Leafar Pérez
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Existen palabras
misteriosas que atemorizan de tal modo que a veces no se mencionan. En
Cuba sabemos mucho sobre esto. El espectro es amplio y abarca desde los
alimentos, materiales de construcción, política y enfermedades, hasta
nombres de escritores y artistas. En un estado autoritario como el
nuestro las autoridades son pródigas en prohibir.
Como en un filme de suspense, cuando alguien va a pronunciar una palabra
prohibida, mira por encima del hombro por si hay cerca algún guardia o
chivato (como se conocen a los colaboradores de la policía); entonces se
te acerca al oído y en un susurro dice la frase prohibida:
-Tengo carne de res a dos fulas la libra, y la langosta a quince cañas
el paquete.
Fula y caña, sinónimos de pesos convertibles, un híbrido entre dólar
norteamericano y peso cubano. Aunque también cualquiera de estos
personajes, como buen espía, comenta como quien no quiere la cosa:
-En el almacén de la esquina hay cemento y cabillas, no digas que yo te
mandé que hay que mantener el anonimato por si hay algún escache.
En cuanto a palabras sobre temas políticos, hay tantas que se puede
elaborar un pequeño diccionario. En voz baja te comentan:
-¿Oíste lo de Valenciaga? Dicen que se escachó por desearle la muerte al
Caballo y por decir que el Chino no quiere cambiar nada.
Muchos de estos comentarios contienen una buena carga de especulación,
ya que las palabras información y prensa libre están censuradas.
Para este oficio clandestino de pronunciar vocablos prohibidos se
requiere de valor. Si la policía política se entera que alguien comentó
acerca del último letrero que pusieron en contra del gobierno, o que a
Fulano se lo llevaron preso por defender los derechos humanos, tenga por
seguro que no la va a pasar nada bien.
La censura llega a límites insospechados. Mucho se habló del
fallecimiento de nueve bebés en un hospital de la capital durante el
pasado mes de julio, pero siempre en voz baja. Al médico que dio la
información por poco lo desaparecen. Sus vecinos lo tildan de loco
porque sólo los chiflados se atreven a desafiar al gobierno.
Palabras relacionadas con el sector de la salud como epidemia,
leptospirosis, conjuntivitis, paludismo, tuberculosis o dengue forman
parte de las innombrables. Aunque las personas están conscientes de que
cuando se pronuncian, aunque sea de forma velada, la salud de muchos
corre peligro.
La población sabe, dice y comenta que el Primer Secretario del Partido
Comunista en la capital, Pedro Sáenz, activó nuevamente al estado mayor
de lucha contra los vectores. Que se reunió con las direcciones
provinciales de Comunales y Aguas de La Habana para controlar, junto al
Ministerio de Salud Pública, la naciente epidemia de dengue que afecta a
los habaneros.
Los funcionarios que se encargan de lidiar contra el mosquito Aedes
Aegypti ya no hablan de tomar medidas preventivas sino de controlar las
zonas de alto riesgo.
Las avionetas han intensificado las fumigaciones, los inspectores de
salud explican que cuando en la cuadra fumigan tres veces a la semana no
es porque haya dengue, sino porque hay algunos casos de fiebre, y por
eso se mandó a fumigar el área.
Varios hospitales han habilitado salas para los casos que se presentan,
como el Salvador Allende. A muchos pacientes se les ha dado de alta
antes de tiempo con el argumento de que van a realizar reparaciones,
mientras los mosquiteros siguen llegando.
Hay dengue en la capital. Se comenta, hay datos suficientes para
confirmarlo. Pero las autoridades no tienen valor para mencionar la
palabra, aún cuando está en juego la vida de muchas personas.
No comments:
Post a Comment