2006-12-23
Shelyn Rojas, Periodista Independiente
23 de diciembre de 2006. La Habana – En Cuba, la alimentación es
deficitaria. La mayoría de las amas de casa se despiertan pensando qué
van a poner en la mesa a la hora de la cena y se acuestan preocupadas
con qué cocinarán el próximo día.
El cubano en estos años ha tenido que desarrollar una alucinante
inventiva para subsistir.
Miguelito es original, uno de un millón. Encontró una forma muy
optimista y auténtica de solucionar tal situación. Aunque no tiene
problemas mentales, su único recurso es la imaginación.
Es un hombre de treinta y siete años y a pesar que su hobbie es el
fisiculturismo se mantiene delgado, es peso pluma.
Una tarde Miguelito se dirigía muy contento hasta el grupo de amigos en
el gimnasio. Al llegar comentó que no haría ejercicios, aun se sentía
lleno del almuerzo. Expresó haberse comido treinta tamales de maíz.
Héctor, uno de los del grupo, lo miró fijo, serio, espantado. Entre sus
amigos Miguelito contaba su hazaña gesticulando sus manos y mirando
hacia arriba. Saboreándose, sonriente, como algo natural, cotidiano.
Alaín, que sí conocía bien a Miguelito se asombró, y algo indignado
porque se había pasado de grandezas, le dijo:
—¡Na' mentira!, ahora si apretaste, se te fue la mano. ¡Que cosa es eso,
compadre! ¡Treinta tamales! ¿Sabes lo que estas diciendo?
Miguelito muy serio le afirmó que sí, que él podía comerse eso y mucho
más. Que la noche anterior se había comido cincuenta postas de pollo.
Casi insultado, Alaín sacó cuentas:
—¡Estas loco! Una caja trae... ¡Na' asere! Deja de ofenderme. ¡Que tú
te comiste una caja y media de pollo! Miguelito, respeta a los hombres.
Miguelito se sentó junto a sus amigos en un muro y continuó diciendo que
su mamá lo alimentaba muy bien.
En días pasados, se había comido una paella familiar, que estaba picante
y los demás no habían podido comérsela. Alaín se volvió a insultar:
— Una paella con todos sus ingredientes. Una paella como tiene que
ser. ¡Na'!. Ningún cubano deja un plato así. Con un vaso de agua al
lado se lo come.
El grupo se reía a piernas sueltas. Miguelito, indignado porque no le
creían les expresó:
—Yo no se ustedes, pero a mí, para las navidades, mi mamá me traerá un
pavo grande de más de quince libras. Y como ella come poco, tendré una
feliz navidad.
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