Sincerar la República
ARMANDO CHAGUACEDA | Xalapa | 31 Dic 2014 - 11:49 am.
La iniciativa #YoTambiénExijo, además de legítima, es coherente con la
trayectoria artístico-política de Tania Buguera.
La anunciada performance de Tania Bruguera en la Plaza de la Revolución
se saldó con una serie de detenciones de ciudadanos cubanos, sacudiendo
el terco y moderado optimismo que tenía. Las esperanzas respecto a
cierta relajación del control policiaco sobre las iniciativas autónomas
del activismo social y cultural cubanos, derivadas del deshielo
EEUU-Cuba del pasado 17 de diciembre, se van por la cañería. Sin tiempo
ni sosiego para hilvanar un texto sosegado y académico, reúno aquí
algunas de las reflexiones que fui compartiendo, al calor de los
acontecimientos, en las redes sociales.
Comienzo recordando que la iniciativa #YoTambiénExijo, además de
legítima, era coherente con la trayectoria artístico-política de Tania.
La cual incluye no solo reclamos al gobierno de su país natal, sino
también campañas por los derechos de los migrantes y acciones dentro del
movimiento alterglobalizador. Es ridículo insistir en la falaz
"contrarrevolucionareidad" de una artista implicada en acciones
similares a la proyectada en la Habana, pero dirigidas al corazón mismo
del capitalismo (Wall Street). Se trata de un activismo concebido desde
una "política de la cultura" de la que Bobbio, Bourdieau y tantos otros
"gurús" de la academia progresista se han ocupado en sus numerosos
textos. ¿Donde carajo ronda la derecha, por semejantes parajes libertarios?
Enseguida que la iniciativa cobró apoyo —y ante la negativa de la
promotora a abortarla—, se difundieron los "argumentos" oficiosos. Los
cuales llamarían a la risa, si no constituyesen recursos gastados con
los que el Gobierno ha intentado, desde hace décadas, acallar al
activismo y la reflexión autónomos. Se alertaba del peligro de hacerlo
"fuera de las instituciones"... cuando estas mismas instancias
(incluidas las culturales) procuraron acotar la actividad y luego
ignoraron las solicitudes para permiso y custodio tramitadas por la
artista. Se denunció el "afán de protagonismo" de Bruguera, cuando nada
hay mas egocéntrico que una dirigencia como la cubana; la misma que, por
más de medio siglo, ha ocupado todos los medios y tribunas para decirnos
cómo pensar, qué cocinar, cómo asearnos y qué arte es el que "nuestro
pueblo necesita".
Dijeron que no era "el modo, forma y lugar correctos", sin reconocer que
el problema central es que aquellos nunca van a llegar (o nacerán
castrados) si se les concibe como mera gracia estatal y no como
iniciativa, legitima y pacífica, de la gente. Quienes, por varias
décadas y generaciones, apostamos a la reforma socialista y democrática
de (y desde) las instituciones y leyes vigentes, hemos sufrido el
desencanto de descubrirlas, a la postre, como lo que realmente son: como
una mordaza a la verdad y un antídoto a la emergencia de una ciudadanía
empoderada y autónoma. Condiciones ambas de una sociedad poscapitalista.
El mejor modo de impedir que los "enemigos de la Revolución" se
aprovechasen de la iniciativa era acompañar su carácter plural y
pacífico. Permitiendo que el periodismo, oficial e independiente,
cubriese, sin impedimentos ni distorsiones, el acto. Y aceptando que la
ciudadanía, real, diversa y cuestionadora, comunista u opositora,
politizada o escéptica, ejerciese el derecho de decir. Nada de eso pudo
ocurrir con normalidad, tras la intervención gubernamental de la jornada.
Horas antes de los sucesos, confiando en que se impondría el sentido
común y buscando alguna razonabilidad a los argumentos oficiales (la
"provocación") me asaltaron varias dudas/esperanzas. ¿Permitirían las
autoridades la performance en otro sitio público que no operase como
mera campana aislante; renunciando a ejercer el filtro
(político-policiaco) de acceso y contenidos de la acción? ¿Sabrían no
confundir la renuncia a ese control con denegar su insustituible apoyo
para el control del orden público, dentro del normal desarrollo de la
actividad?
Mientras me asaltaban esas dudas, luchaba con el realismo. Durante mi
experiencia de activismo y reflexión dentro del campo cultural cubano,
aprendí en carne propia que los pretextos oficiales son construidos de
cero, como tomados de un "banco de clichés", sin necesidad de que sean
plausibles y sin preocuparse en respetar la integridad e inteligencia
del aludido. Porque usted, creador, puede ser "agente de la CIA" sin
saberlo. Puede ser acusado de gestar supuestos "complots
contrarrevolucionarios"… aunque estos actos no sean otra cosa que
iniciativas de creadores y activistas culturales, gente decente y
pensante como la que conocí mucha, que jamás ha visto un cheque de la
USAID, visitado la SINA ni aceptado condicionamientos externos en su
trabajo. Gente que, ante la visita del agente o la charla con el
comisario, se ven en la disyuntiva de participar en el proceso de
autocensura o continuar adelante en medio del desamparo institucional,
asumiendo los costos represivos.
Remembré las duras consecuencias que ambos cursos de acción conllevan
para colaboracionistas y rebeldes, en los terrenos práctico, psicológico
y moral. Cómo nos engañaron con futuros luminosos y solidarios. Cómo nos
educaron para, a la postre, prohibirnos pensar. Me estremecí al ponderar
como la repetición de este proceder desangra las mejores energías y
mentes de la nación; para acabar imponiendo la paranoia, el desaliento y
el inmovilismo como pautas de convivencia colectivas. Con las
consiguientes pérdidas para la cultura y sociedad cubanas, para un
futuro que se nos muere antes de nacer, asfixiado por las mentalidades
del capataz y el mercachifle.
Por estas agónicas horas algunos (un par) de intelectuales afectos al
Gobierno cubano, gente pensante y no simples ciberesbirros, expusieron
en las redes sociales sus temores ante la posible derivación de la
performance de Bruguera en una crisis de gobernabilidad. Se habló de la
USAID y de la Primavera Árabe, de la prudente confianza en los primeros
pasos del Gobierno y en la necesidad de "tiempo". Quise creerles. Pero
luego recordé que la política, como el Dios Jano, tiene dos caras. Que
tanto las movidas de elite como las del activismo ciudadano pueden
tributar (o no) a la democratización de un país o avalar inmovilismos y
regresiones autoritarias; que el Gobierno cubano no ha dado muestras de
procurar lo primero. Y ratifiqué lo política y moralmente complicado de
defender, con la buena onda "progre y alterglobalista" de que hacen gala
los atribulados colegas, la épica ajena (15M, Occupy Wall Street, etc.)
mientras se descalifica, simultáneamente, la propia; con argumentos de
realpolitik tipo Henry Kissinger.
Frente a tanto atropello, siento más urgente que nunca no sucumbir a la
miseria reinante, preservando posturas y alientos previos. Celebrando
los intentos de normalización entre EEUU y Cuba, la muerte lenta del
embargo/bloqueo y todo aquello que pueda llevar aunque sea un gramo de
prosperidad y autonomía al pueblo cubano. Insistiendo en la urgencia de
promover la democracia participativa y defender la maltrecha justicia
social de cara a la restauración, capitalista y autoritaria, en marcha
en la Isla. Acompañando toda acción, por modesta que sea, que acote los
arbitrarios derechos del Estado y establezca los cimientos de un Estado
social de derecho. Desterrando los revanchismos, los odios y las movidas
reaccionarias de un segmento, obtuso y declinante, de la diáspora,
actitudes que son, por su naturaleza, primas lejanas de la violencia de
Villa Marista y las trapacerías de Punto Cero.
Cuando escribo estas líneas me debato en una mezcla de indignación y
desesperanza. Pienso en mi familia, en amigos en la Isla, en gente que
ni siquiera conozco. Ante la cadena de arrestos de hoy, derivados de la
iniciativa #YoTambienExijo, pido a quien me lea no justificar lo
indefendible con aquello del "modo y momento correctos". No incito a
nuevas epopeyas ajenas, no necesitamos más mártires o mesías. Solo
espero que, desde las instituciones, foros y gremios culturales de la
Isla, nazca alguna que otra modesta postura, tal vez una gestión
solidaria, un susurro, algo. Pero nunca ese silencio cómplice que hunde
en el cieno, no las palabras y omisiones que refuerzan la idea de "Tania
la provocadora". Renuncien al maquillaje, cobarde o interesado, de la
mentira.
Porque no hay mayor provocación que gobernar, por más de medio siglo, en
nombre del pueblo y burlar, al mismo tiempo, todos los derechos civiles
y políticos de ese pueblo. Y a los responsables de ese drama, a los
gobernantes cubanos, cuyos agentes monitorean estos rincones, les
exhorto: lancen la máscara, sinceren su asco frente a la idea
republicana, asuman cabalmente su raigambre autoritaria. Nunca más
celebren movimientos sociales ajenos, renuncien de una vez y por siempre
a ratificar Pactos extraños sobre Derechos incomprensibles, niéguense a
asistir a cumbres con esas decadentes democracias burguesas. Supriman la
Constitución y decreten la monarquía hereditaria o el estado confesional
en la Isla. Sean, por una vez, con nosotros y el mundo, honestos.
Source: Sincerar la República | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1420022943_12085.html
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