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Saturday, December 23, 2006

Nochebuena con candado chino

Represión
Nochebuena con candado chino

Los integrantes del Grupo de los 75 pasan encerrados su cuarta navidad,
por voluntad de una dictadura que parece que va a entrar en la última.

Raúl Rivero, Madrid

viernes 22 de diciembre de 2006 6:00:00

A las cinco de la mañana del día 24 de diciembre del 2003, con el
arrullo del Concierto Número Uno para Llave y Cerrojo de un compositor
cubano de música concreta, pasó el pasillero con la cabeza envuelta en
una toalla oscura y gritó frente a mi celda de castigo: "Vaya que esta
noche es Nochebuena y no tenemos lechón, pero el agua caliente ya está
aquí".

Así regresé directo desde un sueño en La Habana a Canaleta, a bordo de
mi litera de latón para llegar a tiempo al desayuno (agua con azúcar sin
pan) que la Dirección General de Prisiones dispensa con puntualidad
avileña, unos minutos antes del recuento de prisioneros. Ellos comienzan
su sesión de aseo personal con dos buches de agua del tiempo contaminada
y retoman las historias de todos los días, con disciplina, sin variantes
notables, para no coger fama de mentirosos.

Pero esta mañana no. Hoy las historias van por otros caminos porque la
gente regresa desde el amanecer a las mesas de las familias, a las casas
donde cenaron por última vez en libertad, entre la gente querida y las
novias y las mujeres que esperan, o se fueron ya, porque es mucho tiempo
sin silla ni taburete frente al plato y muchas noches de almohadas vacías.

Frente a mi está Edemir Torres Sifontes. Condenado a muerte por
asesinato y a la espera del viaje al paredón desde hace cinco años.
"¿Qué pasa puro, cómo amaneciste?". "Preso", le digo, y él me dice: "Yo
también, compadre, ni por ser el día que es hoy esta cueva cambia". Y no
habla más.

Ariel Sigler Amaya, en la primera celda a mi izquierda, es el que dice
que va a pintar su casa de Matanzas, el patio con su madre y sus
hermanos y su perro. "Los voy a pintar como si estuvieran cenando ya por
la tardecita y me voy a poner una silla para mi y otras para los dos
hermanos míos que están presos también".

"Pinta al viejo también que aunque murió hace tiempo, le va a gustar
estar con todos ustedes en ese patio, en ese cuadro".

"Sí, coño", dice Ariel. "A él también".

En la otra celda Pedro Pablo Álvarez canta un bolero. No encuentra bien
la melodía, pero a mi me emociona cuando dice que más fuerte que el
dolor se aferra aquel amor como hiedra. "¿Te acuerdas, mi hermano, los
sábados de La Habana?".

Y más allá, en las otras celdas lejanas, en el mismo pasillo, pero
aisladas y oscuras, adivino a Marcelo Cano frente a un libro de
medicina; a Julio Valdés enfermo, muy enfermo y con sus libros de
historia y de religión; a Alejandro Gonzáles Raga, en las sombras, en
una plática contenida con las musarañas; a Horacio Piña, perdido en la
redacción de una carta de amor con este encabezamiento desconcertante: A
quien pueda interesar.

Al final, Luis Milán, en su soneto número 257 para Lisandra, con la
obsesión de mantener habitable el closet con plancha de hierro hasta en
la puerta donde cumple su condena por tratar de ser libre.

Así recuerdo ahora los minutos iniciales de nuestra primera nochebuena
en la cárcel. Julio Valdés está enfermo, pero libre en Miami. Yo firmo
esta nota en Madrid. Y todos los otros estarán en celdas similares, con
amaneceres iguales o peores en su cuarta nochebuena, su cuarta navidad
solos, enfermos y en peligro, por voluntad de una dictadura que parece
que va a entrar en la última.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/nochebuena-con-candado-chino/(gnews)/1166763600

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