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Sunday, December 24, 2006

Particularidad de una eclesiologia en la Iglesia de hoy en Cuba

Particularidad de una eclesiología en la Iglesia de hoy en Cuba
2006-12-23
Por Germán Díaz Guerra.

Es posible hablar de una Iglesia Católica con características
propiamente cubanas sin que se pierda la esencia católica o universal.
Esta peculiaridad de determinada cubanidad puede denotarse en los
últimos años, sobretodo a partir de los 90. Durante este tiempo la
Iglesia Católica se desarrolla por senderos, que le llevaron a tomar un
lugar de importancia dentro de la sociedad cubana. Ha sido también un
importante inspirador e impulsor de la democratización. Todo esto ha
llevado a que la Iglesia, actora en un tiempo y en un lugar donde
ocurren procesos particulares, haya ido modelando características
personales. Este rasgo de personalidad propia lleva consigo un
desarrollo teológico dentro esa particularidad, que al mismo tiempo se
convierte en una eclesiología cubana.

La génesis de este proceso la tenemos en la institucionalización de la
Iglesia en Cuba. Así fue que el emperador Carlos V solicitó al Papa León
X la creación de la Diócesis de Cuba. Para ello el Papa emitió la bula
Super Specula Militantis del 11 de febrero de 1517 y situó la cede en la
ciudad de Baracoa. En ese tiempo tal jurisdicción comprendía Cuba,
Jamaica y la Florida1.

La necesidad de una clara definición de la Iglesia en Cuba irrumpe en la
historia de Cuba después de la Revolución.
El clímax se alcanzaría en los 60, cuando la férrea ofensiva
antirreligiosa revivía en gran manera el fantasma de la guerra civil
española. Puesto que, Cuba era el país donde esos recuerdos estaban más
latentes que en alguna otra parte den mundo, fuera de la misma España2.

El conflicto Iglesia – Estado no termina, aunque éste se torne menos
estridente y la confrontación sea menor. 1993 fue el año en que
ocurrieron cambios visibles en la Iglesia en Cuba, con la carta pastoral
"El Amor Todo lo Espera". Ya en esa época reinaba un espíritu
positivista a causa de un supuesto advenimiento de cambio político. La
Iglesia en Cuba refuerza su personalidad y su característica propia.

Nosotros, pastores de la Iglesia, no somos políticos y sabemos bien
que esto nos limita, pero también nos da la posibilidad de hablar a
partir del tesoro que el Señor nos ha confiado: la Palabra de Dios
explicitada por el Magisterio y la experiencia milenario de la Iglesia.
Nos permite también hablar sobre lo único que nos corresponde: el aporte
de la Iglesia al bien de todos en el plano espiritual y humano. Y hablar
con el lenguaje que nos es propio: el del amor cristiano. La Iglesia no
puede tener un programa político, porque su esfera es otra, pero la
Iglesia puede y debe dar su juicio moral sobre todo aquello que sea
humano o inhumano, en el respeto siempre dadas autonomías propias de
cada esfera.

Más adelante en el documento, se acentua cual es el aporte esencial de
la Iglesia, el de señalar lo más importante, por encima de las
ideologías políticas y los modelos económicos. El hombre mismo, el ser
humano.

En el centro de toda esta situación problemática está el hombre, el
sujeto preferente, el tesoro más grande que tiene Cuba. "El hombre en la
tierra es la única criatura que Dios ama por si misma" (Gaudium et Spes.
24). Y cuando Jesús declara que "el sábado es para el hombre y no el
hombre para el sábado" (Me. 2, 27), o cuando San Pablo dice: "todo es
tuyo, tú eres de Cristo y Cristo es de Dios" (1 Cor. 3, 23), o el
Creador decide: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra" (Gén.
1, 26), nos están advirtiendo que no se puede subordinar el hombre a
ningún otro valor. La persona humana, en la integralidad de sus
características materiales y espirituales, es el valor primero y, por
tanto, el desarrollo de una sociedad se alcanza cuando ésta es capaz de
producir mejores personas, no mejores cosas; cuando se mira más a la
persona que a las ideas; cuando el hombre es definido por lo que es, no
por lo que piensa o tiene. "El principio, el sujeto y el fin de todas
las instituciones sociales es y debe ser la persona humana" (Gaudium et
Spes. 25).

La Iglesia Católica en Cuba ha adquirido, a partir de su propia realidad
y sus propios problemas, una filosofía muy de ella. En casos que no está
sujeta sólo al clero hay laicos que contribuyen a construir el edificio
de las ideas de la Iglesia, por eso son puntos de definición
eclesiológico. Tal es el caso de Dagoberto Valdés quien es director del
Centro de formación cívica y religiosa de la diócesis de Pinar del Río.
En una ponencia presentada en la IV Semana Social Católica de Cuba
Matanzas, 24-27 de junio de 1999, este señala uno de los problemas
considerado por la Iglesia como esencial dentro de la problemática
cubana: la convivencia humana en la sociedad.

El carácter comunitario y el protagonismo cívico son dos caras de
la misma moneda de una sociedad sana en que no se vaya a los extremos de
una masificación despersonalizadora ni de un individualismo ególatra. En
mi opinión, los cubanos, que hemos experimentado tales extremos,
necesitamos evitar los bandazos y promover un protagonismo cívico
personalista y comunitario.

Dagoberto Valdés, tan bien como cualquiera de los canónicos, formula los
problemas con los cuales la Iglesia de hoy en Cuba tiene que
enfrentarse: intolerancia, indiferentismo y relativismo.

Trabajar por la tolerancia social no se debe confundir con el
indiferentismo ético o el relativismo moral. Pero debe quedar claro que
en una sociedad contemporánea, que debe ser, por naturaleza, heterogénea
y pluralista, los fundamentalismos políticos o religiosos no solo
desacreditan a sus protagonistas sino que logran alcanzar exactamente lo
contrario que se proponen. Somos testigos del rechazo sistemático y
acrítico que se produce cuando el fundamentalismo político intenta
imponer una idea o proyecto por la fuerza de la publicidad o las
presiones de todo tipo. Trabajar por un clima tolerante significa que
aceptemos a las personas que sustentan opiniones, proyectos y actitudes
diferentes a las que consideramos mejores sin asumir acríticamente sus
posturas, pero sin rechazar a los conciudadanos y a las instituciones
que difieran de nuestros criterios por el solo hecho de disentir.
Últimamente, parece que se vislumbra en Cuba una especie de regreso a
las trincheras ideológicas y políticas, una variante de "tolerancia
cero" que puede conducir peligrosamente a la resistencia o incluso a la
violencia. Sin tolerancia no hay reconciliación.

Uno de los hechos más destacados del año 1994 fue el hundimiento del
remolcador 13 de marzo, que causó la muerte de muchas personas que
escapaban del país. La Iglesia Católica en Cuba no dejó pasar el hecho
por alto. El Arzobispo de La Habana firmó un mensaje, en julio de ese
año, bajo el titulo de "Mensaje del Arzobispo de la Habana y Presidente
de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba Sobre el naufragio del
remolcador ". En ese mensaje se refería a tales hechos como un suceso
que no parecía ser de ningún modo fortuito.

Los acontecimientos violentos y trágicos que produjeron el
naufragio de un barco donde perdieron la vida tantos hermanos nuestros
son, según los relatos de los sobrevivientes, de una crudeza que apenas
puede imaginarse. El hundimiento de la embarcación que llevaba también
mujeres y niños, y las dificultades del rescate de los sobrevivientes no
parecen ser de ningún modo fortuitos y esto añade al dolor un
sentimiento de estupor y un reclamo de esclarecimiento de los hechos y
de depuración de responsabilidades.

Por otra parte el Arzobispo expresaba la solidaridad de la Iglesia con
el sufrimiento y el dolor por las victimas del hecho.

La Iglesia Católica desea expresar su cercanía espiritual a los que
sufren la pérdida de sus seres queridos, ofrece su oración por las
víctimas, pidiendo al Señor fortaleza y consuelo para sus familiares y
llama a todos a una seria reflexión.


Un deseo profundo de la Iglesia en Cuba era el de encontrar una
respuesta a las causas de dicha tragedia. Eso llevaba al Arzobispo a
pedir: "Que los hechos se aclaren, que se establezca la verdad con la
justicia"

Un momento importante en la vida de la Iglesia Católica en Cuba fue la
festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, el pasado 8 de
septiembre. Un claro ejemplo en el que se muestra una elaborada
eclesiología cubana, que define a la Iglesia en Cuba en su tarea central.

Al orar por el destino de la Patria, al poner su hombro para mover
hacia delante la pesada carga del bien común, los católicos no apoyan
una ideología, ni se identifican con ningún sistema político. Porque
como nos dice el mismo Concilio Vaticano II: "La Iglesia, que por razón
de su misión y de su competencia, no se confunde en modo alguno con la
comunidad política, no está ligada a ninguna civilización humana ni a
sistema alguno político, económico o social" (Gaudium et Spes 76-42). La
doctrina social de la Iglesia no es una alternativa a los sistemas
políticos existentes, sino una propuesta de los grandes principios que
la Iglesia considera que deben animar el ordenamiento de la sociedad.

La opción de la Iglesia en Cuba es por su acción pastoral, el anuncio
del Evangelio, la predica del arrepentimiento y la reconciliación.
Además, no estar en contra de un sistema político, sino escoger estar a
favor de los menos favorecidos en la sociedad, aquellos que el Evangelio
llama "los más pequeños".

(1) Suárez Polcari, Ramón. Historia de la Iglesia Católica en Cuba I,
página 47. Ediciones Universal. Miami Fl. 2003.

(2)Torreira Crespo, Ramón. Baujasán Marrawi, José. Editorial Política.
La Habana 2000.

http://www.cubanuestra.nu/web/article.asp?artID=6394

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