dentro del deporte de las Grandes Ligas.
Desde Miami, Iván Curra, un balsero más.

http://www.presslingua.com/web/article.asp?artID=3922
 

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