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Monday, September 03, 2007

Miedo por contacto

Represión
Miedo por contacto

¿Qué pensarán realmente de la dictadura quienes golpearon u observaron
la más reciente paliza al abogado invidente Juan C. González Leyva?

Raúl Rivero, Madrid

lunes 3 de septiembre de 2007 6:00:00

Los hombres que golpearon a Juan Carlos González Leyva la semana pasada
en Camaguey, los cinco empleados del hospital Amalia Simoni que llamaron
a la policía y la gente que miró al infinito ante la golpiza, ¿qué
pensarán realmente de la dictadura? ¿Cómo relatarían esa noche, frente a
la cena ovípara, en casa, con sus hijos, el episodio heroico, el gesto
revolucionario de abusar de un invidente?

Gustavo Arcos Bergnes, aquel adelantado de la lucha pacífica que tenía
un despacho con Dios todas las noches, decía que el promotor principal
de esa violencia gratuita y despiadada es el miedo, ese cómplice fiel de
la dictadura, que los jerarcas dispensan con prodigalidad de San Antonio
a Maisí.

Y es que parece que los ejecutores de esos delitos, los disciplinados
señores de la gonfa y las esposas de hierro, trataran de trasmitir por
la piel a sus víctimas el temor que ellos sienten. El temblor interno y
los escalofríos que viajan con la sangre desde el corazón a los vasos,
las venas, las arterias.

El abogado González Leyva, presidente de la Fundación Cubana de Derechos
Humanos, ex preso político, un símbolo de la resistencia en el mapa de
oposición interna, es un experto en cicatrices de heridas que nunca
dejaron pasar el miedo a su sistema sanguíneo. No es un receptor natural
de esos venenos.

Él es, además del activista experimentado y plural, la voz de los
prisioneros políticos que padecen en las cárceles de esa región del país
y uno de los puntos de apoyo a sus familiares desde los espacios de
libertad que ha conquistado allí la disidencia.

Lo sintieron quienes estuvieron en las celdas de castigo de Canaleta,
entre marzo de 2003 y la primavera del año siguiente: Pedro Pablo
Álvarez, Ariel Sigler Amaya, Julio Valdés Guevara, Horacio Piña Borrego
y Luis Milán Fernández, entre otros.

Lo sabe y cuenta con él ahora Adolfo Fernández Saínz, en una celda del
destacamento uno, cada día peor, con la salud arruinada después de
cuatro años tras las rejas. Y Pedro Argüelles Morán, en su segunda
estancia en prisión, casi ciego. En la vieja cárcel de Morón, Pablo
Pacheco Ávila, el joven periodista, que acaba de salir de la sala de
penados con una pierna paralizada que no le acaba de sanar.

En Camagüey, siente la cercanía de González Leyva y de su fundación uno
de los prisionero políticos que tiene el cuadro más dramático: Normando
Hernández González. El periodista camagüeyano que padece de
tuberculosis, graves problemas con la absorción de alimentos y otras
patologías.

González Leyva escribe todas las semanas informaciones sobre la
situación de los prisioneros y, junto a otros periodistas y defensores
de los derechos humanos, mantiene un escrutinio permanente sobre las
condiciones de vida y la atención médica.

El reciente episodio de arresto y golpiza se produjo cuando el abogado
trataba de filmar una entrevista con un hijo enfermo del preso político
José Antonio Mola Porras, recluido en la cárcel Kilo 9 de Camaguey.

Desde las zonas de la sociedad que la oposición ha conquistado, Juan
Carlos González Leyva trabaja por todos los días por sus amigos presos,
en la crispada provincia cubana que un día, hace muchos años, un poeta
describió como una suave comarca de pastores y sombreros.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/miedo-por-contacto/(gnews)/1188792000

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