2006-12-22
Guillermo Fariñas Hernández, Cubanacán Press
El anciano Leovigildo iba bajo la lluvia aquel húmedo diciembre del 
2006, hasta la escuela Orestes de la Torre, de Santa Clara. Estaban 
convocadas dos reuniones extraordinarias y consecutivas, una de la 
Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y la otra del Núcleo 
Zonal de jubilados del Partido Comunista de Cuba.
La agenda a tratar por los seguidores de Fidel Castro era una sola para 
ambas asambleas: el análisis político-ideológico del combatiente y viejo 
comunista Leovigildo Pérez Pérez, por negarse en varias ocasiones a 
participar en los orientados violentos Actos de Repudio contra los 
disidentes pacíficos.
Tomó la palabra el Dr. en Ciencias Psicológicas Armando Montero, quien 
era sumamente elocuente pues ejercía por contrata como profesor en la 
Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Sus vocablos fueron: "El 
camarada Pérez Pérez no está dispuesto a combatir en cualquier terreno a 
los enemigos de la revolución". El académico prosiguió con su estudiada 
retórica: "Camarada, discúlpeme, pero la defensa de la revolución es 
incondicional, a toda hora y en todo momento, si usted no tiene 
conciencia de eso, creo que no debe ostentar el honroso privilegio de 
poseer el carnet de nuestro glorioso Partido Comunista".
Leovigildo casi le gritó al Fiscal Ideológico: "Ser militante sí es un 
privilegio para comunistas como usted, viajando tres veces al año a 
universidades en Brasil ó México y reconstruyendo su casa hasta un 
segundo piso, con techo de placa de concreto incluido, más comprando 
todos los materiales en tiendas Shoping con divisas convertibles".
"Por favor modérese compañero. Nosotros aquí no estamos juzgando al 
comunista Sotero, sino al comunista Leovigildo", le salió al paso con 
brusquedad el internacionalista por tres ocasiones en África y Teniente 
Coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias nombrado Angel 
Caldés.
"Angelito, yo tú mejor me callaba la boca, porque si mal no recuerdo, 
fuiste el que propuso en el Partido Comunista Municipal que la 
asistencia a los Actos de Repudio se hiciera en otros Consejos Populares 
donde nosotros no pudiéramos ser identificados y denunciados con nombres 
y apellidos por la radio de Miami", ripostó el doble Pérez.
Y continuó: "Por que los "comecandelas" como tú que al final actuaron 
como los oportunistas que son, para garantizar no tener problemas con la 
Oficina de Intereses de Estados Unidos de América en La Habana y poder 
ir a visitar a tus hijos, que viven hace mucho tiempo allá y sobre todo 
piensan en yanqui hace todavía más tiempo."
El ex militar se cayó y se sentó, Leovigildo les aclaró a los reunidos: 
"Ustedes no toman en cuenta que tengo cuatro hermanos, los cuales viven 
en Norteamérica y como no son revolucionarios, ni acepto ni recibo nunca 
nada de ellos y mucho menos me comunico con esos familiares en el 
exterior, por lo que a veces paso hambre".
Un aparentemente adormecido instructor político intervino con las 
siguientes palabras: "A ver compañero Pérez, vayamos a la esencia de la 
cuestión, ¿cuál es la situación que impide que asista a estos Actos de 
Reafirmación Revolucionaria?". "Yo para participar en esos actos solo 
necesito una garantía", afirmó Leovigildo. "¿Cuál garantía pide usted 
Leovigildo?", preguntó el joven funcionario del Partido, a lo que el 
anciano contestó:
"Si me garantizan que a los que hoy les damos golpes mañana cuando 
regreses no valdrán más que nosotros." Y le confesó el instructor: "Mi 
viejo, esta reunión ya es filosófica y terminó aquí, eso hoy nadie lo 
puede garantizar.
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