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Friday, July 01, 2016

La indefensión en vísperas de la muert

La indefensión en vísperas de la muerte
Así es la vejez de los que no tienen dinero para pagar por su salud, en
un país donde esta se considera "gratuita"
Viernes, julio 1, 2016 | Gladys Linares

LA HABANA, Cuba.- Mis vecinos Osvaldo y Walkiria son dos ancianos que
viven con su único hijo, Osvaldito, un técnico electricista. Osvaldo
tiene 92 años, y Walkiria, 81.

Hace seis años ella se fracturó la cadera. Fue operada exitosamente
pero, por miedo, no volvió a caminar. Cierto día le pregunté a Osvaldo
si ella recibió alguna asistencia médica especializada para ayudarla a
vencer el trauma. Me respondió, encogiendo los hombros con una mueca de
disgusto y una señal de dinero. Durante estos años, padre e hijo
compartieron la atención a la anciana y los quehaceres del hogar.
Osvaldito era el principal sustento de la familia, pues la pensión del
padre, de 240 pesos, como bien se puede entender no alcanza para nada.

Así fue, hasta que hace un par de meses a Osvaldo se le presentó un
dolor fuerte y constante en el vientre. Después de mucho ir y venir por
centros asistenciales, le diagnosticaron un cáncer de recto.

Ahora bien, los cubanos que no pertenecemos a la cúpula o no somos
acólitos influyentes del gobierno, o extranjeros de la cofradía
comunista, cuando padecemos alguna enfermedad en fase terminal no somos
hospitalizados sino abandonados a morir en nuestras casas, a merced de
los médicos de la familia y los cuerpos de guardia.

Nuestros gobernantes arguyen que un enfermo internado ocasiona un gran
gasto para el Estado, pero cabría preguntarse por concepto de qué: los
colchones se caen de viejos, impregnados de inmundicias y desechos
humanos. El jabón, las sábanas, almohadas, fundas, pijamas, toallas,
ventiladores, cubos y demás provisiones los trae cada paciente o sus
familiares. El agua está limitada (cuando hay) a unas pocas horas
diarias. La comida de los enfermos es escasa y en ocasiones intragable,
y la de los acompañantes deben procurársela ellos mismos. Al personal
(especialistas y auxiliares) se le paga por horas, no por paciente ni
por desempeño. Este último, dicho sea de paso, frecuentemente deja mucho
que desear.

La Constitución cubana, en su artículo siete, versa sobre los "derechos,
deberes y garantías fundamentales". En el artículo 50 expresa: "Todos
tienen derecho a que se atienda y proteja su salud. El Estado garantiza
este derecho (…) con la prestación de la asistencia médica y
hospitalaria gratuita".

Le pregunté sobre la atención médica a una parienta de Osvaldito que
viene a ayudarlo siempre que puede, y me respondió: "Aquí no ha venido
nadie".

Según vemos en la prensa, los médicos cubanos son muy buenos como
internacionalistas. Para visitar a sus pacientes suben montañas, cruzan
ríos crecidos, lo mismo en balsa que en mulos. Pero en Cuba, les cuesta
cruzar la calle o caminar un par de cuadras.

Otra gran tragedia que actualmente enfrenta Osvaldito es la escasez de
dinero, pues fue despedido a causa de la enfermedad de su padre. Me
comentó que tenía varias ausencias debido a que con frecuencia debe
cargarlo hasta el policlínico o llevarlo al hospital. En los primeros
días, el jefe le advirtió que tratara de resolver la situación. Pero
como esto fue imposible, lo botó porque le estaba causando ausentismo.

Cuenta el joven que él intentó resolver: algunos vecinos le sugirieron
que acudiera a la Seguridad Social del municipio, y así lo hizo. Pero la
técnica que lo atendió le dijo que si él no viviera con sus padres,
entonces sí le podrían designar una mujer que los cuidara. También trató
de pagar este servicio, pero está fuera del alcance de su bolsillo, pues
la persona que menos le cobraba, le pidió 40 CUC al mes.

Hace un par de días llevó al padre al cuerpo de guardia de la
Dependiente, deshidratado, con el vientre inflamado y sin poder orinar.
Dentro de toda su tragedia, encontraron consuelo en un médico joven que,
contra las disposiciones oficiales se atrevió a ingresarlo por unas
horas para hidratarlo.

El día de los padres, un vecino que lo ayuda en lo posible le preguntó
al muchacho por el enfermo. Osvaldito lo invitó a entrar para que lo
felicitara. Cuando llegó al cuarto y vio a Osvaldo agonizando junto a
Walkiria, perdido entre las sábanas, seco de flaco, recordó cuando su
madre se estaba muriendo de cáncer de pulmón en la misma cama que
compartía con su papá, y aquello lo desgarró. Osvaldo es un anciano muy
simpático y servicial, educado, afable, respetuoso y muy querido entre
los vecinos. Por eso ahora tantos lo ayudan.

Pero a pesar de la solidaridad de los vecinos, cuando le pregunto a
Osvaldito por sus padres y me relata los pormenores de la enfermedad,
percibo en sus palabras un tono de desamparo que desgraciadamente no es
solo su impresión, sino el producto de la indefensión a que se ven
condenados estos enfermos que no cuentan con la atención médica
imprescindible para poder morir tranquilos, cuando lo único que queda
por hacer es mantenerlos lo más cómodos posible.

Source: La indefensión en vísperas de la muerte | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/la-indefension-en-visperas-de-la-muerte/

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