Marchar o no marchar… He ahí el dilema
MIRIAM CELAYA, La Habana | Octubre 28, 2015
La más reciente ciber-escaramuza desatada en torno a las declaraciones
de Eliécer Ávila, líder del movimiento opositor Somos+, acerca de la
iniciativa #Todosmarchamos, vuelve a poner en evidencia, por una parte,
la necesidad de la contención en el discurso político y la importancia
de no dejarse arrastrar por las provocaciones de quienes solo persiguen
rating y protagonismo desde la cómoda seguridad de la lejanía
geográfica, y por otro, la incapacidad de ponderar las cosas por su
justo valor, ya sea por parte de los llamados líderes opositores –con
independencia de sus estrategias, su orientación ideológica o sus
propuestas políticas, cuando las tienen–, o por la opinión pública.
Saltan a la vista, en este caso, los numerosos mitos que forman parte de
una suerte de teogonía de la oposición, un espejismo especialmente
creado y sostenido desde la emigración en un absurdo afán de aferrarse a
una épica opositora –que eventualmente debería sustituir la actual épica
revolucionaria– y que, como ésta, crea parcelas de prestigio y
heroicidad, e incluso se inventa castas y linajes, en dependencia de que
los nuevos héroes estén dispuestos a sangrar o recibir gaznatones. Es
sabido que los cubanos somos especialistas en repetir errores, en
particular aquellos que garantizan futuras lamentaciones y
desgarramientos de vestiduras.
Los cubanos somos especialistas en repetir errores, en particular
aquellos que garantizan futuras lamentaciones y desgarramientos de
vestiduras
Si en algo coincido 100% con Eliécer, es en la necesidad de que la
prensa independiente de Cuba deje de ser complaciente con la oposición
–imitando lamentablemente la función de la prensa oficial respecto del
castrismo– y asuma desde la propia actualidad (en dictadura) el papel y
las funciones que suele cumplir el periodismo en las sociedades
democráticas. Esto es cuestionarse absolutamente todo y todos,
desacralizando cualquier figura pública cuya proyección debería ser en
definitiva servir y no mandar. En tal sentido, aquí me propongo algunas
observaciones que, con seguridad, a los más rabiosos radicales les
resultarán intolerables. Sugiero, pues, que los pasionales dejen de leer
en este punto de mi trabajo, a fin de evitarse las usuales perretas
patrioteras.
No entraré a dirimir mis simpatías o diferencias personales sobre la
oposición –que no sobre un inexistente "movimiento opositor"–, un
entorno que conozco al dedillo cuando han transcurrido casi tres lustros
desde que me adentrara en él. Lo que yo sepa o crea de unos y otros es
completamente irrelevante.
En la oposición he encontrado a muchas de las mejores personas que he
conocido en toda mi vida: honradas, honestas, entregadas y generosas. Y
también a muchas de las peores y más dañinas: seres ambiciosos,
hipócritas, oportunistas, falsos patriotas y también, como dijera
Eliécer, ciertos personajillos corruptos que han hecho de la "lucha por
la democracia" un modo de vida. Con los años he comprendido que esa
realidad no es privativa del escenario cubano ni tampoco se reduce al
espacio geográfico de la Isla. Buenos y malos cubanos hay tanto en Cuba
como en la diáspora, hay quienes viven para Cuba y quienes viven de
ella. Conste que me limito a reseñar el hecho como un mal necesario y
verdadero: es así, y punto.
Hay quienes no quieren saber que la disidencia cubana tiene una
composición tan variopinta desde el punto de vista de calidad humana
como la podría tener cualquier grupo social. De hecho, en nuestro sector
se reflejan todos los vicios heredados de un sistema corrupto y enfermo,
incluyendo males atávicos como el caudillismo, el autoritarismo o el
caciquismo, y hasta existe lo que pudiéramos llamar una gerontocracia
opositora, sólidamente aferrada a viejos preceptos y resabios
inamovibles, incapaz de evolucionar ante los nuevos escenarios.
Siempre me sorprende y hasta me disgusta escuchar cuando en el
extranjero, quizás con la mejor voluntad del mundo, alguien se refiere a
los disidentes en general, incluidos los periodistas independientes,
como "héroes". Lo peor es que hay personajes que aceptan "modestamente"
el epíteto, como si en verdad les correspondiera por derecho. Jamás
apoyaré como líder a un sujeto que se perciba a sí mismo como digno de
supremacía moral sobre el resto. Por demás, semejante panteón de héroes
de prefabricado solo servirá para cimentar numerosos males presentes y
futuros.
No obstante, en esas circunstancias y con esos actores es preciso
continuar abriendo las vías por la democracia para Cuba. Los más
optimistas creemos que en el mejor de los escenarios y con el paso del
tiempo se sumarán nuevas figuras y propuestas que ampliarán y
diversificarán las opciones en el escenario político y social, abarcando
todos los intereses e incluyendo todas las tendencias y opciones de
participación ciudadana. Y tendremos que aprender a convivir con
nuestras diferencias.
Otro de los mitos más connotados del imaginario cubano de todos los
tiempos se basa en medir el valor de las personas por la disposición que
tengan a "derramar su sangre", a ser apaleados en la vía pública o
encerrados en calabozos. Marchar o no marchar parece querer erigirse en
la disyuntiva moral para políticos del futuro. No importa si el hecho se
repite una y otra vez, con idéntico resultado, sin que se haya movido un
ápice el poder dictatorial, ni se haya sumado al martirologio ningún
ciudadano de esos que llaman "de a pie", a los que se pretende emancipar
del yugo castrista. Es sabido que ningún "líder" ha logrado atraer
adeptos convirtiéndose en víctima propiciatoria de una dictadura que
sabemos represiva y capaz de los mayores abusos.
Lo verdaderamente importante parece ser que mientras más marches y más
palos recibas, más "valiente" eres, y obtendrás un lugar de privilegio
en el selecto club de los titanes anticastristas.
Pero, en vista de que ningún cubano "del pueblo" se dispone a sufrir las
ya tradicionales pateaduras dominicales, los organizadores de este vía
crucis antillano no solo han convocado al resto de los disidentes
–incluyendo a aquellos que han tildado de "ingenuos" y hasta de
"traidores" por haberse manifestado de acuerdo con la política de
distensión de la administración estadounidense– sino que se cuestionan
la renuencia de quienes no acatan la convocatoria.
Y ven en esta negativa, no el derecho de los demás a decidir sus propios
métodos de resistencia o sus vías para trabajar por la Cuba que
queremos, sino una supuesta intención de dividir a la oposición o de
"hacerle el juego" a la dictadura. Diríase que si los Castro no han
caído es porque algunos, sea por majadería o por cobardía, nos negamos a
marchar desde una iglesia. Que no creas en Dios, en los animadores de la
iniciativa o en sus resultados, es secundario: un rebaño debe seguir al
macho alfa, que –al más puro estilo castrista– asumirá que los que no lo
siguen ciegamente son unos cobardes y están en su contra.
Así, el principal pecado de Eliécer Ávila fue el exceso de transparencia
en un mundo de mascaradas, olvidando que ignorar las provocaciones es la
estrategia más sabia y expedita que puede aplicar todo el que tenga
aspiraciones a un liderazgo político. El animador de Somos+ perdió una
magnífica oportunidad de guardar discreto silencio.
Por mi parte, disfrutando el privilegio que me otorga mi condición de
periodista de opinión y mi total falta de compromiso con líderes o
partidos de cualquier color político, aprovecho la ocasión para sumarme
al comentario de un sabio lector: no hay que "luchar" por la democracia,
basta con ejercerla; no hay que conquistar la libertad, basta con ser
libres. Solo que habría que hacer esto con inteligencia. No es práctico
continuar aplicando estrategias que conducen una y otra vez al mismo
resultado... Salvo que lo que se persiga sea ese sello de pedigrí que
tantas veces se ha repetido en nuestra historia.
En el futuro mediato de Cuba dejaremos de escuchar aquella manida frase
que signó nuestras vidas y que legitimaba los derechos de algunos pocos
privilegiados por sobre el resto de los cubanos: "¿Acaso tú tiraste
tiros en la Sierra Maestra?". En su lugar se entronizaría esta otra:
"¿Acaso tú marchaste los domingos por la Quinta Avenida?". ¡Dios nos libre!
Source: Marchar o no marchar… He ahí el dilema -
http://www.14ymedio.com/opinion/Marchar-marchar-ahi-dilema_0_1878412156.html
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