Comemos más, comemos peor
Los rigores alimentarios de los noventa han generado una compulsión que,
unida a la cultura culinaria de la Isla, han favorecido el aumento de
peso medio
IGNACIO VARONA, La Habana | Septiembre 02, 2014
En pocos bocados se come la segunda pizza del día. Por la noche cenará
"un pan con algo", acompañado de un batido y un dulce. Hace años que le
cuesta trabajo verse los pies mientras está parado. La barriga le tapa
las extremidades y otras zonas más añoradas. Richard fue delgado en su
juventud pero la vida sedentaria y el exceso de calorías han hecho que
sus vecinos le llamen "el gordo del piso tres". Su situación es
compartida por más del 43% de la población cubana, que padece algún
grado de sobrepeso.
La obesidad, esa epidemia del siglo XXI, también hace estragos en
nuestro país. En las últimas dos décadas la báscula marca cada vez más
libras. ¿Significa eso que comemos más o que comemos peor? Especialistas
como el doctor Jorge Pablo Alfonso Guerra, consideran que las primeras
señales de alarma ya se ven en la adolescencia. "La alimentación
inadecuada, la tendencia a realizar menos actividad física y los falsos
criterios de salud y belleza", son algunas de las causas que llevan a
que los cubanos acumulen más grasa de la debida.
La dieta más consumida en el país, abundante en carbohidratos y grasas
animales, nos viene en parte por la cultura culinaria de nuestra nación
pero también por las dificultades económicas. "Hay días en que solo como
arroz con perro caliente, porque es lo único que puedo comprar", refiere
Eugenia Suárez, quien mide 1,62 metros y pesa 254 libras. Desde hace
años padece diabetes, presión alta y fuertes dolores en las rodillas
debido a los kilos que le sobran. Ahora, sueña con hacerse una cirugía
bariátrica para reducir la capacidad de su estómago.
Los hijos de Eugenia tienen muchas posibilidades de padecer también
sobrepeso. Los estudios científicos han demostrado que el riesgo de
sufrir esta enfermedad se multiplica por cuatro si al menos uno de los
progenitores es obeso. Una investigación realizada en La Habana por la
cátedra de Antropología, adscrita a la Facultad de Biología de la
Universidad, determinó que, en las edades comprendidas entre 6 y 15
años, el 23% de las niñas y el 21% de los varones tienen sobrepeso.
"Son los hijos de quienes sufrieron el Período Especial durante su
adolescencia, de ahí que muchos de estos padres tienen una verdadera
obsesión por la comida y se la transmiten a sus pequeños", asegura Eloy
R. López, endocrino y colaborador del Instituto de Nutrición e Higiene
de los Alimentos. Según este doctor, "los rigores alimentarios que
vivimos en los años noventa han provocado una compulsión por el consumo
constante de comida lo cual, unido a malos hábitos en la manera de
cocinar y de elegir lo que llevarse a la boca, completan un cuadro muy
preocupante".
"La ingesta de azúcar es muy alta, porque con ella la gente intenta
paliar otras ausencias, lo mismo ocurre con la harina que muchas veces
se utiliza para 'estirar' un alimento y que alcance para más
comensales", explica López. Cada semana acuden a su consulta decenas de
personas que quieren hacer retroceder la aguja de la báscula. Sobre sus
pacientes refiere que "son mujeres en la mayoría de los casos, porque
entre ellas la obesidad tiene mayor incidencia en nuestro país y también
porque se preocupan más por su físico y piden ayuda". Sin embargo,
apunta que "los hombres son más difíciles de convencer de que tienen un
problema, los erróneos cánones estéticos que bendicen 'la barriga
cervecera' y 'la curva de la felicidad' hacen difícil tratar a los
varones por este padecimiento".
"Siempre tengo dificultades cuando recomiendo un régimen alimentario más
saludable, porque esas personas me responden 'doctor, yo no puedo pagar
una comida así' y tienen –en parte– razón". Una toronja cuesta dos pesos
cubanos, la saludable piña llega a valer hasta 15 y ahora mismo una
libra de tomate no baja de los 20. "Cuando saco cuentas, una dieta
saludable vendría costando a la semana lo que un profesional gana en
todo un mes", reconoce el galeno. Comer sano en Cuba es caro; pero no se
trata solo de dinero.
Richard, ese a quien los vecinos ya no llaman por su nombre, explica qué
lo lleva a consumir tanta comida chatarra. "Vivo con mis padres, mi
hermano y la esposa y la hija de éste, la cocina es pequeña y casi
siempre hay alguien friendo o hirviendo algo, así que tengo que comer la
mayoría de las veces en la calle". En el comedor de su trabajo, tampoco
hay opciones que lo ayuden a bajar de peso. "Casi todos los días hay
arroz, boniato, natilla... y la oferta de vegetales se reduce a col en
una época del año".
Es raro encontrar a lo largo del país una cafetería cuyo menú no esté
basado en bocaditos con pan, alimentos fritos o jugos con mucha azúcar.
Quienes incursionan en ofertas más saludables tienen una clientela
limitada y deben poner elevados precios. "A veces me desilusiona mucho
que los mejores platos de nuestra carta, que son a base de verduras y
alimentos frescos, apenas sean pedidos", cuenta Miguel quien labora como
chef en un restaurante privado de la calle tercera en Miramar. En lugar
de eso, "las masas de cerdo fritas, las pizzas y los preparados con
mayonesa son los de mayor éxito entre los comensales".
Después de tales ingestas, los más presumidos intentan quemar esas
calorías en el gimnasio o buscan fórmulas más rápidas y arriesgadas de
perder las libras de más.
El negocio de adelgazar
"Una sociedad obesa, es una sociedad dispuesta a pagar por bajar de
peso", asegura Dayron Castellanos quien se dedica a la venta de píldoras
para adelgazar. Se graduó en la licenciatura de cultura física y
deportes, pero ahora se dedica al negocio de eliminar las libras de más.
Vende por catálogo productos como las pastillas Pai You Guo, producidas
en China, en cuyo prospecto dice promover "la disminución del apetito y
la evacuación efectiva". A la lista de sus "remedios milagrosos" se le
suman cetonas, supuestos quemadores de grasa y cápsulas a partir de té
verde.
Castellanos no tiene licencia para comercializar ninguno de esos
productos, la mayoría de los cuales ni siquiera están autorizados por
las autoridades farmacéuticas del país. El negocio se mueve a través de
gente que recomienda su mercancía y de páginas de clasificados donde se
anuncia. Bastan una llamada y algunos pesos convertibles para que el
cliente regrese a casa con lo que cree que será la solución para
quitarse sus "rollitos y michelines".
"He tenido pacientes afectados por el consumo continuado de té diurético
y otros remedios para adelgazar", explica el doctor R. López. "La gente
quiere soluciones mágicas de hoy para mañana, pero para bajar de peso de
manera estable se necesita cambiar permanentemente los hábitos de vida",
asevera este especialista. Sin embargo, su criterio es apenas audible en
el coro de quienes ofertan productos de toda índole para adelgazar.
Los clientes de Castellanos son fundamentalmente gente de la emergente
clase media cubana. "Eso no significa que entre los más pobres no haya
gordos, solo que no pueden pagar por estas píldoras", revela el próspero
empresario. A sus anuncios responden muchas mujeres jóvenes en busca de
remedios exprés, pero también gente mayor. En Cuba se calcula que entre
las personas que superan los 60 años, el 51% de las mujeres y el 30% de
los hombres tiene algún tipo de sobrepeso. El riesgo de desarrollar
enfermedades cardiovasculares y diabetes está empujando a muchos de
ellos a preocuparse por esas libras de más.
El deterioro en la salud es parte del problema, pero los aquejados por
la obesidad viven con mayor dramatismo las repercusiones sociales y
familiares que provoca su situación. "Quiero que la gente vuelva a
llamarme por mi nombre y que nadie me diga el gordo del piso tres",
concluye Richard ante la tablilla de una cafetería que anuncia pizzas de
jamón y queso doble.
Source: Comemos más, comemos peor -
http://www.14ymedio.com/reportajes/Comemos-comemos-peor_0_1626437344.html
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