La siembra y recolección del cerdo
Jueves, 31 de Mayo de 2012 13:20
Escrito por Víctor Manuel Domínguez
Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) Los cubanos aseguran que
los cerdos en la isla no viven en cochiqueras, sino en las nubes. Y esta
exageración contra los hábitos modernos de una estirpe que, más que
cochinos, son hermanos de lucha en este más de medio siglo de corral y
talanqueras, no es correcto.
Quienes son justos y agradecidos deben reconocer que aquí el mejor amigo
del hombre no es el perro, sino el puerco. Mientras el perro te da la
patica o te pasa la lengua para jugar, el puerco te las entrega enteras
para comer.
Saber que andan por ahí, de nube en nube, más que un calvario, es un
consuelo. No importa que su lomo sea tan caro como un coral, o sus
perniles se coticen en los agromercados como un autorretrato de Durero
en una subasta de Christie.
El hecho es que siguen ahí, a nuestro alcance, que aunque sólo sea
olfatorio mantiene viva la esperanza de morderlo, y no como esas
volátiles vacas o resbalosos peces que no hay quien los encuentre aquí
en la tierra ni allá en el cielo.
Más que críticas, al puerco hay que condecorarlo con la Orden Salvador
Nacional, o concederle algún mérito político si no bastaran sus hazañas
a favor de la erradicación de la canina insular que ha destruido tantos
corazones y estómagos.
Es preciso cerdificar los mercados de la nación, y otorgar a quien logre
bajarlos en peso y precio de las nubes, la distinción de Porquerizo
Mayor y a su área de venta la condición de Cochiquera Modelo, pues la
merece tanto como la isla entera.
Y aunque no quiero exagerar ni jugar a la ciencia ficción, ¿se imaginan
ustedes que la libra de carne, con hueso, pellejo, moscas y tierra del
batey incluida, baje de treinta y cinco a seis pesos?
¿No pensarían que la carne está envenenada, o les toman el pelo si una
libra de bistec, sin previo Decreto Ley, desciende de cuarenta a ocho pesos?
¡Sería abusar de la magnanimidad estatal o de los carniceros
particulares si con el salario de tan solo un día de labor, se pudiera
obtener una libra de carne tan exclusiva para los cubanos!
Pero despejados los sueños, de vuelta a la real incapacidad productiva
de carne de cerdo a nivel nacional, expondré algunas de las causas que
originan este cochino embrollo.
El principal problema de la improductividad es que tratan a los cerdos
como si fueran personas.
¿Quién ha visto que a un puerco se le da de comer un salcocho compuesto
por chícharos hervidos sin sal, huevos cocidos hasta el azul, y pan
saborizado con aserrín cual si fuera un comensal en los extintos
comedores obreros?
¿No es una exageración mezclarle un potaje de frijoles negros, dos yucas
que ni el guayo de Catalina podría ablandar, y un picadillo de jurel en
sus espinas como si fuera el almuerzo para un recluta destacado en
Managua o el alumnado de una escuela en el campo?
Por mucho que lo amemos, el cerdo es cerdo, y debe recibir un
tratamiento acorde con su especie. Los tiempos cambian y la ciencia
también, por lo que se precisa ahondar en los últimos requerimientos de
la tecnología y aplicarlos de forma gradual en el país.
Según un libro escrito por el simpar Mark Twain, la cría del cerdo es un
arte que nada tiene que ver con la ausencia de pienso, ni el salcocho,
ni el palmiche, sino con una siembra de posturas adecuadas, en tiempo, y
una atención y campaña recolectora con el transporte garantizado.
De acuerdo con las instrucciones básicas del manual "Como cosechar un
cerdo", de Twain, lo primero es preparar el terreno, humedecerlo, y no
dejar ninguna mala hierba que pueda nacer pegada al hocico, una pata, o
la guataca del animal.
Luego, sembrar una pezuña con una cola íntegra, rotunda, en fin
¡cubana!, y regar estas semillas con monedas de a dólar (CUC), o en su
defecto, billetes de a veinte pesos y estar atento a los brotes.
Cuando asome la primera pezuña, levantar un acta, hacer un ultrasonido,
avisar a los cosechadores, los intermediarios y el porquerizo oficial
para que tome nota y avise a los buquenques, preparar los arados, y a
cultivar.
Además de tener listo el cultivo y en estado de infarto a los factores
encargados de velar por la salud de la siembra, según el manual "Cómo
cosechar un cerdo", se precisa de un alto nivel de preparación para dar
seguimiento a los retoños, garantizar la robustez de sus tallos, la
esencia de sus flores, y sobre todo, estar atentos a la capacidad
productiva de cada planta.
Resulta vergonzoso que mientras las cerdas extranjeras logran entre
veintidós y veinticuatro cerditos al año, las cubanas sólo obtienen once.
Es hora de acelerar la aplicación de un nuevo método que permitirá
rellenar los baches de nuestras calles con crujientes chicharrones.
El desarrollo de la porcicultura en Cuba, así como su creciente
implementación a nivel de cuadra y de vivienda, nos facilitará en apenas
cincuenta años sustituir el aceite de soya por la manteca de cerdo y la
ropa vieja de "te sigo esperando" (vaca) por un jugoso bistec.
Eso de que siempre estamos en la siembra de sorgo, maíz, girasol, caña,
king grass, rizomas y tubérculos para los cerdos, no son más que
justificaciones de algunos presuntos comunistas que no merecen otro
calificativo que el de puercos.
Hay que detener en seco estas deficiencias y optar por el nuevo método
si no queremos que la cabeza de un cerdo tenga el mismo precio que un
misil en Honduras o una tonelada de marfíl en África.
Por eso necesitamos y pedimos a los cosecheros que se pongan para el
cultivo del cerdo, que ahonden en la porcicultura y no suelten el manual
de Twain ni a la hora del baño.
¿Acaso no han pensado en la estética surrealista de un bosque de cerdos
que se pierde en el horizonte? ¿Se imaginan donde quedarían Dalí, Bretón
y otros hacedores de pesadillas si pudieran decir en un mercado: "Por
favor, arráncame, pésame y envuélveme la colita que pende de aquel gajo"?
¿No han interiorizado cuántos cubanos quedarían libres de la esclavitud
y el peligro de robar al Estado, si en lugar de tener que invertir en un
puerco el salario de tres meses o un año, tuvieran sembrados en su
jardín un árbol de cerdos, que aparte de abaratarle el precio les evite
las tumultuosas colas?
Será estremecedor escuchar a una trabajadora o ama de casa decirle a su
atarantado hijo: "Niño, ve al jardín, súbete a la mata de cerdos y
tráeme unas paticas, que hoy haré potaje".
O escucharla cuando grita: "¡Pepe, ¿no te dije ayer que me robaron dos
cabezas del mismito capullo de la mata, y que además perdí un pernil que
se llevó una ventolera?! ¡Vamos a tener que electrificar el árbol! Te lo
pedí desde el día que encontré un reguero de patas y orejas por el suelo".
¡Esto sería lo máximo! El mayor logro posible en la producción de cerdos
a nivel mundial. Por eso es que no debemos perder el tiempo en reuniones
de compromisos, asambleas de ahora sí, y meter manos, corazón y pies en
el cultivo del cerdo.
Ya lo explicaba Twain en su inigualable manual. Lo demás..., lo demás
viene con el esfuerzo y la imaginación, como señalara el escritor y nos
engaña el gobierno.
Eso se los aseguro yo, Nefasto "El porcicultor".
Para Cuba actualidad: vicmadomnigues55@gmail.com
http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/humor/4215-la-siembra-y-recoleccion-del-cerdo.html
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