Represión, Derechos Humanos, Cambios
El problema cubano: una cronología despiadada
Se consolida un presente que no es transición, sino que ha llegado a 
detenerse en el tiempo
Arnaldo M. Fernández, Broward | 10/12/2013 8:27 am
Gotta look this world in the eye
Curtis Stigers, This Life (2008)
El 14 de enero de 1960, el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU 
discutió "el problema cubano como el más difícil y peligroso en toda la 
historia de nuestras relaciones con América Latina." El subsecretario de 
Estado para Asuntos Interamericanos, Dick Rubottom, explicó que desde 
junio de 1959 se había decidido tumbar a Castro y el 31 de octubre, el 
Departamento de Estado y la CIA acordaron un programa de apoyo a la 
oposición interna.
El 15 de febrero de 1961, el sucesor de Rubottom, Thomas Mann, se opuso 
a la Operación Pluto porque la invasión provocaría, antes que alzamiento 
popular, más bien que la brigada de asalto 2506 quedara abandonada a su 
suerte o forzada a coger pa´l monte. Mann subrayó que tumbar a Castro 
presuponía la intervención militar de EEUU, pero el castrismo sería más 
útil al mundo libre como modelo socioeconómico fracasado que como héroe 
o mártir de la guerra.
El jefe de operaciones de la CIA, Richard Bissell, replicó que la 
brigada 2506 era la última oportunidad de EEUU para derrocar a Castro 
sin intervención militar directa ni bloqueo a cal y canto. Si Castro no 
caía por la invasión, se vendría abajo con la guerra civil subsiguiente.
Transición de la mentira a la hipocresía
El 16 de marzo de 1961, la CIA rindió informe "de inteligencia" que 
estimaba el apoyo popular a Castro por debajo del 20 % y la deserción de 
los milicianos en 75-80 % nada más que estallara la guerra. Ni por asomo 
era así y el fiasco de Bahía de Cochinos obligó a elaborar otro plan el 
8 de julio de 1961. El asesor presidencial Arthur Schlesinger lo tachó 
de sinsentido político, por invertir recursos "en la gente menos capaz 
de generar amplio respaldo dentro de Cuba."
No obstante, la Operación Mangosta echó a andar hacia "la rebelión 
abierta y el derrocamiento del régimen comunista," que se previeron para 
octubre de 1962, pero correrían la misma suerte que la Operación Pluto. 
El 20 de agosto de 1962, el General Maxwell Taylor puntualizó al 
presidente Kennedy que tumbar a Castro era posible ya solo con la 
intervención militar directa de EEUU.
Esta posibilidad se desvanecería con el entendimiento Kennedy-Jruschov, 
que resolvió la Crisis de los Misiles. Hacia la Navidad de 1963, el 
oficial de la CIA George Joannides aconsejó al secretario general del 
Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE) anticastrista Luis 
Fernández-Rocha: "Get out of politics, go back to school, and get on 
with your life." Otro león tusado de la CIA, Howard Hunt, se encargaría 
de juzgar la hipocresía de la Casa Blanca: "Washington should put Castro 
in the file and forget basket, and make clear to Cubans still clinging 
to their dreams here that we didn't have the cojones to follow through 
(…) and we aren't going to do a reprise" (The Miami Herald, 28 de junio 
de 2001).
El ilusionismo sociopolítico
El 15 de enero de 1963, Fidel Castro soltó en el Teatro Chaplin que la 
Crisis de los Misiles no estaba resuelta: "Se evitó una guerra, pero no 
se ganó la paz (…) No creemos en las palabras de Kennedy." La invasión 
armada de los americanos sería el extremo de la cuerda sociopolítica con 
que Castro produciría el efecto ilusorio más propicio para reafirmarse 
en el poder.
El 11 de marzo de 1965, sus tropas liquidaron la maltrecha columna de 
Blas Tardío en el Escambray. Salvo algún que otro papeleo, la guerra 
civil había terminado. El 28 de enero de 1973, el ex líder anticastrista 
José Miró Cardona resumía: "La única alternativa que les queda a los 
exiliados es el terrorismo." Y el terrorista —según el FBI— "número uno 
de Miami," Orlando Bosch, pondría la lápida: "Eso esta muerto ya (…) El 
cubano que te dice que va a hacer eso es un mentiroso. Hay cubanos 
valientes pero no sé quienes son. La prueba es que ninguna organización 
está en eso" (La Vanguardia [Barcelona], 16 de agosto de 2006).
El 28 de septiembre de 1965, Castro anunció que habilitaría "un 
puertecito en algún lugar" y desde entonces maneja la demografía como 
clave política en tiempos de paz, al extremo de revertir a su favor el 
ajuste cubano. Quienes componen sueños con flujos de información hacia 
Cuba pasan por alto que los juegos políticos se ganan con flujos de 
personas.
El 21 de diciembre de 2010, el censo de la población residente EEUU 
arrojó 1 785 547 cubanos, que en su abrumadora mayoría entran en 
sinergia con la industria castrista de viajes y remesas, paquetes y 
llamadas por teléfonos. Así y todo, la cubanología anda todavía con que 
"los cubanoamericanos representan un grupo mucho más subversivo que los 
turistas [americanos]," como si los "viajes de la comunidad" desde 1979 
hubieran surtido algún efecto democratizador.
El 28 de enero de 1976, el ex preso político Ricardo Bofill abrió "la 
fisura en el vallado de caña," como acuñaría Reinaldo Bragado, al fundar 
el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH). El 20 de junio de 1988, 
el CCPDH se renombró Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC) y 
extendió la lucha del plano horizontal de la política (por los derechos) 
al plano vertical (por el poder). Para el 6 de noviembre, el PPDHC 
largaba su Declaración de La Habana con llamado a recoger firmas en 
convocatoria a plebiscito nacional y asamblea constituyente.
El 24 de febrero de 1996, el gobierno cubano atacó a cohetazos dos 
avionetas desarmadas de Hermanos al Rescate y cortó así el ademán del 
exilio en apoyo a la disidencia interna que se organizaba en Concilio 
Cubano. El 25 de junio de 1996, el Congreso de EEUU pasó como ley (22 
USC § 6046) su "condena del ataque [como] asesinato a sangre fría" y 
exigió a la Casa Blanca "llevar a la Corte Internacional de Justicia 
este acto de terrorismo de Fidel Castro." Ni el presidente de turno ni 
los siguientes hicieron nada.
Eso sí: al amparo del artículo 109(a) de la Ley Helms-Burton (1996) 
principiaron las asignaciones de fondos federales para promover la 
transición pacífica a la democracia en Cuba. Lo que jamás se pudo lograr 
con la CIA se previó hacerlo ahora con la USAID. Diecisiete años y 225 
millones de dólares después prevalece aquel sinsentido político que 
advirtió Schlesinger en 1961 y el jefe de la Oficina de Intereses de 
EEUU en Cuba, Jonathan Farrar, ratificó el 15 de abril de 2009: "A pesar 
de que [los líderes de la disidencia] alegan representar a miles de 
cubanos no tenemos pruebas de ello [ni] vemos plataformas diseñadas para 
atraer a un amplio sector (…) Hay que buscar en otro lado, incluso 
dentro del propio gobierno."
La transición pacífica de los cubanos a la democracia es el otro extremo 
ilusorio de la cuerda sociopolítica nacional, pero su efecto es 
contraproducente. La transición no requiere, como el poder, trucar la 
realidad, sino cambiarla. Y a tal efecto, la oposición tiene que 
enfrentar a un grupo político que alcanzó y preservó el poder ganando 
la(s) guerra(s).
De este grupo no puede esperarse otra cosa que posiciones consecuentes 
con el ejercicio del poder, por ejemplo: "Tendrían que expulsarnos, 
declararnos unos imbéciles y unos incapaces, si nos dedicamos a atender 
o hacer aquí un debate parlamentario porque diez mil personas lo deseen, 
o pueden ser cien mil." (Fidel Castro, Biografía a dos voces, Debate, 
2006, página 392).
Sin la fuerza del número en contexto vital, no en entradas a un blog o 
seguidores en Twitter, los proyectos y llamados, demandas y querellas, 
campañas y otras tantas cosas son actos de prestidigitación que intentan 
pasar como arte de lo posible (política), pero son apenas artes 
escénicas del ilusionismo sociopolítico. Tendrían que expulsarnos, 
declararnos unos imbéciles y unos incapaces si nos creemos que así se 
allana el camino. Por el contrario, se consolida un presente que no es 
transición, sino que ha llegado a detenerse en el tiempo.
¿Qué hacer?
El 1ro de agosto de 2012 salió al ciberespacio el "Llamamiento urgente 
por una Cuba mejor y posible," que con la socorrida recogida de firmas 
ocultaba la realidad de que ya no se puede recoger dinero entre los 
exiliados para sostener la causa de la transición. Hay que recurrir a 
fondos de otros.
El 15 de abril de 2009, Farrar aclaró también que los opositores en Cuba 
tienen la misma preocupación cardinal que los familiares de aquel "grupo 
mucho más subversivo" inventado por la cubanlogía: "ir tirando en el día 
a día." De ahí que la prioridad siguiente de los opositores sea "limitar 
o marginar las actividades de sus otrora aliados, para retener poder y 
acceso a los escasos recursos." Digámoslo en buen romance: ripiarse 
entre ellos.
El 12 de noviembre de 2013, Cuba fue elegida miembro del Consejo de 
Derechos Humanos de la ONU. No pudieron impedirlo ni tres premios 
Sajarov, ni hablar con el Papa y el Presidente de EEUU, ni las giras por 
ultramar, ni las bloguerías ni los twitteos, ni los programas de radio y 
televisión, ni las notas de prensa ni tantas otras cosas que tampoco han 
servido ni servirán para sumar seguidores.
Los líderes de la oposición se desfogan en convocatorias a plebiscitos, 
paros nacionales o diálogos con el poder sin haber conseguido antes ni 
siquiera que la gente del barrio salga en masa a defenderlos contra los 
actos de repudio. El único líder opositor que congregaría a la gente en 
Cuba es el hambre y para eso no hacen falta ni programas de la USAID ni 
disidentes.
Siempre quedará el consuelo de hacer lo que se puede y entonces 
cualquier cosa —hasta el acceso a Internet— se considera vehículo de la 
transición. Y de paso cunde la misma idea castrista de que "nada podrá 
detener la marcha de la historia." Solo que, en vez de jugársela con "el 
tiempo opositor," parece más lógico cabildear desde ya con el único 
poder real frente al Estado totalitario castrista: los Estados Unidos, 
para resolver cuanto antes el problema cubano en términos soportables.
A partir de 2018 el eslogan No Castro, no problem se retorcerá, como el 
ajuste cubano, contra el bando anticastrista. Y será mayor el riesgo de 
que un presidente demócrata, si contara con bancadas mayoritarias en el 
Senado y la Cámara, certifique la llegada al poder en Cuba de un 
gobierno democrático, normalice las relaciones y tumbe así todas las 
escaleras de la disidencia interna y del exilio solidario con ella, 
dejando a una y otro colgados de la brocha con que vienen pintando en el 
aire su transición a la democracia.
Source: "El problema cubano: una cronología despiadada - Artículos - 
Opinión - Cuba Encuentro" - 
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-problema-cubano-una-cronologia-despiadada-316044
 
 
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