Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Orlando Freire Santana, 
ganador del Premio "Novelas de gavetas Frank Kafka", ha recibido varios 
ejemplares de La sangre de la libertad, financiada por el Ministerio de 
Relaciones Exteriores de la República Checa y presentada en La Habana 
por el Proyecto de Bibliotecas independientes de Cuba, que promueve 
concursos para difundir a los autores discriminados en la isla.
Freire es conocido por sus artículos, algunos relatos y los ensayos La 
evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2006, auspiciado y editado 
por el Centro cívico religioso de Pinar del Río; La perentoriedad de las 
dos tareas, premiado ese año por la revista Disidente Universal, de 
Puerto Rico; Los escritores y la revolución cubana, que prepara la 
editorial Renacimiento, en Sevilla, España, y Hacia el ocaso de una 
dicotomía, donde retoma la globalización en el contexto latinoamericano.
La obra de este autor es contemporánea y realista; recrea sus 
circunstancias personales, sociales y culturales. En sus ensayos y 
relatos, más reflexivos que intuitivos, se aprecia la síntesis de 
recursos formales. Los protagonistas de sus cuentos son individuos 
comunes, creíbles y vigorosos, enfrentados a los retos del presente. En 
ellos converge el sexo y el amor, la memoria y la muerte, la 
cotidianidad y la trascendencia, las miserias humanas y la lucha por la 
libertad. La precisión en los diálogos revela el diseño previo de 
personajes y situaciones extraídos del entorno insular.
La búsqueda de la libertad filosófica y personal es el tema esencial de 
las entregas de Freire Santana y gravita en La sangre de la libertad, 
obra de madurez creativa e intelectual, que rompe la inercia de la 
literatura cubana pues asume el tema de la oposición y la represión 
gubernamental.
Está escrita en tres tiempos. Una narración en presente sobre una 
reunión de opositores, que es el tiempo de la novela; otra en la tercera 
persona del pasado, en la que el protagonista cuenta los avatares de la 
revolución desde mediados de los sesenta a la actualidad, y un tercer 
enfoque a través del monólogo de uno de los personajes.
Quien conoce al escritor corrobora el carácter autobiográfico y 
testimonial de esta obra. Tanto Osvaldito, protagonista principal, como 
Tony, el opositor, son el alter ego de Orlando Freire, que hace 
ficciones desde sus vivencias y sus contactos con la oposición pacífica, 
presentada con respeto, gracia y desenfado, sin obviar el desafío de sus 
representantes, a los cuales identificamos por la caracterización 
psicológica y los matices ideológicos de los asistentes a la reunión 
convocada por Tony.
Osvaldito se mueve en la búsqueda de la libertad filosófica, presionado 
por la necesidad. Comprende, como Sartre, que la acción del hombre es 
irreductible a los elementos materiales que la condicionan, pero hay un 
resquicio, una posibilidad de acción para manifestar la libertad. El 
macro relato abarca al edificio, sus vecinos, las actividades de época y 
los hechos retrospectivos. La búsqueda de la libertad política se 
conecta con la exploración de la libertad filosófica en el sentido 
especulativo del personaje, quien asume esa lucha en sus tres 
vertientes: la necesidad histórica, la necesidad emigrante y la 
necesidad masturbadora.
Los capítulos avalan tales búsquedas, principalmente a través del micro 
relato de Osvaldito, quien monta en la alfombra de sus recuerdos a 
familiares, amigos, libros, autores, encuentros, fracasos y obsesiones 
que acentúan su timidez o cubren el vacío de la soledad; mientras Tony, 
su amigo y vecino, espera con incertidumbre a los opositores que 
analizarán el documento "Cuba, la reconciliación nacional", bajo el 
riesgo de ser apresados por los agentes de la policía política.
Como los personajes están marcados por la experiencia totalitaria, el 
libro transmite la atmósfera opresiva desde el primer párrafo hasta el 
último. Al ficcionar sobre lo que está ocurriendo, el narrador logra 
comentarios paralelos a las acciones y al pasado inmediato del país. 
Freire Santana sacude la somnolencia de un proceso social inacabable. 
Zarandea la mística revolucionaria y exterioriza el descontento. Hurga 
en la memoria histórica, pero no explica la nación ni la cronología de 
una época. Está más interesado en hacerle contrapeso a la historia oficial.
La sangre de la libertad es una novela de género, contestataria y 
equilibrada, que inaugura un tema que aún es tabú en la literatura 
insular, el de la política a contracorriente, sin concesiones. No 
denigra a la oposición, la exalta y recrea el abanico variopinto de sus 
agrupaciones y representantes. En sus páginas palpita la censura y la 
intolerancia, el asedio y la represión de los agentes del régimen para 
aislar y acabar con quienes promueven los derechos humanos y los cambios 
democráticos en la isla.
Tal vez por eso, desde la ficción, el prosista aborda casi todas las 
aristas sociales y humanas, desde el control sobre los vecinos del 
edificio ejercido por Oscar, presidente del comité de defensa de la 
revolución, quien lleva el "cuéntame tu vida" de todos con la ayuda de 
su esposa Aracely, que encabeza la Federación de Mujeres Cubanas. No 
faltan, por supuesto, las reuniones y los círculos de estudio, la 
vigilancia, la autocensura, la división familiar por razones políticas, 
el éxodo masivo de 1980, las discrepancias entre guevaristas y pro 
soviéticos, las escuelas al campo, los juegos prohibidos, la simulación 
y la corrupción, apreciable en "el invento", el robo y el soborno.
El personaje de Vladimir, hermano y contrapartida de Osvaldito, ilustra 
el machismo y el automatismo de los jóvenes que cumplen órdenes 
absurdas, incluida la guerra en Angola, donde muere.
La Habana y su entorno devienen personajes, al igual que el sexo, 
presente y liberador, pues Osvaldito, atrapado por la cultura y la 
timidez; necesita liberarse de la masturbación y acceder al sexo, en el 
cual lo inicia Mara, su cuñada y amante.
En un ángulo paralelo fluye la reunión de los opositores en el 
apartamento de Tony, quien invitó a Osvaldito por primera vez. Al final, 
tocan a la puerta. Es el deportista, el mismo oficial de la Seguridad 
del Estado que detuvo a Tony en los alrededores de la casa de Vladimiro 
Roca "¿Quién ha sido el traidor ahora?".
Así, en el suspenso y la incertidumbre, finaliza la novela, cual 
metáfora de la realidad cubana de nuestros días.
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