Poner los pies en la tierra
IVÁN GARCÍA | La Habana | 30 Jul 2015 - 9:40 am.
- Los únicos que no vieron la debacle fueron las autoridades y los
periodistas oficiales.
- Las casi 40 fugas son la cifra más alta de atletas que abandonan una
delegación deportiva nacional. Los que se marchan son tantos, que los
que regresan son noticia.
- Si el Estado no cambia de mentalidad, seguiremos sin tocar fondo.
Incluso los más pesimistas, lejos de ser atontados comisarios políticos,
me advirtieron: mi pronóstico de que Cuba iba a perder el segundo lugar
en Toronto estaba matizado más por discrepancias políticas que por la
coherencia o el análisis.
"Estas equivocado de lado a lado. Aquí no funciona casi nada. Pero el
deporte tiene una calidad indiscutible. Es muy difícil que Canadá o
Brasil superen a Cuba. Eso va suceder, pero dentro de ocho años. El odio
hacia el Gobierno te afecta el discernimiento", me comentó un vecino con
el que suelo tener encendidas polémicas políticas y deportivas.
Me gusta tirarme a la piscina y vaticinar. Es mi trabajo. Escribir una
frase como "Cuba va perder el segundo lugar con Canadá", no estaba
motivada por razones de índole política.
Charlé con un funcionario del INDER antes de comenzar los Panamericanos,
y este me aseguró: "Antonio Becali, el presidente del INDER, está mal
asesorado. Creo que ese pronóstico de mantener el segundo lugar lo va a
embarcar. Aunque si Cuba no lo obtiene, Antonio no es culpable de nada.
Ese trabajo le pertenece a Cristian Jiménez, el anterior presidente.
Probablemente no pierda el puesto si fracasan".
Tengo mis dudas. En una nación donde se le da más relevancia a lo
político que a lo económico, cualquier derrota, aunque sea deportiva,
conlleva encendidos análisis. Se producen harakiris y ruedan cabezas.
Dos horas de internet, buscando detalles sobre los equipos que Estados
Unidos, Canadá y Brasil llevarían a los Panamericanos, fue suficiente
para comprobar que en Toronto era muy complejo obtener el segundo lugar.
Los únicos que no se daban cuenta eran las autoridades y los periodistas
oficiales.
Los organizadores canadienses se habían tomado en serio el torneo. La
preparación fue esmerada. El equipo de ciclismo, por ejemplo, tenía
tecnología de punta. Tanto el Estado de Canadá como diversos
patrocinadores empresariales canalizaron recursos y dinero.
Incluso en caso de que Cuba hubiera obtenido 50 medallas de oro —el
pronóstico de la Isla— éstas no hubieran sido suficientes. Si hay que
señalar un culpable del naufragio en Toronto, sería la desinformación,
el triunfalismo descocado y el poco rigor de los encargados de dar un
vaticinio.
No hay que ser un experto para saber que en Cuba el deporte es una
vitrina de mercadotecnia política. Una herramienta para demostrar los
beneficios de una revolución incapaz de llevar un vaso de leche en el
desayuno o un bistec de res a sus ciudadanos en la cena.
La práctica deportiva en la Isla está hipertrofiada. La estructura es la
correcta. La idea de promover el deporte desde la base, con una cadena
de escuelas deportivas y academias provinciales, ha funcionado.
Desde luego, cuando el Kremlin giraba los cheques en blanco a cambio de
fidelidad, la bonanza deportiva fue superior. Entrenadores llegados de
Europa del Este cimentaron una metodología de primer nivel.
En Cuba hay miles de entrenadores deportivos de calibre. Con la
desaparición del comunismo soviético, muchos hoy trabajan como porteros
de hoteles o manejan taxis privados.
Ya el famélico Estado no tiene dinero suficiente para apoyar al
voluminoso movimiento deportivo nacional. Cientos de terrenos deportivos
se perdieron o se destruyen por falta de mantenimiento.
Si usted se da una vuelta por centros donde se preparan deportistas de
alto rendimiento, notará las precarias condiciones de vida y
entrenamiento. La FIFA, a cambio de un voto a favor del sinvergüenza de
Blatter, otorgaba un millón de dólares a la federación local. También
donó una cancha sintética que se pudre en un almacén estatal.
¿Qué se ha hecho con ese dinero? Un misterio. Pues el terreno del Pedro
Marrero es un patatal y las condiciones del estadio, lamentables, con el
techo repleto de goteras.
Debido a la fuga imparable de deportistas en busca de libertad
financiera, el régimen autorizó la contratación de atletas en el
exterior. Pero el entramado es tan complicado, que según un futbolista
"cuando el INDER me consiga un contrato en el extranjero ya seré un abuelo".
Entonces se viene produciendo una desbandada. Legal, de balseros o
abandonando sus equipos en las ciudades donde compiten. Los casi 40
atletas —según una fuente del INDER— que huyeron en Toronto, es la cifra
más alta de atletas que abandonan una delegación deportiva cubana.
Ni siquiera en los Juegos Centroamericanos de Ponce 1993, en pleno
"período especial", tantos atletas saltaban la cerca. Ahora mismo, días
antes de conformar la preselección juvenil para el campeonato mundial de
béisbol, peloteros de proyección como Joan Oviedo y Orlando Martínez,
ambos de La Habana, emigraron del país.
Ya son tantos los que se marchan que noticia son los que se han quedado
en Cuba o si los que se han ido en algún momento vendrán de visita. Los
tracatanes de la autocracia se preguntan cuándo tocará fondo el declive
cualitativo del deporte en la Isla.
Si el Estado no cambia su mentalidad, dentro de cuatro u ocho años,
Colombia, México y probablemente Argentina nos pasen por el lado en
próximos Juegos Panamericanos.
Los defensores a ultranza del gobierno se desgañitan recordando las
glorias pasadas, justificando el fracaso con el embargo estadounidense,
el robo de cerebros o cualquier pretexto potable para zombis o tontos
útiles.
No tienen un plan para salir de la crisis. La solución es abrir el
deporte a los negocios. El deporte moderno es de clubes y es patrocinado
por el sector privado. Hay disciplinas que cuentan con subsidio estatal.
Pero los deportes con más seguidores son negocios empresariales.
Supongo que los asesores del régimen conocen esos detalles. Pero sus
mentes estrechas, adiestradas en la confrontación, el sigilo y mantener
su poder, no están entrenadas para ser creativas.
A una mata de mango no se le puede pedir aguacates. Al final del
trayecto "próspero y sustentable" que nos vende la narrativa del general
Raúl Castro, seremos una potencia en boxeo y pelota, deportes de toda la
vida en Cuba. O probablemente ni en ésos.
Source: Poner los pies en la tierra | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/deportes/1438242040_16020.html
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