Viernes 27 de Agosto de 2010 09:20 Reinaldo Escobar, La Habana
El cardenal Jaime Ortega durante una conferencia de prensa en La Habana, 
el 2 de mayo de 2010, después de que el régimen dejara de hostigar las 
marchas de las Damas de Blanco. (AP)
El cardenal Jaime Ortega durante una conferencia de prensa en La Habana, 
el 2 de mayo de 2010, después de que el régimen dejara de hostigar las 
marchas de las Damas de Blanco. (AP)
La carta al papa Benedicto XVI, en la que un nutrido grupo de opositores 
cubanos descalifica la acción mediadora del cardenal Jaime Ortega, y las 
respuestas y comentarios que la misiva ha generado, han puesto de 
manifiesto la complejidad de las tendencias que afloran en nuestra 
actualidad política.
No se debería acusar a la alta jerarquía de la iglesia católica cubana 
de poner en práctica el inaceptable método de excarcelación diseñado por 
el régimen. Si esa fue la condición inapelable para realizar las 
liberaciones, la jerarquía eclesiástica nacional sólo podía elegir entre 
renunciar a la gestión o aceptar la propuesta.
¿Alguien se imagina la escena de Jaime Ortega dando un manotazo en la 
mesa y diciéndole a Raúl Castro algo así como "si los opositores no se 
sientan junto a nosotros no tenemos nada de qué conversar"?
¿Cómo serían las críticas al Cardenal si hubiera dado un portazo 
perdiendo así la oportunidad de sacar del calvario a estos hombres? La 
culpa, la grandísima culpa de los ensotanados negociadores es servir de 
puente para que el régimen se quite de encima su más pesado fardo, sin 
tener que pedir públicas disculpas.
No hay dudas de que la única intención del gobierno cubano al hacer la 
concesión de excarcelar a sus presos políticos, es "descargar la olla de 
presión", pero cabe preguntarse: ¿permitir las pequeñas empresas 
familiares, eliminar las restricciones migratorias y abrir el acceso a 
internet, no serían también válvulas de escape? ¿Si mañana los masones, 
los bautistas o los babalaos arrancaran esas conquistas al gobierno, 
también merecerían ser calificados de colaboradores de la dictadura? 
¿Habrá que alegrarse cuando los represores avivan el fogón?
Es cierto que a los presos políticos que desean quedarse en Cuba se les 
está dilatando injustificadamente la excarcelación, es innegable la 
coacción hecha por el régimen para lograr que sus adversarios emigren, 
pero a nadie le han dicho que si no sale del país tiene que cumplir su 
condena.
El Cardenal no tiene las llaves de las rejas, ni dirige las oficinas de 
inmigración, ni otorga las visas para España. Sólo le permitieron poner 
la cara y la puso. ¿Los presos que aceptan por su propia voluntad viajar 
a España, están contribuyendo también a aliviar la presión de la 
caldera? Tengo la sensación de que, entre las líneas de la carta al 
papa, se pasea la sombra del intransigente espíritu de Baraguá, aunque 
todavía nadie anuncie cuándo se rompe el corojo.
Debo decir que la carta no me gusta, no la firmaría, pero contribuye al 
debate y ese es su mérito; tampoco suscribiría la respuesta del obispado 
ni la de los laicos, porque denotan la arrogante susceptibilidad de 
quienes no toleran ser criticados. A los presos que ya han salido les 
deseo de todo corazón que curen sus heridas. Ellos estuvieron más de 
siete años por mí en una celda y eso no tengo forma de agradecerlo. Si 
alguno se queda en la Isla, tendrá mi respeto por algo que no sé si yo 
tendría el valor de hacer.
A los obispos negociadores se les critica haber quedado bien con el 
diablo, pero me atrevo a creer que no han quedado mal con Dios. Amén.
http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/2989-icon-dios-o-con-el-diablo.html
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