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Thursday, November 22, 2007

ANTROPOLOGÍA DEL CHAVISMO

ANTROPOLOGÍA DEL CHAVISMO
2007-11-22. www.firmaspress.com
Carlos Alberto Montaner, Escritor, Periodista y Político

José María Aznar pensó que Chávez era educable y le regaló un libro
demoledor sobre Cuba: Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan
Gutiérrez. En una prosa salvaje, como de tatuaje en el escroto, el autor
describía una realidad nauseabunda que nada tenía que ver con las
fantasías revolucionarias.

La isla estaba más cerca de las alcantarillas llenas de ratas que del
paraíso del proletariado. Chávez seguramente no entendería un sutil
análisis político, pero un escabroso relato escrito con testosterona tal
vez estaba a su alcance.

Esto sucedió en 1999, poco antes de la Cumbre Iberoamericana de La
Habana. Aznar llevaba tres años al frente del gobierno español y Chávez
acababa de ser elegido. Entonces parecía que, con un poco de paciencia,
se le podían enseñar algunos trucos democráticos y ciertos modales de
salón para que se comportara como una criatura razonable capaz de
compartir con sus colegas sin temor a que les lanzara un mordisco.

Pero el plan no funcionó. El venezolano pertenecía a una especie que no
aprende ni con un tutor real. Sabe hablar, pero no escucha ni calla.
Sabe leer, pero no entiende. Es una criatura muy agresiva que aterra a
propios y extraños y se impone con aullidos, golpes de pecho, y la
exhibición permanente de los colmillos.

Eso se llama "gobernar por intimidación" y es un rasgo típico de ciertos
primates de Borneo y de algunos homínidos de la cuenca del Amazonas. Esa
conducta, además, trae aparejada una valiosa recompensa emocional:
despierta la atención general y convierte al que la ejecuta en un
vistoso foco de atracción.

Si uno accede al podio de la ONU y pronuncia el millonésimo discurso
sobre la conveniencia de preservar la paz y alimentar a los pobres, no
hay forma humana de aparecer en el New York Times. Eso se logra, en
cambio, declarando que el diabólico Bush dejó una perceptible fetidez a
azufre cuando pasó por la tribuna previamente. Es cierto que la
mefistofélica referencia no contenía ningún elemento interesante, pero
el objetivo no era hacer un aporte al debate político racional, sino
salir en los papeles a cualquier precio.

La cosa, pues, es llamar la atención mediante una mueca desmesurada,
unos zapatones y una narizota colorada. Ahí coinciden dos elementos
típicos de la personalidad narcisista: el exhibicionismo y el
histrionismo. El Narciso siente la urgencia de que lo admiren y para
lograrlo se exhibe en una postura llamativa. Hitler, Mussolini, Kruschev
e Idi Amín fueron así. Todavía lo son Fidel Castro, Gadaffi y Kim
Jong-il. Son gentes que han confundido la realidad con la pista del
circo y disfrutan las risas y los aplausos de sus subordinados: "¿viste
como el jefe acabó con ellos?". El jefe siempre es tan gracioso.

Este tipo de personalidad siempre vive por y para el conflicto. Le
encanta la pelea, el desafío, y navegar contra la corriente. Para ellos,
gobernar es eso: la confrontación permanente, el choque, vencer a los
adversarios, liquidar a los enemigos, darles en la madre a los
americanos y destruir a quienes se le oponen. La simple sugerencia de
buscar consensos y negociar las diferencias les parece una humillación
insoportable. Quienes disienten no son personas con opiniones diferentes
sino gusanos, diablos, cualquier alimaña al alcance de un enérgico
pisotón revolucionario.

¿Qué se hace con estas gentes? Los chinos están ensayando una variante
moderna de la lobotomía. Con cierta manipulación de los lóbulos
frontales han conseguido amansar a algunos psicópatas agresivos, pero la
operación todavía está en fase experimental. Por otra parte, se trata de
enfermos que, aunque claramente tienen una dolencia descrita en todos
los libros de texto, son otros los que la padecen. Ellos son sólo los
portadores del síndrome, no las víctimas, y es difícil llevarlos por las
buenas hasta el quirófano. Eso explica la melancólica frase de uno de
los presidentes cuando el incidente entre el monarca español y Hugo
Chávez: "pobre Juan Carlos, no sabe que es más fácil impedir un golpe
militar que callar a este hombre". Hay tareas imposibles.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=12719

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