Periodistas cubanos en tierra de nadie
En Cuba han surgido alternativas para divulgar informaciones o denuncias
y hacer un periodismo diferente a la aburrida gacetilla oficial.
Internet es el nuevo campo de batalla.
Iván García Quintero
octubre 27, 2015
Parece que ha pasado mucho tiempo desde aquellos años 80 del siglo
pasado, cuando un adusto oficial de la Seguridad del Estado vestido de
civil, con su solemnidad, intimidó a un grupo de jóvenes
desparpajados que estudiábamos en el preuniversitario de La Víbora.
Yo tenía 16 años. No recuerdo haber sentido más miedo en mi vida que
aquella tarde, cuando el agente mostró su carnet con una franja roja y
caracteres verdes: DSE. Las siglas del tenebroso Departamento de
Seguridad del Estado.
El tipo manejaba nuestro temor juvenil como un experto. Quizás lo
aprendió en una academia de contrainteligencia de la KGB o en la STASI
de Marcus Wolf.
Le pidió discreción a la directora de la escuela, conocida por "la
Mosca", más intransigente que un talibán afgano. Y como un manso rebaño
condujo a media docena de chiquillos con ínfulas intelectuales hacia la
biblioteca escolar.
Nuestro delito era ver películas y documentales no divulgados en Cuba en
videos Betamax, leer libros prohibidos de Mario Vargas Llosa, Jorge Luis
Borges o repasar a hurtadillas poemas de Heberto Padilla.
Todavía resuenan en mis oídos las severas reprimendas. Algunos lloraban
y otros pedían perdón por su "pecado". El hombre, como un todopoderoso,
esperaba escuchar mi alegato de clemencia.
No sé cómo me armé de valor ante la autoridad y con voz temblorosa solté
una parrafada sobre la libertad personal, leer lo que uno quisiera.
"Tú te imaginas qué pasaría si tu madre se entera (era periodista
oficial). Esos que lees son contrarrevolucionarios y en el caso de
Borges apoyan a la dictadura de Pinochet", me dijo el policía político.
Ante las "evidencias" y el temor de que mi madre lo supiera, yo también
evoqué un mea culpa. Unos años después, en 1991, estuve 15 días detenido
en una celda tapiada de Villa Marista. Probablemente mi sedición
libertaria a ella le costó su puesto de trabajo en el ICRT y, en 1995,
dejó el periodismo oficial e ingresó en Cuba Press, agencia de prensa
alternativa.
Hago catarsis: Tras 20 años ejerciendo el periodismo independiente desde
La Habana, conozco las presiones que sufren quienes discrepan con la
narrativa del régimen.
Hay dos caminos: luchar o callarse. Y dos salidas: seguir viviendo en tu
país como un zombi o largarte a otra nación. Uno es libre de escoger.
Nadie tiene madera de mártir.
En Cuba existen leyes que condenan con 20 años y más de cárcel por
escribir sin mandato. Pero los tiempos son otros, aunque gobiernan los
mismos.
La autocracia castrista ha pasado de un sistema totalitario, donde el
Estado controlaba el flujo informativo, el cine, la literatura y
cualquier otra faceta intelectual con puño de hierro, a una nación
autoritaria que se abre despacio, con un pie anclado detrás de la puerta.
La paranoia soviética, los actos de repudio –verdaderos linchamientos
verbales–, las acusaciones descabelladas y el chorro de ignominia que
lanzan a la integridad de una persona, siguen vigentes.
Pero el deseo de muchos comunicadores de expresar su modo de pensar
mediante un blog, una web o un periódico digital, ha ido en
aumento gracias a las nuevas tecnologías.
Cuando a finales de los años 80 exreporteros estatales como Rolando
Cartaya y Tania Díaz Castro comenzaron a difundir las noticias que
generaban los grupos pro Derechos Humanos, deslindaron un camino que
luego continuarían Indamiro Restano, Rafael Solano y Raúl Rivero.
En un error de cálculo, el Gobierno de Fidel Castro pensó que
encarcelando a 27 periodistas libres en marzo de 2003 cercenarían la
prensa independiente. Ocurrió lo contrario, se multiplicó.
Ahora son decenas los que por su cuenta y riesgo a diario reportan desde
todas las provincias. Ahora, además, se debe tener en cuenta a los
periodistas oficiales que colaboran en medios extranjeros. O como Elaine
Díaz, que con Periodismo de Barrio ha fundado su propio semanario.
La diferencia de escribir con libertad a redactar aburridas noticias de
supuestos crecimientos económicos es abismal.
En su afán de atajar el movimiento de blogueros alternativos que
lideraba Yoani Sánchez, el régimen autorizó a periodistas
oficiales y profesionales a que abrieran bitácoras.
El plan era crear en internet un campo de batalla de ideas. Esto generó
una amplia red de blogueros. Los hay amaestrados y vitriólicos.
Respetuosos con el contrario y convencidos de la revolución verde olivo.
O críticos con el estado de cosas, aunque su intención sea perfeccionar
el sistema.
Pero la autonomía y los razonamientos liberales engendran desconfianza
en un país donde las orientaciones siempre vienen de un puesto central
de mando. El Gobierno volvió a perder el foco.
No existe libertad guiada o a medias. Es muy simple la ecuación binaria
de "revolucionarios" contra "disidentes mercenarios". Pero en el actual
panorama de la isla, el "enemigo" no es la disidencia. Es el descontento
de un amplio segmento de cubanos, por la ineficacia de las
instituciones, el manicomio económico y la corrupción.
Entonces, los periodistas honestos le toman el pulso a esa realidad. No
son oficiales ni independientes. Se deben a su gente.
Source: Periodistas cubanos en tierra de nadie -
http://www.martinoticias.com/content/periodistas-cubanos-en-tierra-de-nadie/107819.html
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