Publicado el 04-28-2009
Obama y Cuba
Por José Ignacio Rasco
Sin pretender juicio definitivo sobre la política seguida por Obama en
el caso cubano, porque todavía faltan casi cuatro años para que finalice
su período presidencial, algo podemos conjeturar.
Ante todo debo reconocer que el juicio político --o tal vez el prejuicio
de muchos expertos y comentaristas que predijeron tantos horrores y
errores que ocurrirían sobre Estados Unidos y Cuba, afortunadamente solo
sirvieron para demostrar, una vez más la miopía política de tantos
compatriotas del patio. Lo cual ratifica mi opinión sobre la falta de
visión política que caracteriza a tantos criollos supuestamente expertos
en diagnósticos y pronósticos sobre la política cubana.
Pero aunque todavía Obama no ha cumplido los primeros cien días de
gobierno ya se puede sospechar sus propósitos e intenciones en el
inacabable caso cubano. Ningún presidente en las cinco décadas que ya ha
cumplido la tiranía castrista ha sido capaz de hacer una política
inteligente que ayude a los demócratas cubanos a lograr la liberación de
la Isla manejada por la Unión Soviética, sus sucesores y socios de
consignas.
Pero no olvidamos que el problema cubano es, prioritariamente nuestro,
cubanísimo. Bien venga toda buena ayuda, pero nuestro deber liberador es
prioritario a toda cooperación externa.
Ante la duda sobre la personalidad compleja del candidato demócrata, el
sorpresivo Obama, verdades y mentiras se combinaron para imposibilitar
su acceso a la silla presidencial. Pero la abrumadora mayoría de votos
frente al honesto candidato republicano contó con el sentido democrático
de este gran país y "un negro" ascendió a la presidencia para imponer el
comunismo en esta nación, con la cooperación de Castro (sic), como oí
decir a más de uno de cubana ascendencia. Y un maquiavélico plan
leninista se impondría para toda la América española y portuguesa. Y
siempre nos olvidamos de Haití…
Pero llegó la reunión de Trinidad-Tobago donde se abonarían
generosamente los territorios sembrados con semillas y árboles rojizos
que el Presidente de los Estados Unidos regaría con sangrías bien rojizas.
Pero el Presidente Obama defraudó a todos los profetas y profetizas del
desastre y se robó el show con sus comentarios irónicos y frases
lapidarias y con gestos que indicaron que lo cortés no quita lo
valiente, en una esgrima política que dejó anonadados en la Asamblea, de
Trinidad-Tobago al estilo del "¿Por qué no te callas?"
El apasionamiento exagerado, fanático, suele ser un factor de juicios y
acciones erradas. Más que juicios hay que considerarlos prejuicios y más
que acciones, son reacciones viscerales que afectan todos nuestros cinco
sentidos y nos engolosinamos con afirmaciones muy lejanas de todo
realismo, aunque cargadas con un patriotismo sentimental, apasionado,
que lleva a algunos al suicidio. No hay que extrañarse pues que Cuba
marchara a la cabeza en número de personajes de la vida pública que han
terminado su vida por la vía suicida, entre el todo o nada.
No tenemos la virtud de eubolia, como decía Azorín, que "consiste en ser
discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir…
Mantener la duda respecto a la opinión que tenemos"…
Partamos de la base que solo Dios es perfecto. No endiosemos nunca a un
líder. Llámese "Obama, Reagan, Estrada Palma o Martí". Ni confundamos
las opiniones con sentencias definitivas. Los elogios desmesurados
llevan al endiosamiento y las críticas inverecundas frustran a veces los
mejores proyectos. Todo juicio humano tiene que convalidarse con los
hechos. Un futuro siempre se nutre de un pretérito. De ahí la duda
metódica para llegar al final del túnel. El "yo" y las "circunstancias"
siempre se abrazan.
Los elogios divinizados a Castro en el ´59 son también cómplices de
nuestra tragedia todavía actual.
En el caso de Obama tampoco caigamos en la diabolización ni en la
divinización. Acaso el prudente término medio nos ayude a entender mejor
su obrar. "Facta, non verba".
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