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Saturday, March 26, 2016

El lenguaje falso, mucho menos sociable que el silencio

El lenguaje falso, mucho menos sociable que el silencio
Cada vez que escucho un disparate, pienso en las bondades de una callada
sábado, marzo 26, 2016 | Jorge Ángel Pérez

LA HABANA, Cuba.- En ocasiones no hay mejor opción que el silencio. Cada
vez que escucho un disparate, pienso en las bondades de una callada. Un
largo silencio deben guardar quienes creyeron que el interés de los
cubanos en la visita del presidente de Estados Unidos terminaría tras el
despegue del Air Force One. Se equivocaron; todavía hoy se habla en la
ciudad, con muchísimo entusiasmo, de cada una de sus intervenciones.
Desde que fuera anunciada la visita conocí de las expectativas que
estuvo despertando en los cubanos, y escuché comentarios elogiosos,
esperanzados; lo mismo en una parada de ómnibus que en una cola
interminable para comprar unos huevitos. Los cubanos, esos que son los
verdaderos miembros de la sociedad civil, esos que no aparecen en la
televisión, quedaron contentísimos, y mencionan todavía fragmentos del
discurso que les dedicó en el Gran Teatro y aplauden su fe en un futuro
mejor para Cuba, el que, advirtió, está solo en nuestras manos.

¿De dónde sale entonces la suspicacia de la prensa oficial? ¿Acaso
recibieron a Obama para tildarlo de injerencista? Esa prensa timorata
decidió armar una alharaca, creyeron que lo más sano sería intervenir,
rebatir, entrevistar a miembros de una sociedad civil comprometida,
acostumbrada a ejercer sus criterios desde la más impresionante
visibilidad. Así apareció en la pantalla la periodista Thalía González,
mirando cuidadosamente su agenda para no equivocar los nombres de
quienes, supongo, desde hacía mucho rato se había decidido entrevistar.
Estuvo Elier Ramírez, a quien ya habíamos visto en la televisión durante
el último congreso de los jóvenes comunistas, asegurando que el
socialismo debía hacer un arte superior al que producía el capitalismo.

Entrevistada fue también Rosa Miriam Elizalde; de discurso fluido y
elocuente, pleno en terminologías que al parecer la periodista solo sabe
decir en inglés. Otro de los interrogados sería el presidente de la
Sociedad Yoruba de Cuba quien puso múltiples reparos al discurso del
presidente norteamericano, pero olvidó mencionar como en Cuba el mismo
gobierno que lo recibía había coartado durante muchas décadas el derecho
a la libertad religiosa. Tan tremenda fue la vehemencia del religioso y
su fe en el socialismo, que hasta lo imaginé estudiando el Anti Dhüring
de Engels en lugar de El Monte de Lydia Cabrera. Hasta llegué a pensar
que podría responder como Fausto a Margarita, cuando esta le preguntó si
creía en Dios: "¿Quién puede proclamar: creo en Dios? ¿Quién, sentir y
atreverse a decir: no creo en Dios?".

"De lo que no se puede hablar se debe callar", decía Wittgenstein con
muchísima razón, pero la televisión cubana obviamente decidió lo
contrario. Y yo seguí sentado frente al televisor y cambiando de canal
para no perderme nada. Noté que cada intervención sobre el asunto
desacreditaba la gestión de Obama y su empeño en establecer relaciones
basadas en la igualdad. Que neguemos su buena voluntad me parece muy
mezquino.

Pegado a Telesur, descubrí a la periodista Arleen Rodríguez asegurando
que "le picaba la lengua", que tenía ganas de decir "cosas" sobre el
discurso de Obama, y le creció el prurito en la lengua cuando habló del
empeño del presidente norteamericano en poner distancias entre el
individuo y el estado. Al parecer la periodista de la Mesa Redonda
olvidó que fue el estado cubano quien decidió cuales miembros de la
"sociedad civil cubana" estarían en el Gran Teatro escuchando las
palabras del visitante; los que no fueron elegidos se apostaron en
algunas de las calles cercanas al edificio para saludar al presidente
negro de USA, si es que pasaba por allí.

Fue el estado también quien tomó la decisión de que la habitual
fanaticada del béisbol no estuviera en el Coloso del Cerro disfrutando
de aquel enfrentamiento entre el equipo cubano y el Tampa Bay Rays. Esos
que llenan las gradas en cada juego no estuvieron esta vez. Gracias a la
televisión pude contemplar a un público perezoso, pasivo, tan de atrezzo
como los médicos halloweenescos, con bata blanca y estetoscopio,
colocados en las lunetas del Gran Teatro para escuchar a Obama.

Arleen tendría varios invitados en Telesur, y se ocupó en lo mismo que
los otros periodistas; habló una y otra vez sobre la base de Guantánamo,
ese enclave del gobierno americano que le da a su padre una pensión cada
mes como ella misma cuenta. Luego daría la bienvenida a un invitado al
que hizo un montón de reverencias. Era Miguel Barnet, presidente de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y miembro del Comité
Central del Partido Comunista, autor de Biografía de un Cimarrón,
novela-testimonio que es sin dudas su libro más leído, pero también de
Fátima o el parque de la Fraternidad, uno de los peores cuentos en toda
la historia de nuestra literatura.

Barnet también le haría a Obama algunas exigencias. Reclamó repasar una
y otra vez la historia cubana, a pesar de que él mismo parece olvidar
que los mismos que hoy nos gobiernan lo marginaron por homosexual, para
luego, cuando les convino, hacerlo miembro del Partido Comunista sin que
jamás mediara disculpa pública. El autor de Gallego nos advirtió la
madurez de nuestro pueblo, ese que, según él, esta vez no mostró tanta
euforia en las calles.

Evidentemente Barnet no camina por las calles de La Habana, debió ser
por eso que no consiguió percatarse de los cientos de cubanos que
rodearon en el Parque Central a una periodista del The New York Times, y
luego a otro, y a uno más, pretendiendo ser entrevistados y decir lo que
la prensa cubana no menciona. Miguel no pudo ver la euforia creciente de
los cubanos mientras invadían el Parque Central, y las calles aledañas
al Gran Teatro, para aplaudir al visitante.

Tengo la certeza de que lo mejor sería hacer honores al silencio, porque
como dijera Rochefocauld, "el silencio es un continente misterioso del
alma que sirve para esconder los defectos de la mente". Y para seguir en
el delirio, propongamos otra cita, esta vez de Montaigne: "El lenguaje
falso es en efecto menos sociable que el silencio".

Source: El lenguaje falso, mucho menos sociable que el silencio |
Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/el-lenguaje-falso-mucho-menos-sociable-que-el-silencio/

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