PROPIA HISTORIA
2007-10-20.
José Vilasuso
El que emprende algo puede equivocarse, pero el que nada emprende ya
vive equivocado. Don Santiago Alberoni.
¿A qué se debe la extemporánea violencia gubernamental que incluye el
acoso incivil a las Damas de Blanco ante la vista del mundo libre, y el
no menos rechazable asedio al licenciado invidente Juan Carlos González
Leyva? Por no citar las agresiones físicas a Guillermo "Coco" Fariñas,
héroe internacional de las comunicaciones, a doña Marta Beatriz Roque
Cabello candidata al Nobel de la Paz, al valiente entre los valientes
Jose Luis García "Antúnez", y los últimos desaguisados que han tenido
lugar en la provincia de Villaclara para reafirmar con creces la
naturaleza intrínseca del totalitarismo cubano revolucionario.
Hablando desde la esquina caliente la represión no puede obedecer a
sucesos o esconderse tras pretextos en específico, sino a un estado de
ánimo reinante entre sus máximos responsables que se refugian en la
repetición de una conducta innoble que ha sido sostén de su
preponderancia durante más de cuarenta y ocho años.
Aunque cabe preguntarse ¿por qué este ahondamiento en el sadismo? ¿a qué
viene ese desprecio a la opinión pública? ¿qué explica la carencia de
autocontrol que toda autoridad se debe imponer para hacerse acreedora de
calificativo tal? A continuación abrimos un nuevo laberinto por los
tantos senderos que se bifurcan y se confirma que toda acción agresiva
es de suyo defensiva. Nada nuevo bajo el sol. Malas costumbres.
En la personalidad de Fidel Castro este recurso adquiere carácter de
hábito y proporciones de artillería pesada. Desde que lo conocimos creía
firmemente que recrudecer la embestida consuetudinaria es la mejor
manera de asegurar lo que se tiene, el poder; especialmente al verse
cuestionado en serio. Sopesando estas tácticas y su uso desmesurado en
las presentes circunstancias, arribamos a la conclusión definitiva de
que dicho poder está más al borde del colapso que nunca.
Y el canal abierto continúa tomando rumbos más definitorios al
percibir que el régimen ha perdido el puntal máximo de su persistencia.
No es necesario volver a nombrarlo. Es el fin de todo caudillismo, el
fin de su historia. Porque la historia del caudillismo es la historia
que finiquita. El fin de su propia historia.
Escudriñamos la catarsis de un régimen cuya cohesión se debe
exclusivamente a la voluntad impuesta por el personaje único origen de
fanatismos y mitos irracionales nada extraños en el hemisferio. Ese
desboque de pasiones exhilarantes coacciona a sus corifeos en conjunto y
los obliga a proceder como un solo hombre, sin importar lo que cada uno
piense; si es que piensa algo.
En los últimos años el sincero apoyo popular se había derretido,
subsistiendo solo y - amarrados con sogas gruesas - el terror y la
propaganda, pirámides imprescindibles e inseparables de la vetusta
tiranía. Mas en el ámbito oficialista el caudillo ejercía un imán
permanente en que todos descansaban sin pensar en lo inevitable, lo que
acaba de producirse. El caudillo todavía manda, pero cayó en su ocaso
por cuestiones de salud. Como señalara recién don Ramón Colás, está
literalmente muerto, y añado, en vida.
Al no ver su efigie regularmente en público aquel imán se desdora,
desvanece y emborrona. Nadie lo puede sustituir y el régimen se
desmorona. Cada día los cuestionamientos son mayores, las rivalidades
toman cuerpo, más y más comprometidos despiertan a la realidad y se
labran salidas de futuro. La noche va cayendo en el olvido, ha quedado
atrás y sus sombras ya no cobijan a nadie. Es el paso inevitable de los
tiempos que jamás ha tenido contenedor. La marcha del tiempo no se puede
detener, la clepsidra no deja de soltar su grano de arena a término fijo.
Ahora con mayor premura se le teme a la especulación, a las propuestas
audaces internas y exteriores, por no citar a la verdad, el Caín del
falso Abel. Por ello ese retorcer de la retranca, pasar con dos vueltas
la llave y botarla lejos, a la espera para acallar de una vez por todas
los brotes imparables de pluralidad, discrepancia y disención. No es más
que más de lo mismo y de lo mismo más todavía.
Pero como segundo eslabón se repite la posibilidad de regreso al pasado
que no volverá. Se nos invita desabridamente a un festín nostálgico
propio de los niños bien. Papá hace deportes, papá conversa con Chávez,
papá reaparecerá en fecha fija y tomará las riendas del poder como en
sus mejores tiempos… Es la realidad que se tapa con el discurso único de
un viejo aparato político centrado en una sola figura. El fantasma del
Cid en Valencia.
El ensañamiento contra los disidentes arranca del temor a la ebullición
oficial especialmente entre los dirigentes jóvenes no manchados de
sangre ni contagiados por la opresión. El episodio de intelectuales
indignados por la reaparición de los censores más connotados ha
resultado elocuente. La memoria de dichos acontecimientos no ha sido
olvidada, gracias a la pluma de Luis G Ruisánchez. Como colofón hay que
acallar a los de dentro y por lo mismo preventivamente acosan a los
escritores, y pegan duro a los disidentes. Uno y otro golpe constituyen
pruebas del callejón sin salida del que no quieren salirse y nadie les
puede envidiar.
A todas estas cabe preguntarse. ¿Los demócratas están conscientes de su
cometido en la nueva coyuntura? Toda respuesta en cualquier dirección es
bienvenida. Sin embargo no dejamos de insistir en lo imperioso de un
mensaje acorde, renovado y renovador en el vuelco aciago en que tantos
ojos están fijamente puestos. Es pertinente enfocar la situación con
catalejos, quevedos y periscopios no empañados que permitan definir la
causa liberadora con toda la justeza, nobleza y pertinencia que la
reviste. Basta de acogernos al papel del interés poderoso para convertir
en víctima inocente al verdadero verdugo.
Basta de justificar la retranca occidada alegando que no se indemnizaron
las propiedades confiscadas hace tantas décadas. Basta de machacar ese
discurso reseco que pone condiciones para luego retirarse a deliberar, y
a lo mejor no hacer nada. Estos diseños se han degastado por el uso y la
creciente opinión pública internacional los pasa por alto a la espera de
un informe dotado de mayor imaginación. Informe que viene en desarrollo
desde hace buen rato y tal parece que aun esté por descubrirse fuera del
Malecón.
Lo quieren más elocuente que esas tomas callejeras de las Damas de
Blanco por ejemplo, arrinconadas contra una pared habanera, asediadas
por enjambres humanos que no deseo calificar, y que al brindárseles el
micrófono destilaron la esencia de su degradación moral. Sus rostros,
gestos y vocabulario revivieron los tristes papeles de las turbas
perpetrados en Jerusalém hace unos dos mil años.
La importancia de esas escenas reveladoras de la arteria vital de un
gobierno marxista leninista depende de nuestra capacidad al darlas a
conocer a la humanidad entera en toda su crudeza, verismo e impacto. No
esperemos que su nauseabundo hedor opere por sí solo y levante roncha.
No da tiempo. La vertiginosidad publicitaria se lo traga en un dos por
tres. Nuestro campo operacional reside en saturar a las almas sensibles
y corazones abiertos a la verdad dispersos por los cinco continentes.
Ellos pueden comprender la vesanía e inmundicias destiladas por esas
provocaciones en plena vía pública capitalina.
Pero la disidencia siempre ha sido original, desde su nacimiento. Su
irrupción en la historia de América alcanza sitiales monticulares que
coronan gestas admirables de valentía, valimiento y desprendimiento.
Presenciamos una divisa moderna que quiebra todos los presupuestos y
obliga al espectador a una meditación profunda en que los viejos clisés
ya no cubren terreno abonado ni abonable. Es que no son tiempos de
cambios, sino cambios de tiempos.
Por ello no deben asustarnos los repuntes de radicalismos continentales
que en una u otra forma no serán otra Cuba. Venezuela, Bolivia, o
Ecuador resultan en generosa porción consecuencia directa de ese enfoque
trasnochado que se le adjudica alegremente a la tierra de don Liborio el
gran guajirazo. El silencio impuesto por partida doble, - interior y
exterior, - propicíó las segundas partes que nunca fueron buenas. Pobres
diablos que apuntalan al carcamal en Adidas para exhibirlo en plaza
pública cual ídolo irreemplazable porque ellos carecen de flux protagónico.
Alguno de piel roja con cerquillo recortado e inteligencia poco menos
que mediana, parece asignarse el papel de locutor radial. Fíjense que se
va acostumbrando a transmitir la última noticia, fresquesita,
fresquesita como se la redacta la superioridad con puntos y comas. Estos
imitadores baratos llevan a flote el destino de todo banderillero, el
desencanto general y el vacío tras la risotada estruendosa de las
grandes multitudes.
A las resultas de todo lo anterior sobresale el "Qué hacer" del gran
Vladimir Ilitch Ulianov. Ningún enfoque por estrenar se abre solo el
camino al correr de las aguas, nunca ha sucedido de tal suerte. La mente
amurallada enterrada en el pasado se resiste a perder sus privilegios.
No se dejará ganar la partida. No puede aceptar un ideario diferido dado
que opaca los foros tradicionales en que hizo sus valimientos. Lo ve
cual amenaza, le hace sombra, le pica y le mortifica.
Tan estrecho de mente es el homo sapiens. Ese ejemplar humano primero
aprendió a restar y luego a sumar deficientemente; otros nunca pudieron
multiplicar y nacieron sabiendo dividir con filosa exactitud. Sin que
nos desgane ni desmienta la proliferación desmedida de aquellas
retrancas de la historia bolivariana, boliviana y ecuatoriana.
Sencillamente que nos toca de cerca laborar a todo pesar y luego
seguiremos bregando contra esas y otras rémoras que irán surgiendo
subrepticiamente en el mañana.
Mi reflexión mayor no compara situaciones ni evalúa posibilidades a la
vista. Se resume en esa misma idea lanzada por Laura Pollán, vamos a
continuar trabajando sin descanso. No nos detendremos. Porque la
democracia no es cuestión de poder, o de opositor; sino de empeñarse por
ella, en ella y por los derechos que la avalan.
Son esos derechos humanos que aparentemente estaban totalmente
conculcados en Cuba, y que de repente se ven defendidos honrosa,
heroicamente por esas mujeres a lo Marta Abreu o Mariana Grajales
desfilando por las calles habaneras ganándose el aplauso, admiración y
contagiando a grandes mayorías que despiertan ante una nueva Canción de
la Alegría.
Amigo revolucionario. Debe resultar inesperado, amargo y difícil de
digerir que te hayan entrenado militarmente por tiempo inmemorial y
redondeado por una fuerte dosis doctrinal que taladra hasta los
tuétanos, para que a la hora de los mameyes el enemigo imperialista se
sintetice en unas cuantas mujeres soltando palomas blancas y pidiendo
libertad para sus familiares presos cuyo único gran delito es pensar
diferente.
La historia se puede dorar a gusto del consumidor, aunque la historia de
la humanidad no pasa una nueva página, mientras la siguiente no sea más
interesante. Y ahora sólo cabe acomodar cobija al siguiente paso de esas
damas que dejan chiquitos a tantos que nos preciamos de nuestros
pantalones de vaqueros o de franela bien puestos y la raya mejor trazada.
En La Ciudad y los Perros novela de Mario Vargas LLlosa,
el comandante requiere a su subalterno quien apela a la honradez y la
verdad. "Mire teniente, con honestidad y sin mentiras se gana el cielo;
pero no los galones en el ejército." Tal vez sea así. Pero en nuestro
entorno se gana el mundo entero cuando se realizan hazañas de otro
tinte y nuevo cariz.
La democracia falló en esta isla que llamábamos de corcho no por sus
principios ni sus leyes; sino por dejarse coger la delantera bajo el
pregón de un falso progresismo, los pobres de solemnidad, y toda la
cantinela fátula alrededor de la mano izquierda. Para más tarde
enyerbarse todavía más en lejanos conflictos que reproducen los tiempos
del coronel Lawrence disfrazado de beduino y montando a camello, o las
novelas de sir Rudyard Kipling escritas bajo la tienda de campaña en
tierras bengalíes.
Páginas de leyenda y acontecimientos pasados guardados en la memoria
cuyo desenlace no hará variar un ápice la red compleja de intereses que
a su sombra se movieron. Pero el liderato democrático internacional debe
aguzar los sentidos para convencerse que en el traspatio de sus predios
hoy se libra la contienda verdaderamente interesante donde en vez de
portaestandartes del imperio, llevamos enarbolada y muy alto la bandera
de la libertad. Esa bandera es siempre nueva, rutilante y avizora, jamás
ha podido demeritarse.
Por otra parte el duelo se escenifica frente a un poder reaccionario,
oscuro y que si los tiempos no lo han barrido totalmente del planeta es
debido - en parte - a la ceguera de los mismos demócratas empeñados en
aquellas miserias arenosas, y en otras tantas cosas que al caso no
vienen ni vienen al caso.
Y lo mejor, el reto moderno se ha lanzado al calor del instrumental
pacífico. Lucha de ideas y armados hasta los dientes de ideales, hechos
heroicos y circunstancias únicas. Eso es lo nuevo en América, donde si
ciertamente siguen de moda los guapetones con metralleta, todo es
cuestión de cuestionarlos y ponerlos en su sitio. No, un señor
uniformado con boina, bien armado y amenazante nada puede ante una Dama
de Blanco. ¿Qué le va a hacer? ¿Disparar?
Pero en síntesis los disidentes no pueden hacer el trabajo completo.
Tienen que descubrirlos quienes disponen de los vastos pertrechos
publicitarios internacionales. Esos que se catalogan de cuarto poder. A
ellos les corresponde la otra parte de la tarea, descorrer la cortina
que oculta la verdad de Cuba al mundo. Porque hasta ahora esa prensa
internacional ha hecho muy poco, poco ha hecho o casi nada. ¿Se atreven
al cambio?
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=12265
No comments:
Post a Comment