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Monday, February 27, 2006

La Iglesia no da por perdida la batalla de Cuba

La Iglesia no da por perdida la batalla de Cuba

La Razón - Un informe realizado por grupos cristianos analiza la falta
de libertad para los católicos de la isla  Homilías espiadas, teléfonos
pinchados, templos «reconvertidos» y religiosos perseguidos son
actuaciones frecuentes en el régimen de Castro.Image

José Antonio Méndez

Madrid- Hace tan sólo 24 horas que el cardenal italiano Renato Martino,
presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, ha abandonado Cuba.
Allí ha estado durante una semana para presentar el Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, llevar un mensaje del Papa a los
católicos del país, y hacerse eco del Plan Pastoral que los obispos
cubanos presentaron el pasado día 22. Una visita nada casual si se tiene
en cuenta que ese plan es el fruto de siete años de investigación y
trabajo de la Iglesia para analizar la situación de los fieles a Roma en
el régimen de Castro.

Pero la tarea pastoral no es nada fácil para los católicos cubanos.
Además de encontrarse en una sociedad fuertemente secularizada tras
cuarenta años de comunismo, tienen que sortear las constantes trabas con
que el castrismo trata de limitar su influencia. Varios grupos
cristianos han elaborado un informe, al que ha tenido acceso LA RAZÓN,
en el que recogen la situación actual. Y las conclusiones son
demoledoras: espías en las homilías, teléfonos pinchados, correos
electrónicos intervenidos, «informadores» del régimen en las reuniones
pastorales, sacerdotes y religiosas acosados hasta el exilio, iglesias y
templos reconvertidos en gimnasios -o simplemente abandonados-, y un
largo etcétera de penurias y calamidades que deben padecer los
católicos. Ante esta realidad, la invitación de Fidel Castro a Benedicto
XVI para visitar la isla ha sido tomada por la Iglesia cubana como una
operación cosmética para «limpiar» la imagen del dictador ante los
fieles de todo el mundo.

Abrir Cuba al mundo. En el mensaje que el Papa remitió a los cubanos
el día 15, Benedicto XVI recordó las palabras pronunciadas por Juan
Pablo II durante su viaje en 1998 al país caribeño: «Que Cuba se abra al
mundo, y el mundo se abra a Cuba». Por ese orden. A lo que el actual
Pontífice añadió: «Una apertura que exige examinar cómo abrirse quienes
conviven, creyendo y confiando unos en otros, aunque haya diferentes
modos de pensar o creer». «Mucho ha de ayudar en este camino la
fidelidad a la fe profesada y el anuncio implícito o explícito del
Evangelio», matizó.

La falta de libertad para los católicos de Cuba provoca que este
«anuncio implícito o explícito» sea, en ocasiones, una heroicidad. Tanto
como para que las fuentes consultadas por este periódico avisen de que
«todo lo que se escriba sobre la situación en el país será leído por el
régimen castrista y puede llevar consecuencias espantosas para los
fieles». Y eso, a pesar de que «la visita de Juan Pablo II logró una
notable apertura del cristianismo. Cuba fue otra durante aquellos cinco
días». Eso sí, una apertura superficial «a nivel de la calle, porque la
estructura eclesial está totalmente controlada». En el informe se afirma
que «sin la ayuda exterior la Iglesia sería coja, ciega y casi muda. Si
se dejase de ayudar a una congregación con pocos recursos, las
religiosas ni comerían».

Espías por todos lados. En total, casi 700 religiosas ejercen su
misión en la isla, a las que se suman alrededor de 330 sacerdotes y
miembros de movimientos. El número de seminaristas es reducido, entre
otras causas, «porque la familia está destruida -emigración, promoción
de la promiscuidad...- y no puede transmitir a los jóvenes los valores
cristianos y morales fundamentales». Además, «los jóvenes no se acercan
a las iglesias por miedo a ser identificados y sufrir represalias», ya
que «los “informantes” están por todos lados».

Semejante papeleta obliga a los católicos a la semiclandestinidad.
La mayoría de templos «están en condiciones deplorables», muchos no
tienen sacerdote, y los fieles deben acudir a casas particulares para
asistir a catequesis, charlas o, simplemente, para rezar. «Algo similar
a los tiempos de persecución en Roma», comentan fuentes consultadas por
LA RAZÓN. Como entonces, la unidad entre los fieles es total, «no como
en Venezuela. Aquí casi no hay católicos a favor de Castro», sentencian.
Claro que muchos de los religiosos son extranjeros por el exilio forzado
de gran parte de los nativos. Los correos electrónicos de los sacerdotes
están intervenidos, observados por un «férreo control», y los teléfono,
pinchados. «Mientras un obispo hacía obras en su casa para instalar un
ventilador, los obreros encontraron tras la pared un cable enganchado a
un micrófono. A los dos días, la policía del partido paró su coche y lo
registraron todo».

http://www.revistaecclesia.com/index.php?option=com_content&task=view&id=4392&Itemid=51

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