Piedra Libre
La lucha por la libertad
Por Gonzalo Neidal
Hay una batalla que la izquierda está perdiendo irremediablemente: la
batalla por la libertad.
La muerte por inanición del preso político cubano Orlando Zapata Tamayo,
muestra el rostro sin tapujos ni dulcificaciones, del gobierno de los
decrépitos hermanos Castro. La cosa es clara y no admite segundas
lecturas: en Cuba, el que no está de acuerdo con el gobierno, va a la
cárcel por décadas. Y si alguien osa protestar con una huelga de hambre,
entonces lo dejan morir.
En Cuba no se puede pensar distinto. Incluso los comprometidos con la
revolución, si presentan matices diferenciadores o bien proponen
modificaciones sutiles o simplemente una visión distinta acerca de
algunos problemas, no ascienden en el escalafón partidario, son
postergados, pues la estructura promueve a aquellos que no tienen ningún
tipo de diferencias con el pensamiento oficial. Más aún: el que se
atreve a pensar distinto, es mirado como un díscolo, un rebelde, alguien
en quien no puede depositarse confianza ya que no comparte in totum el
pensamiento oficial.
Y del mismo modo: el régimen de beneficios (ventajas económicas,
posibilidad de viajar al exterior, mejores viviendas, mejor medicina,
acceso a bienes de oferta restringida como los electrodomésticos, etc.)
transita por la vía del acatamiento, por no decir de la alcahuetería
lisa y llana.
Los obedientes, son bien pagados. Los dóciles, son compensados. Y
también los delatores, los buchones, porque ayudan a combatir a la
contrarrevolución.
Aún antes de la propia revolución cubana, ya estos mecanismos de intensa
corrupción propios de una dictadura, fueron denunciados en la Unión
Soviética y, muy probablemente, ha sido una de las causas de su
descomposición y derrumbe. La existencia de una cúpula privilegiada que
sembraba terror entre los disidentes, ya fue denunciada por León
Trotsky, que finalmente fue asesinado en México en 1940. Luego, además,
fue informada en 1956, después de la muerte de Stalin, por un personaje
surgido del propio régimen: Nikita Jruchev.
Sin embargo, Stalin tenía sus intelectuales y poetas, que componían odas
y cantaban loores a un régimen que asesinó a decenas de millones de
disidentes políticos. Existieron los Boris Pasternak y los Alexandre
Solsenitsin pero también los Pablo Neruda y Nicolás Guillén, excelentes
poetas de la lengua castellana que compusieron tiernos versos
laudatorios para el siniestro Stalin.
¿Por qué la izquierda silencia con tanto énfasis las violaciones del
régimen cubano a los derechos humanos? ¿Considera que es un costo
necesario que debe pagarse para lograr un sistema superior en el que, en
un futuro incierto, reinará la libertad? ¿No tienen nada para decir los
cientos de organizaciones de derechos humanos que tenemos en el país?
Su silencio es la ratificación irrefutable de su derrota en ese terreno.
No hay violaciones "buenas" y "malas" a los derechos humanos.
Los presos de conciencia, los que están en la cárcel en razón de que
piensan distinto, constituyen un hecho deleznable cualquiera sea el
color del gobierno que cometa la tropelía.
Sea de derecha o de izquierda.
No se puede reclamar por unos y aceptar a los otros.
En todos los casos, se trata de un hecho criminal.
Si uno habla con quienes apoyan al régimen cubano, se encuentra con
argumentos increíbles. Uno de ellos señala que atacar por cualquier
motivo al régimen de los hermanos Castro "es hacerle el juego al
imperialismo norteamericano".
Recuerdo que hace un par de años, cuando se proyectó la magnífica
película, ganadora del Oscar a la mejor película en habla no inglesa,
"La vida de los otros", desde la izquierda argentina surgió la consigna
de no alabar ese film porque, de ese modo, "se hacía el juego a la derecha".
A pocos años de morir, los hermanos Castro no han logrado encontrar una
nueva generación de dirigentes socialistas que puedan mirar con ojos más
jóvenes los nuevos fenómenos que ocurren en el mundo tras el derrumbe
del Muro de Berlín.
Permanecen inamovibles con sus obsesiones ya sepultadas por la Historia
y que, además, han demostrado su carencia de eficacia para afrontar los
problemas y desafíos de estos tiempos.
Orlando Zapata Tamayo murió tras haber sido condenado a 32 años de
prisión por el delito de "desacato". Este delito fue derogado en la
Argentina, por expreso pedido de los organismos de derechos humanos,
durante el gobierno de Carlos Menem, cuando éste inició acciones contra
un periodista de izquierda.
Ahora bien, tras 80 días de huelga de hambre, Orlando Zapata no recibió
ninguna muestra de solidaridad desde esos sectores de la Argentina.
Probablemente ellos consideren que el desacato no debe ser penalizado
excepto cuando se ejerce contra un gobierno que se proclama de izquierda.
Esta dificultad para sostener con argumentos un principio tan básico
como la libertad de pensamiento, nos afianza en la convicción de que los
hermanos Castro están más muertos que el joven disidente al que acaban
de asesinar.
La lucha por la libertad :: LA MAÑANA DE CÓRDOBA (26 February 2010)
http://www.lmcordoba.com.ar/nota.php?ni=4784
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