01-03-2011.
Elías Amor Bravo
Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- Raúl Castro ya ha reconocido públicamente
que el ajuste laboral incorporado en los "Lineamientos", que suponía
la eliminación de medio millón de puestos de trabajo en el sector
estatal, el 10% de la ocupación total de la economía, no se podrá
alcanzar, como estaba inicialmente previsto a finales del mes de marzo.
Y lo hace, y se queda tan tranquilo, como si nada. Lección número 1 de
Economía: lo que nunca debe hacer un gobernante es ir modificando sobre
la marcha sus propuestas de política económica, porque hay algo muy
importante que se llama "credibilidad", y que es fundamental para
dinamizar las fuerzas productivas de un país y atraer a los extranjeros.
Pues bien, con esa decisión de retrasar el ritmo de los cambios, Raúl
Castro ha suspendido esta asignatura y lo peor es que, no puede
examinarse en la siguiente convocatoria.
Y explico por qué.
Desde que llegó al máximo cargo político de Cuba en 2006, tras la grave
enfermedad de su hermano, Raúl Castro se ha empeñado, informe tras
informe sobre la actividad económica de Cuba, en llevar a término lo que
él llama "actualización" del modelo cubano, una especie de cóctel
tropical que confunde la mezcla de zumos de frutas con la cantidad y
calidad del alcohol que se dispensa.
En diversas ocasiones, le hemos hecho saber que unos planes que afectan
a tantos ciudadanos, el 10% de los empleados, no pueden ejecutarse sin
el mínimo consenso social, diálogo, aceptación de posiciones
posiblemente contradictorias, de quiénes van a salir realmente
perjudicados del proceso y quiénes son responsables de ejecutarlo.
Cuba, donde la pluralidad sindical está prohibida, pero eso no significa
que no existan sensibilidades distintas en el mundo del trabajo, ir
adelante con esta reforma, en plazos inflexibles, y con un ritmo de
avance enloquecido, no podría jamás, ni con el mejor de los escenarios
posibles, tener éxito. Ni siquiera cuando se creen las condiciones
organizativas y legales que garanticen el despliegue de los nuevos
cuentapropistas, algo que en Cuba, sin un marco estable de derechos de
propiedad y en ausencia de economía de mercado es, cuando menos, difícil.
Las reformas laborales de este alcance exigen consenso social. Mucho
diálogo, aceptación de propuestas contradictorias entre sí, negociación
y la existencia de un marco estable y predecible para las decisiones de
los agentes económicos. Así es como se hacen las cosas en cualquier
economía, y las recomendaciones de la Organización Internacional del
Trabajo, OIT, que el castrismo no suele cumplir, están ahí para ser
atendidas.
En tales condiciones, el retraso en la aplicación de las medidas, viene
motivado porque el riesgo calculado apunta a que puede ser peor el
remedio que la enfermedad. El caos organizativo y sistémico de la
economía cubana, que tan de moda está en ponerlo de ejemplo todos los
días en Granma en sus artículos "críticos", es el resultado de la
aplicación del modelo estalinista de planificación central de la
economía y ausencia de propiedad privada desde 1967. Cambar ese estado
de las cosas, es muy fácil, si se tiene voluntad política.
El problema es que Raúl Castro quiere construir la casa empezando por el
tejado, y eso es imposible. Un informe de hace pocos días, insistía en
las dificultades de las autoridades para poner en marcha las
"disponibilidades de personal", que se iban a determinar en "comisiones
de recursos humanos y la evaluación de los contenidos de trabajo del
personal", así como en la obligación de ofrecer, a quienes estuvieran
sin empleo, "alternativas en sectores prioritarios para el país", todo
un galimatías intervencionista económico que ahoga a cualquiera y que
resulta difícil y problemático de entender.
Es entonces, cuando a la vista del malestar generado por las medidas y
diversos comentarios que rayan en la crítica al sistema, y que la
llamada "revolución" no puede aceptar, que Raúl Castro cambia de tercio
y dice que la reducción de plantillas en el sector estatal "no
constituye un fin en sí mismo, sino una medida encaminada a recuperar la
eficiencia y la disciplina en los colectivos de los trabajadores".
La decisión de Raúl Castro puede venir debida, igualmente, al temor a
que el próximo Congreso del partido único termine como el rosario de la
aurora, un gallinero descontrolado en el que, su hermano, desde la
distancia, pueda recriminarle por haberse metido en donde no le llaman.
Para evitar ese ridículo social, y sortear un entorno político complejo,
la decisión de Raúl Castro de dilatar el proceso de despidos aparece
como un ejemplo más de su debilidad política y de la partida marcada que
está jugando con unas cartas que no son, en absoluto, favorables.
En una reunión celebrada en Madrid a finales del pasado año, organizada
por el Swedish Liberal Centre en colaboración con Miscelánea de Cuba, ya
tuvimos ocasión de exponer el déficit de legitimidad que existe en los
"Lineamientos", donde se tiene la impresión de que varias plumas
esconden las manos de autores con criterios y posiciones económicas muy
diferentes. Es por eso, que carecen de credibilidad, y son papel mojado
a estas alturas, sin que nadie se crea realmente su contenido.
A la vista del desaguisado, Raúl Castro se sale por la tangente y dice
que "nuestro modelo no es tarea de un día y ni siquiera de un año, y que
por su complejidad demandará no menos de un quinquenio desplegar su
implementación", insistiendo una vez más en la tesis de que las prisas
son malas consejeras, como si la situación de la economía cubana no
exigiera de cambios radicales y urgentes.
La carga de profundidad que para muchos ciudadanos cubanos que confiaron
en su sistema económico y político de que un día se pueden quedar en
situación de desempleo, es muy pesada y tiene consecuencias letales para
el régimen. La elevada participación que se está produciendo en todas
las ciudades de Cuba por parte de la gente, en sus comités, en sus
asambleas, en centros de trabajo, en cualquier foro controlado por el
partido único, ha puesto de manifiesto que el terreno es especialmente
peligroso, y que hay que frenar.
El problema es que la economía cubana necesita urgentemente de cambios,
que solucionen los graves problemas existentes, y esas dudas, temores y
ralentización de los procesos, no presagian un desenlace final feliz.
Estaremos atentos.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=31441
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