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Saturday, December 01, 2007

La verdad sobre el comunismo: Los homosexuales en Cuba, eternos perseguidos por el Castrismo.

Actualidad

29/11/2007 | La verdad sobre el comunismo: Los homosexuales en Cuba,
eternos perseguidos por el Castrismo.

La homosexualidad era un delito tipificado en el Código Penal cubano y a
los gays se los encerraba en campos de concentración para que realicen
trabajos pesados con la idea de que a través de ello "se harían
hombres". Frase típica del Gobierno Comunista cubano.

Incluso una ley castigaba jurídicamente la manifestación de esa
inclinación sexual. Durante años los homosexuales han sido blanco de
persecución y represión estatal, como quedó plasmado en la laureada
película Fresa y chocolate (1993).
En febrero de 1988, cuando se llevó a cabo en todo el país un masivo
control sanitario en busca de todos los ciudadanos libres que portaran
el virus del Sida, el objetivo del gobierno no era el de atender
gratuitamente a esa población afectada, sino el de utilizarla como
excusa por la cacería de homosexuales que habían iniciado desde 1963.
Fue ese año en el que quedaron saturados los campos de concentración a
las afueras de La Habana, pero no sólo con los homosexuales infectados,
sino con algunos sanos a los que también diagnosticaron contagiados. O
sea, contagiados de libertad sexual a los que había que reprimir a
golpes y a escondidas. A los que se hacía necesario aislar de la
población heterosexual y la familia, pero sobre todo, a los que
utilizarían para probar todo tipo de medicamentos sin pensar en el
derecho humano. Fidel Castro, el líder de la salud pública gratuita,
quería obtener resultados médicos antes que los americanos, pues si ello
ocurría, la venta de la vacuna probada en el cubano lo enriquecería de
inmediato.
En Junio de 1998, después que muchos de los campos de concentración ya
habían cerrado por la ausencia de recursos para investigar en ellos, el
gobierno de Castro se vio obligado a traer a Congreso Mundial del SIDA
en Ginebra a un grupo de enfermos cubanos para mostrarlos como los
mejores conejillos que aún quedaban en las indias.
Así es que llegan a Suiza el especialista en radiología del Instituto
Pedro Kourí y un filólogo interesado en el teatro. Dos pacientes que
sobrevivían en Cuba gracias a las medicinas que les enviaban sus
familias desde el exterior, pero que debían leer una cartilla preparada
y muy distinta de su realidad. En otras palabras, ellos debían reafirmar
los magníficos cuidados que habían recibido del gobierno revolucionario
del que ahora decidían desertar a pesar de su bondad y magnánima atención.
Al igual que los homosexuales, hay en Cuba y en el exilio otro grupo de
individuos a los que sus ideas y profesión no les permiten clasificar de
"machos puros". Ellos, son también un buen ejemplo a los que acudir en
busca del horror gratuito que les dio Fidel. Un tirano que no se ocupa
tan siquiera de acoger en un albergue a los mendigos que pululan por las
calles de La Habana, pero va a Suiza a hablar de democracia y demostrar
que su gobierno es un enfermo deficitario de ética y carente por
completo de moral. Por tener un dictador así, hoy también piden asilo en
Suiza más de una docena de cubanos a los que la revolución socialista de
Fidel les negó su libertad. Por ello, algunos fueron allí, y a la espera
de alguna protección: Músicos como Abdiel Montes de Oca, un magnífico
pianista de música culta cubana, o gerentes de turismo como Orlando
Alonso Avila, al que la nostalgia impone exquisitas recetas culinarias
de una Cuba sin Fidel.

El costo con que el gobierno cubano ha asumido en la concentración de
los enfermos de SIDA está incluido en el mismísimo presupuesto con que
costea los hospitales psiquiátricos para disidentes políticos. Por eso,
la gratuidad de la salud en Cuba es tan discutible como los objetivos
que persigue. En aquella hermosa isla todo el que aspire a llevar la
vida a cuestas debe pagarla antes con mentiras o silencio. Unicamente
así, encarcelando a los enfermos, es que le resulta posible a Fidel
Castro contar con una reserva de sexo saludable que ofrecer a los
turistas. Turistas que le enferman el rebaño, pero que al pagarle en
dólares no le inhiben su gestión de chulo.

La humana obsesión que todos los enfermos del SIDA tienen por salvar su
vida resulta todo un martirio cuando son tratados sin respeto, sin
derechos sociales y sin ningún afecto. Para los cubanos que
desgraciadamente portan el virus del HIV, la segregación resulta un
segundo purgatorio dentro del castrismo. Los enfermos, condenados antaño
a un espacio colectivo, hoy sufren la prisión domiciliaria bajo la
supervisión estricta de los médicos de familia (reciclados como
comisarios de la salud y el orden sexual), los Comité de Defensa de la
Revolución, y otros órganos al servicio del régimen. El tiempo que han
pasado encerrados los sobrevivientes de esta atrocidad, o la tristeza
que padecieron los que han muerto, más que una crítica aislada, merecen
una denuncia internacional.

En momentos en que la comunidad internacional ha aprobado la creación de
un tribunal para juzgar los crímenes contra la humanidad, creo que ha
llegado la hora de darles, sino el primero, un trabajo necesario.
Juzguen a Fidel Castro del holocausto cubano. Que purgue por los 20`000
fusilamientos que ejecutó sin juicio en Cuba entre 1959 y 1999. Que
pague por la vida de más de 60`000 ahogados en el Estrecho de la Florida
entre 1959 y 1994. Que responda por la muerte de todos los asesinados en
las 26 guerras que patrocinó en Asia, Africa y América. Pero por encima
de todo, que sea declarado culpable y que cumpla sentencia por encerrar
en campos de concentración y en hospitales psiquiátricos a miles y miles
de cubanos a los que condenó a muerte por enfermedad y hambre, y sólo,
porque tenían una orientación sexual o política un tanto distinta que la
suya.

Fuentes: Carlos Wotzkow

http://bolsonweb.com.ar/diariobolson/detalle.php?id_noticia=10001

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