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Thursday, September 04, 2014

Castro versus Castro

Castro versus Castro
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Washington | 4 Sep 2014 - 10:19 am.

El castrismo nos concierne hoy a todos, excepto a los Castro originales,
a punto de morir mientras sus descendiente huirán con sus millones a
otra parte.

Mientras exista el Ministerio del Interior (MININT) en Cuba, ese
organismo secreto y asesino, pero a su vez legitimado por todos los
organismos secretos y asesinos del mundo, sin distinción de signos
ideológicos o de rivalidad política en público (en privado el poder
apoya siempre al poder); mientras la vida de cada uno de los cubanos
dependa de la voluntad vil de otro cubano anónimo; mientras no se
cuestione esa complicidad que es callada por un exilio retornante y
risueño, empresarios ávidos de ser ministros mañana, clérigos
chantajeados por su propia carne, y hasta por una oposición sin
programas de presión y mucho menos de protagonismo de poder; mientras
solo sigamos denunciando esas citaciones clandestinas con el G-2, en
lugar de reconocer que se trata de una guerra civil incesante del Estado
contra sus ciudadanos, la nación cubana no tiene posibilidades de
regenerarse.

El Programa de Transición, consensuado por el Movimiento Cristiano
Liberación (MCL) presidido por Oswaldo Payá, tocó el tema desde muy
temprano. No habría diálogo decente mientras no se abrieran los archivos
del Mal y sus agentes confesaran sus crímenes ante la justicia de la
democracia que vendría. Como consecuencia, la Seguridad del Estado, por
una orden que solo pudo provenir de la familia Castro, tocó a Oswaldo
Payá, probablemente procesándolo de manera sumarísima en un paraje
cubano y ejecutándolo in situ parajudicialmente.

Todos los trabajadores y desempleados cubanos, cuando demuestran ser
personas inteligentes, con ganas de contar con una biografía activa, han
sido, son, y serán entrevistados por la policía política de mi país.
Parece una exageración. Paranoia de Pardo. Pero tú en tu corazón cobarde
bien sabes que no. Tú bien sabes que a ti también te llamaron, o todavía
te llaman (vivas en la Isla o en sus antípodas).

Durante mi año y medio de visita en los Estados Unidos, he estado en
contacto con todas las generaciones de exiliados o emigrantes o como se
quieran llamar. Un pueblo cautivo que ya no es cubano, pues no puede
residir ni participar en la vida social de su previa patria. Reconocidas
estrellas de las artes plásticas y escénicas me lo han confesado.
Geniecillos de la ciencia me lo han confesado. Atletas o, para ser
exactos, exatletas de alto rendimiento me lo han confesado. Los nombres
insignias de nuestra música y literatura también me lo han confesado. El
G-2 los frecuenta.

En principio, ninguno de ellos —ni de ellas— ha tenido ningún problema
en Cuba. A muchos los conocía desde Cuba y nunca me dijeron nada de esta
faceta de interlocutores de un castrismo de catacumbas, underground.
Allá habitan mis amigos (acaso dejarán de serlo a partir de ahora),
felices de ser casi contestatarios, mientras dan decenas de entrevistas
conflictivas afuera, siempre y cuando acepten la entrevista anual con el
oficial que los atiende, siempre que de vez en cuando acaten las
sugerencias de sus respectivos agentes. Fidelidad de bajo perfil,
perversa, que incluye desde la amenaza en jarana, hasta la donación de
un pernil de carnero por parte de la autoridad, cuando alguno de
nuestros seres queridos cae en cama y es declarado (de gratis) como
paciente terminal.

Es mucho peor que esto, en la misma familia he conocido vedettes y
verdugos, poetas y peritos políticos, ensayistas y ensañadores. Y
cuidado con equivocarte conmigo, comemierda, porque por mi familia yo sí
que mato. El castrismo hoy en día nos constituye, es ubicuo y por eso
mismo es tan inubicable. Un castrismo que concierne a todos, excepto a
los Castro originales, que están a punto de morir y sus descendiente
huirán con sus millones a otra parte.

En este chantaje todos son cómplices de todos. Está pasando ahora mismo.
Me escriben por las redes sociales desde La Habana. Me piden consejo y
que me calle. Es peor si menciono por sus nombres cada caso. Por lo
demás, lo que residen afuera estoy seguro de que, si hablo, me llevarían
a la cárcel con una demanda por causarles daños morales por difamación.

Somos así de infames. Hemos vivido una vida en clave de Castro.
Moriremos, pues, con los honores que corresponde al horror de ser
nosotros —y no los Castros— el verdadero clan Castro, no por decrépito
menos demoníaco.

Source: Castro versus Castro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1409786456_10237.html

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