Por Raúl Rivero
Aunque creo conocer bastante bien al poeta y periodista Ricardo González
Alfonso, estoy seguro de que a la hora en que escribo esta nota, después
de cinco años de cárcel y acosado por varias enfermedades, él debe de
ser otro hombre.
Iba a decir que ahora, con su celda inundada, allá en la famosa cárcel
Combinado del Este de La Habana, tendría siempre una mirada irónica y un
poco de humor para aliviar la sal del día, pero ya no puedo saber cómo
reacciona mi viejo compañero del periodismo y la poesía.
Tengo que transcribir el mensaje que envía desde La Habana su esposa, la
periodista Alida Viso Bello, sobre el momento que vive hoy el autor del
poemario Hombres sin rostros.
«En el edificio 3, destacamento 26, celda 31-14 donde se encuentra»,
dice la señora Viso Bello, «hay una humedad extrema con goteras y
filtraciones. Se inunda a pesar de que en la celda existen
confeccionados con pomos plásticos y sujetos con hilos que pegan (los
presos) con jabón en el techo».
La nota explica que la celda tiene tres paredes tapiadas (sin ventanas)
y sólo circula el aire por los barrotes de la puerta de hierro. Explica
la periodista que en ocasiones González Alfonso se pasa hasta dos meses
sin recibir atención médica y que desde el mes de julio pasado padece de
bronquitis y no se le suministra ningún medicamento.
El poeta, de 58 años, declarado prisionero de conciencia por Amnistía
Internacional, padece de alergia, hipertensión, artritis cervical,
trastornos digestivos y circulatorios.
Es el corresponsal de Reporteros sin Fronteras en Cuba y presidente de
la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. Fundó y dirigió la
revista De Cuba y dirigía la biblioteca Jorge Mañach, especializada en
temas de periodismo.
En abril de 2003 recibió una petición fiscal de cadena perpetua. En el
juicio se le bajó la condena a 20 años de prisión.
Es verdad, ya no sé cómo puede ser este hombre después de esos
suplicios. El poeta es éste: «Nacen huérfanas/ las palabras/ del
presidio./ Nacen huérfanas/ donde yace/ sin paz/ la magia tremenda/ del
idioma».
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