Jueves, Septiembre 29, 2011 | Por Juan Carlos Linares Balmaseda
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – La Tía, como 
afectuosamente le dicen, iba a ser aplastada de un momento a otro. El 
techo de su apartamento no daba más, y no había otra posibilidad que no 
fuese tumbar y reemplazar. Solo mirar hacia arriba daba miedo.
Familiares que viven en Estados Unidos le enviaron a la octogenaria Tía 
unos dólares. Los dos hijos que viven en Cuba también aportaron dinero y 
mano de obra. Vendiendo durofríos, ahorrando peso a peso, y con el 
aporte familiar, se compraron los materiales necesarios. Por último. El 
cemento apareció en un rastro cercano, en el municipio Arroyo Naranjo.
Una brigada de tres albañiles hizo el trabajo, pero después de 
terminado, el nuevo techo es un desastre porque el agua lo traspasa 
cuando llueve. Estafaron a la Tía.
Desde que el gobierno autorizó la venta liberada de materiales de 
construcción y eliminó algunas restricciones que imposibilitaban 
construir viviendas con esfuerzo propio, en apenas un año se nota un 
incremento en las reparaciones, modificaciones y las casas que se 
construyen en los barrios. Es una industria en ciernes que genera 
empleos informales.
El cemento que se vende en los rastros es clasificación P-250. Tiene 
menor consistencia que el P-350, el indicado para estructuras y techos 
que deben soportar cargas. El cemento P-250 se aconseja utilizarlo para 
repellar paredes, poner pisos y otras obras ligeras. Cuesta 87 pesos si 
se compra a granel en los rastros. El cemento que se comercializa en 
bolsas vale 105 pesos. La Tía pagó por el que viene a granel, envasado 
en el rastro, 100 pesos, y se lo vendieron como si fuera P-350. Habría 
que preguntar qué estaban haciendo los hijos.
Muchos cubanos que  van adentrándose en el negocio de la construcción 
esperan ansiosos el 1º de noviembre, fecha en que supuestamente entrará 
en vigor la ley que permite la compra y venta de inmuebles. De terrenos 
nada se ha dicho.
Muchos cubanos piensan que el gobierno no permitirá a los nacionales el 
enriquecimiento con los negocios de inmuebles, pues todavía está vigente 
la radical consigna de que "las casas son para vivir en ellas, no para 
vivir de ellas".
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