Lunes 29 de Marzo de 2010 08:17 Orlando Luis Pardo Lazo, La Habana
Cuando el martes 30 de marzo los equipos de Industriales y Villa Clara 
reanuden su play-off en el estadio de Santa Clara, en aras de definir al 
campeón de la Serie Nacional de Béisbol 2010, en una cama de esa misma 
ciudad Guillermo Coco Fariñas tal vez haya muerto o caído en agonía 
terminal.
Por supuesto, nada enturbiará a nuestro carnaval deportivo. Al parecer, 
tampoco nada romperá el ritual fúnebre de una huelga de hambre pasada 
por entrevistas intensivas y Twitter, más las burlas de algunos blogueros.
La prensa oficial ya dijo lo que le autorizaron y, como un bateador 
emergente, ahora espera nuevas señas del Consejo de Estado. La comunidad 
internacional recoge firmas de denuncia y envía algún que otro 
memorándum pro-derechos humanos para engrosar lo que aquí es tildado de 
"campaña anti-cubana". El exilio marcha de blanco con fe en el final del 
régimen. Otros huelguistas comenzaron a comer. Todos, incluida la 
Seguridad del Estado y el cuerpo diplomático en la Isla, han cumplido 
con su rol de advertencia al moribundo voluntario. El pueblo 
desuniformado y desinformado se lava las manos de repudio en repudio. El 
escenario queda, pues, dispuesto, para otra muerte a nombre de nadie.
Cuba puede darse el lujo luctuoso de prescindir de un hombre más. De 
muchos hombres más. A razón de uno por mes, el desangramiento a 
cuentagotas de la disidencia podría durar décadas. Y el gobierno luce 
bien dispuesto a encajar semejante precio de protestas suicidas. Sabe 
que si saca a la calle ahora a un sólo preso de conciencia, podría 
desatar un pandemonio democratizante que pondría a chirriar gomas al 
carro estático de la Revolución.
Este martes 30, cuando el árbitro de home decrete el play ball de la 
Serie Final entre Industriales y Villa Clara, no muy lejos del césped 
del estadio de Santa Clara, en un salón de terapia de un hospital de 
provincia, Guillermo Coco Fariñas tal vez sea sólo un fantasma que 
recorra y corroa los titulares tétricos de internet.
La falta de espíritu de diálogo en la Cuba actual es atroz. Así no vale 
la pena vivir civilizadamente. Por eso mismo sobrevivimos al margen, sin 
tomar en serio la retórica retorcida que las instituciones imponen a la 
realidad. Habitamos a sabiendas de que la muerte nunca ha sido más que 
una carta común dentro de la barata baraja nacional. Deshabitamos 
dispuestos a colmar las gradas degradantes de un futuro que nacerá 
siendo fósil, contentos de contar al menos con nuestro cuerpo para la 
siguiente temporada de represión o béisbol.
El estado de salud de Guillermo Coco Fariñas hace ya rato que es 
crítico. Su muerte será mercancía de rótulo Mártir o Mercenario, según 
el poder desde que se narre. Como en el suplicio de Cristo, todos 
seremos testigos de una cruz que a la vez nos convierte en cómplices. 
Como Cristo, este hombre es un incómodo incondicional que casi no cabe 
en Cuba. La Isla de Corcho apenas soporta el peso ingrávido de su 
cadáver en ciernes. Por eso decimos que nos importa su caso hasta el 
infinito, pero miramos incrédulos hacia cualquier otra parte.
Esta semana en Santa Clara ningún pelotero de Industriales o Villa Clara 
portará en su uniforme una banda negra a la memoria de nuestro segundo 
huelguista de hambre radical. A menos que ocurra un milagro personal o 
político, Guillermo Coco Fariñas habrá cumplido su voluntad de 
extinguirse como evidencia de la impiedad revolucionaria cubana. Supongo 
que, a la postre, la patria los "contemplará orgullosa" a todos (nuestro 
himno será puntualmente coreado antes de cada juego de béisbol): desde 
la disciplina iatrogénica de los peritos del MININT hasta la solidaridad 
sumaria de la opinión pública mundial.
Yo hago luto mudo por Cuba desde ya. Como de costumbre, el lenguaje 
articulado no nos bastó para comunicarnos: lo mutamos y matamos en una 
pésima suerte de argot artero. Cuba nos colimó. Más allá de su lucidez 
límite, Guillermo Coco Fariñas ha sido victimario y víctima de esa 
manipulación mortíferamente materialista de un Verbo vaciado de Verdad y 
Vida. Intuyo que hoy su sed es insaciable y su sufrimiento, insalvable.
http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/934-la-muerte-como-home-club.html
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