Esperando el renacer judío en Cuba
[28-10-2014 11:58:14]
David Mauri
(www.miscelaneasdecuba.net).- Nunca hubiera soñado Meyer Lansky, ni aún
en el peor de sus vaticinios, que después de tanto tiempo y dinero
invertidos, La Habana sería convertida por la mojigatería revolucionaria
en un baluarte del marxismo-leninismo, el mismo sitio donde antes habían
proliferado a buen resguardo en un país tolerante los casinos, hoteles,
hipódromos y prostíbulos.
Fue un cambio drástico, sin dudas, que afectó de manera especial a la
comunidad judía cubana, quienes participamos activamente en la
construcción financiera e industrial de la república durante la primera
mitad del pasado siglo.
¿Qué ha sido de nosotros, los judíos cubanos, durante el proceso de
añejamiento revolucionario? Propiedades confiscadas sin indemnización,
cuentas bancarias congeladas, exilio de miles de familias hacia Puerto
Rico o Estados Unidos, invisibilidad y olvido, sobre todo.
Es una historia que contiene los ingredientes clásicos para deshacerse
de la presencia judía: neutralización económica y desprecio cultural
como método de represión, puesto que la prédica nacionalista del
castrismo los consideraba peligrosos por aquello de "cosmopolitas sin
raíces" que aprendieron del sistema estalinista.
En la actualidad la vocación antisemita del régimen comunista se
traslada al campo de la política internacional, en la que la prensa
oficialista invierte sobre la opinión nacional volcándose a temas
lejanos como el conflicto árabe –israelí, al que dedica amplio espacio
para difamar a Israel con toda clase de afirmaciones malintencionadas
dirigidas a empañar no sólo la imagen mundial de la democracia israelí,
sino fundamentalmente a aislar con percepciones negativas a nuestra
comunidad de la retroalimentación recíproca con sus pares en todo el mundo.
El sionismo, otro de los temidos fantasmas del gobierno, es una
ideología prohibida en Cuba y eso es todo.
¿Cómo se entiende que un país con una población judía estimada en más de
ochenta mil personas no posea un activismo respetable y legal que
promueva la defensa de los derechos de la diáspora en su relación con
Israel, el único estado judío del mundo?
Bien, eso pasa por el finado juego político desplegado por Fidel Castro
durante la Guerra Fría: como la mayoría de los regímenes instalados en
países como Libia, Egipto, Iraq y Siria se definían socialistas y por
tanto, comulgaban con la URSS, el máximo líder cubano hizo lo que era
previsible al abrazar la causa árabe para complacer a sus padrinos
soviéticos, mientras en Cuba propinaba un manotazo al desenvolvimiento
de una conciencia cívica entre los hebreos.
Estas lealtades llegaron al punto de afectar los intereses económicos de
la Isla considerando la importancia estratégica de nuestra cooperación
tecnológica con Israel, que nos asesoraba en las buenas prácticas para
nuestras plantaciones citrícolas (que a la sazón se habían quedado
técnicamente huérfanas tras la retirada de los expertos de la United Fruit).
Todo eso se terminó con la ruptura de relaciones entre ambos países en
1973, a raíz de la guerra de Yom Kipur, que se saldó con el escándalo de
la renuncia del propio Ricardo Wolf, embajador cubano en Tel Aviv, un
rico judío alemán naturalizado en Cuba que financió con su negocio
acerero al propio Castro en sus días guerrilleros y que en protesta por
tamaña ingratitud rompió para siempre los vínculos políticos que lo
ataban a la nación adoptiva. Eso es lo que sentimos todos: la Revolución
ha traicionado de la forma más rastrera la confianza y la dignidad de la
comunidad hebrea cubana.
El estado en que pervive la institucionalidad tradicional es lamentable,
despojados de la posibilidad de regentar colegios propios para la
promoción de la identidad judía o de la iniciativa para dinamizar la
economía a través de la explotación del libre mercado. Los judíos sólo
hemos podido conservar las sinagogas porque a eso se reduce el concepto
que el gobierno tiene de nosotros: somos una religión más y como buenos
religiosos debemos limitarnos a rezar. Lo cierto es que lo hacemos,
todos los días, para que este país recobre la lucidez y reaprenda
virtudes elementales que antes poseía como el hábito democrático o la
tolerancia.
Es loable el grado de respaldo gubernamental concedido para practicar el
culto, pero lo cierto es que el comercio también es parte de nuestra
esencia y la única garantía de independencia económica, cultural y
política en la sociedad en que vivimos.
Existe un temor generalizado entre los círculos de poder de que el
sentido de pertenencia grupal, aunada a las conexiones internacionales
de los judíos, pueda fermentar el orden socio-económico impuesto por el
Partido Comunista en el momento de abordar los verdaderos cambios que
necesita Cuba.
Ahora es más urgente que nunca la formación de organizaciones judías que
comiencen a presionar al gobierno en este sentido en estrecha
coordinación y como parte de la sociedad civil emergente de una Cuba
postcastrista. Es el momento de exigir un acercamiento con Israel, el
cese de la proscripción del sionismo como una ideología abyecta y el
reconocimiento del lugar que nos hemos labrado en esta sociedad con
nuestro trabajo, ir por nuestros derechos con la constitución en la mano
para impugnar los atropellos cometidos contra nosotros en el pasado y
garantizar la continuidad de nuestra comunidad en pleno disfrute del
estado de derecho en una Cuba plural.
No será fácil, hechos relativamente recientes como la encarcelación de
Alan Gross, nos demuestran que el pulseo generacional en las altas
esferas está lejos de ser definitivo. De cualquier manera el caso del
señor Gross (condenado por las autoridades comunistas a causa del
"delito" de conectar a sus hermanos judíos a Internet) es una
demostración del antisemitismo institucional que subsiste con la
obsesión de mantener el control mediático e informativo. Esta es una
atroz violación de nuestra constitución que la sociedad civil repudia y
una causa que todas las organizaciones judías deben hacer suya (el señor
Gross es judío), en una campaña por el respeto a las libertades
individuales que ponga en jaque al gobierno de Raúl Castro por su
ultraje a los derechos humanos.
Estamos hartos de ser el objeto de escarnio para aquellos que todavía se
empeñan en destruir el país. Estamos hartos de esa política exterior que
excusa a criminales y terroristas, haciendo una propaganda peligrosa
entre los países islámicos con el otorgamiento de becas a jóvenes
palestinos, yemeníes o pakistaníes (se cuentan por miles) y que se pagan
con el trabajo del contribuyente cubano con un poder adquisitivo que
está muy lejos de ser óptimo. ¿Ignora acaso la élite comunista el riesgo
que hace correr a la sociedad cubana laresidencia prolongada de toda esa
masa humana ajena a nuestra cultura, que dado el delicadísimo contexto
del Medio Oriente en la actualidad podría convertirse en agentes del
extremismo islámico que utilizarían al país como base de operaciones y
contactos para propagar el terrorismo por todo el Hemisferio Occidental?
Lo vemos a diario por toda Cuba, estas personas no respetan las reglas
elementales de su propia sociedad ni las normas ciudadanas de
convivencia: beben alcohol de manera desmesurada, siendo frecuentes las
disputas entre nacionalidades por motivos sectarios, exhibiendo además
una conducta licenciosa con las jóvenes cubanas que si bien no ha
llegado al escándalo público constituye una afrenta para el orgullo cívico.
¿Por qué tenemos que contemplar el espectáculo de esa invasión oriental,
ver a esas chicas de rostro velado y largos ropajes pasearse por
nuestras calles? Es una ofensa descarada al decoro femenino y a nuestra
cultura.
Queremos un cambio de políticas, ahora que los hombres fuertes del mundo
árabe (Muammar al-Gaddafi, Saddam Hussein), estrechos cómplices del
castrismo en las políticas antijudías globales, han caído. El gobierno
tiene la singular oportunidad de aflojar el asfixiante tutelaje y dejar
a un lado la represión cultural contra los judíos cubanos para que pueda
avanzarse hacia una recolocación más justa de la comunidad hebrea dentro
de la sociedad civil para garantizar su participación activa en la
transición a la democracia.
Así, en diciembre próximo, cuando celebremos Janucá y los emisarios del
gobierno se sienten (como lo vienen haciendo dese hace algún tiempo) en
la primera fila de la sinagoga mayor de La Habana, estemos conscientes
de nuestra victoria sobre la "unanimidad" y sigamos luchando para que la
luz de los judíos cubanos acompañe positivamente el futuro de esta Isla
para siempre.
Source: Esperando el renacer judío en Cuba - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/544f76c63a682e19b81f3ea1#.VE-iUfnF9HE
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