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Saturday, July 26, 2014

Más culpa que nostalgia

Publicado el sábado, 07.26.14

Más culpa que nostalgia
VICENTEECHERRI

Se cumplen hoy 61 años del asalto al cuartel Moncada, mito fundacional
del castrismo, y los cubanos revolucionarios —categoría endémica entre
los nacidos en mi país— sienten una punzada de nostalgia, aunque hayan
estado exiliados por más de medio siglo. Nada que ver, desde luego, con
las conmemoraciones oficiales que tendrán lugar en Cuba ni con las
gastadas monsergas de una tiranía decrépita. Estoy pensando en la gente
decente que creyó —y en muchos casos sigue creyendo— en la violencia
revolucionaria como vehículo de los cambios políticos y que, en esta
fecha, suele lamentarse como el amante abandonado que recuerda su
primera cita.

No han sido suficientes los innumerables desmanes de una revolución en
el poder para desencantar a muchos cubanos entusiastas de la idea
revolucionaria, por más anticastristas que sean. Si Fidel no hubiese
sido infiel, suelen decir, sin perder el arrobo en la voz con que suelen
mencionarse a los amantes traidores. Si el líder, con el apoyo de la
inmensa mayoría, hubiera optado por la democracia; si no se hubiera
enemistado con Estados Unidos, si no se hubiera convertido en un peón de
los rusos… la lista de posibles cosas a no hacer, de los rumbos a no
haber tomado es extensa; el resultado neto es uno solo: frustración. Con
esa frustración han vivido y han muerto millares de cubanos en el exilio.

Yo creo, por el contrario, que la revolución que Fidel Castro inauguró
un día como hoy, con el chapucero ataque a un regimiento del Ejército,
no se ha desviado de los fines con que la concibiera su principal
protagonista: la toma del poder para subvertir, en provecho propio, las
instituciones de un país, al tiempo que ensayar con todo un pueblo, como
si fuese una colonia de conejillos de Indias, un caprichoso proyecto de
ingeniería social. Suponer que el resultado pudo ser mejor no sólo es
desconocer el carácter del líder de esa revolución, su personal
trayectoria gangsteril, sino olvidarse de la explosiva tradición
revolucionaria en que los cubanos venían educándose desde hacía mucho
con flagrante irresponsabilidad.

En los años 50, pese una prosperidad obvia (con los inevitables bolsones
de pobreza) los cubanos llevaban más de veinte años en expectativa de
revolución, una expectativa que embriagaba, como un tóxico, el discurso
político de gobiernos y oposiciones por igual. Desde la lucha contra la
segunda administración de Gerardo Machado (1929-1933) —calificada con
exageración de dictadura y hasta de tiranía—, en que se apeló
profusamente a la dinamita y la ametralladora, la gestión política quedó
marcada por ese apetito: el recurrir a un expediente de violencia que
precipitaría o aceleraría las agendas de grupos y partidos.

Visto así, el asalto al cuartel Moncada, reacción al golpe de Estado del
año anterior que, a su vez, se inscribía en una tradición de exaltada
irregularidad, estaba llamado a ser una acentuación de la inestabilidad
iniciada por los elementos revolucionarios de la década del 30, la cual
se proponía lograr —por su propia naturaleza— el colapso de la república
que los revolucionarios de una generación anterior habían conseguido
sólo a medias. Se trataba de un impulso bárbaro y disolvente que la
gente de bien que se le sumo, por ingenua o por frívola, no fue capaz de
ver. Sólo por milagro el triunfo de una revolución radical que se
propone el derribo de las tradiciones consagradas no termina en
despotismo. La satanización y el descrédito de las instituciones
democráticas que generó el movimiento revolucionario junto con la
ambición de hacer nuevas todas las cosas y el celo "religioso" de
depurar la sociedad y refundar la república tenían necesariamente que
traer la implantación de un régimen atroz, comunista, fascista,
teocrático o de cualquier otra índole tiránica. Lo asombroso es que
hubiera pasado lo contrario.

Los cubanos "revolucionarios", viejos en su mayoría, que desde el
exilio miran con nostalgia y frustración hacia Cuba en un día como hoy
al tiempo que lamentan el malogramiento de un hermoso proyecto,
deberían, creo yo, aprovechar la ocasión para hacer pública contrición
—vestidos de saco y cilicio y con ceniza en la cabeza y velones de
penitente— por su irresponsable contribución a la tragedia de nuestra
nación, uno de cuyos hitos es esta efemérides de infamia.

©Echerri 2014

Source: VICENTE ECHERRI: Más culpa que nostalgia - Opinión -
ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/07/26/1806424/vicente-echerri-mas-culpa-que.html

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