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Wednesday, June 25, 2008

LA ACTUALIDAD DE LOS DISIDENTES

LA ACTUALIDAD DE LOS DISIDENTES
2008-06-25.
José Vilasuso

Cierta gente niega ciertas cosas, en lugar de aprovecharlas. Joan
Chittister.

Un ojeo actualizado de los acontecimientos isleños a la luz de la
computadora, cibernética e Internet sobrepasa cualquier formulismo,
papeles al carbón y membretes que, los cuarenta y tres años de
permanencia del régimen en el poder, por simple ley natural se
encargaron de erosionar.

Desde tiempos que, para esta fecha nos parecen remotos, y una vez
pasados de moda tanto aquellos alegatos contra el embargo, como las
comparaciones entre la Cuba anterior o posterior a 1959, evaporaron su
pimienta, el picante y ají guaguao, e intentar revivirlos y peor aún
sostenerlos, sólo conduce a un estado de ánimo colectivo, el
aburrimiento total. La queja mejor justificada de no pocos.

Cada minuto de vida demanda con mayor ímpetu la actualidad y puesta al
día de los acontecimientos criollos. ¡Indiscutible!. Mas en boca de
¿quién? El deterioro del sistema totalitario y sus pregones aledaños
condujo a un vacío de la opinión pública. Ya nadie expresa su hieratismo
de manera más elocuente y palmaria que el viejo de los ojos saltones,
siempre asombrado, y su inocuo heredero con la boca comprimida: ambos
pulcramente uniformados por supuesto. Mientras tanto toda búsqueda de
arreglos, protagonismos y protagonistas por los dominios mar afuera de
la nervatura cubana, está condenada cuando menos al desvío, o al limbo,
si no al fracaso total

La razón es obvia. Por aquí se carece de instrumental, referencias
directas, y los recursos idóneos, - los propios de costa adentro -, para
refundar y explicitar el tema con certidumbre. Es que aquí se habla con
léxico de aquí, sirviéndonos con proyectos y soluciones de nuestra
propia cosecha. Todos o casi todos sacadas del ombligo, nuestro ombligo.

Este escenario no corresponde a la parcela de los advenimientos; sino al
rincón de nuestros recuerdos. No denota criterios involucrados en el ajo
ni cuaja en fórmula, si alguna al uso de adentro. En este caso la
sintonía brilla por su ausencia. Es tan claro como el agua.

Porque se requiere permanecer afincado firmemente en el terruño nacional
para ofrecer un discurso con léxico bien espoleado, capaz de inculcar la
llama de lo verificable, las ansias legítimas del ciudadano promedio; en
una palabra ese compromiso y referencias de que a todas luces carecemos
los de allende el mar costero con sus salpicaduras, lejanía y oleaje
embravecido.

Sólo quienes conviven bajo el sistema isleño pueden ofrecernos ese
informe de última hora, capaz de revivir el aliento de los hombres y
mujeres deseosos de acompasar los verismos de la historia, con los
ejemplos cotidianos. Sólo quienes desde las entrañas del fiambre, donde
los efectos de la parálisis cascan de manera visceral, son los realmente
aptos para ofrecer una proclama renovadora, renovada y renovante, con
cimientos de credibilidad. Para tocar fondo en el síndrome hay que
brotar del mismo tejido, manejando idénticos recursos, y doliéndole sus
inferencias. A ellos a los de puertas adentro les pisan los callos, a
nosotros quisieran.

Ese personal único, privilegiado lo componen los disidentes pacíficos
activos en la tierra que los vio nacer. Ni más ni menos. Ni mucho ni poco.

Los disidentes son las voces del nuevo milenio. Aquellos que contemplan
las mismas circunstancias y acaeceres bajo un lente primario, fresco y
en boga. La noticia en caliente, aunque censurada. Son los testigos de
generaciones no consultadas. Las víctimas de una dictadura cavernaria,
brutal, cruel.

La dirigencia capaz de innovar y aportar otras visiones a las que aun se
repiten cual chasquido de huesos viejos reproducidos más acá de los
arrecifes costeños con sus cangrejos escondidos. Sus pronunciamientos, a
ratos incomprensibles ante nuestros ojos consumistas, arropan una
luminosidad nunca igualada por la referencia de segunda mano, el
partidarismo embriagador, los prejuicios más acostumbrados, o las heces
del poder y el dinero.

En su lugar los pronunciantes desde dentro no temen, no pueden temer a
las consecuencias inmediatas de sus planteamientos, no importa que nos
asusten o sorprendan. Hace rato que ellos se curaron de espanto, pues
comprendieron que el peor miedo lo produce la autocensura y la
castración personal. Saben que confabularse con el totalitarismo es
negarse a vivir.

Doblegarse para emerger sonámbulo. Mostrar dos caras sin creer en
ninguna. Ellos en cambio, no sienten otra responsabilidad que
contrarrestar una mordaza hermética que el mundo libre, rara vez refuta
con acierto. Posturas tales quiebran los bocetos y croquis de hablantes
consuetudinarios que por espacio de cuatro décadas, cerraron el paso con
cadenas y clave escondida al devenir de la historiografia nacional.

Fue una maniobra orquestada ante caras estupefactas y un tapabocas con
esparadrapo para todo el que piense con seso no hueco. Esa maniobra se
desinfla y deshecha por inoperante, ante la sensatez de cuadros cuya
palabra rasga velos y desenreda madejas para emitirse conforme aquello
de Voltaire: "No pienso como tú pero daría mi vida para que puedas
expresar tu pensamiento libremente."

Más agotado el repertorio oficial, o mejor la verborrea monológica. El
pluralismo cobra vigor como efecto de una dialéctica imparable. La
diversidad. Es el turno que le corresponde, ocupa un buen sitial y,
desde Josué nadie ha vuelto a parar el sol. Puede o no, transmitirse una
declaración, nota de prensa, o noticia firmada por Elizardo Sánchez,
Claudia Márquez u Oswaldo Payá, vigilados día y noche en sus respectivos
hogares, o por Pedro Pablo Alvarez, Manuel Chaviano u Oscar Elías Biscet
tras las rejas.

De hacerlo asi se aporta algo estimable y de notorio interés público.
Pero si se omite la doctrina, consejos o criterio por ellos rubricado
esa misma noticia se reduciría a un valor virtual, insuficiente.
Acentuemos que el coraje necesario para diferir bajo una dictadura
totalitaria supera con creces al de empuñar el rifle o poner una bomba.
Cuestiones de valimientos. Que no quepa duda.

Los disidentes no tienen que encapucharse para disentir. ¿Ocultarse de
quién? Al contrario, que les conozcan sus lindas o feas caras. Evaluamos
manifestaciones a pecho descubierto producto de la racionalidad. Jamás
efecto de la fuerza. Conductas escritas con sangre desde hace siglos las
anteriores. Aun por diseñarse con flores las últimas. Al leer una
entrevista sobre derechos humanos formulada a don Félix Bonne por
ejemplo, nos suele producir un pesar muy hondo en el corazón. Lástima
que tantos hombres libres se la pierdan.

Pueden existir concausas o hasta explicaciones a la renuencia de
publicar los materiales sacados a alto riesgo, por los periodistas
independientes para consumo exterior. Todo se abandona en el valor que
se les otorgue como información del momento. A su peso quienes
disfrutamos la democracia, acostumbramos manejarla cual artefacto de
fácil disposición. Ah, alto ahí, pongámonos en el lugar de aquéllos.

Qué hacer si mientras se ostenta el auricular, percibiéramos los
controles de Seguridad del Estado monitoreando hasta nuestra última
sílaba. Como ocurrió recién en Vertientes, Camagüey, con dos mil vecinos
protestando ante la fuerza pública en la inauguración de una biblioteca
independiente. Me pregunto, si tendríamos los pantalones necesarios para
seguir adelante. ¿Continuaríamos ofreciendo al mundo la noticia, como lo
hicieron aquellos valientes - Normando Hernández - al costo de la cárcel?

La piedra de toque de la tramoya se ciñe en la gracia que la libertad
inculca a esos héroes y los anima a proseguir sus labores sus
argumentaciones serenas frente a todo riesgo. El riesgo es otro mérito
que acrece el acervo del ungido y empuja su desafio. Es que la madera
del dirigente no se descubre mientras ese instante de prueba no arriba
al chapeao.

Allá dentro la libertad vive bajo acoso y asedio constante. Además está
la originalidad de no pretender dañar a nadie, una particularidad que
hace confiar aun más en la virilidad de la causa defendida. El disidente
no necesita hacer daño porque quiere el bien y no puede contradecirse
ejerciendo lo opuesto. Pura congruencia. No concibe reciprocar a los
comunistas con sus mismas acciones. Sería igualarse.

Tomar parejo y como resultado la discrepancia carecería de fundamento.
Otro cambio de casaca. En respuesta él posee una conciencia consecuente
con su quehacer humanitario. Un proceder conforme a las aspiraciones del
buen sentido. Hombres tales no se forjaron con discursos desafiantes
sino en la experiencia sufrida y su reflexión en torno. Sus hematomas a
flor de piel son florones que sobresalen en el gran cesto de las
heroicidades. Por eso pararon de engañarse.

Creen en lo que predican, por eso dejan sus ideas correr y saben que a
la larga convencerán. Pero si aplicaran el garrote sería prueba de
inseguridad, perderian su gracia. No. El disidente coincide con Mirabeau
no con Marat. Con Gahndi, Napoleón Duarte y Nelson Mandela; jamás con
Tirofijo, Guevara, los ayatolas, talibanes o etarras. Le basta con saber
que su idea será reprimida para apreciarla mejor y comprobar su fertilidad.

Si se tratara de un capricho o rebeldía sin causa, al propalarla no
correrían riesgo alguno. Más bien demostraría su futesa.
Paradójicamente, los cuerpos represivos en acción confirman la justeza e
irrecusabilidad de la misión contestataria cubana. Eso les hace saltar
la ira. Y por lo mismo responden con la agresividad, la amenaza para
reforzar así lo irrevocable de aquella protesta. Sin quererlo les dan la
razon.

He ahí tres factores estupendos en beneficio de estos incansables
trabajadores por los derechos humanos. La barbarie de sus carceleros,
originalidad de tal activismo y ausencia de contraargumentos sólidos en
el mundo libre.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=15941

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