Senilidad y demencia de la sociedad cubana
Los ancianos que nos gobiernan han narcotizado a los jóvenes para
bañarse de gloria. Hoy los reducen con leyes absurdas y abusivas, los
desmoralizan con la violencia, el improperio, los hipnotizan con el
veneno de la desmemoria y la corrupción, con el fraude absoluto
martes, julio 1, 2014 | Ernesto Santana Zaldívar |
LA HABANA, Cuba -Hay letreros oficialistas que revelan algo que no
quieren decir. A veces, incluso, la realidad acontece delante del
letrero, es la que le da su verdadero significado. Como en esta foto,
donde la casualidad se muestra reveladora por la presencia de un niño y
una anciana a los extremos.
Ya conocemos las graves implicaciones del envejecimiento de la población
cubana, y resulta evidente que revertir esa tendencia costará, más que
muchos años, muchos cambios profundos que todos sabemos cuáles son. No
las flojas y tramposas transformaciones actuales, sino verdaderos
cambios que nos obligarán a reinventarnos como nación para volver a ser
una sociedad normal.
Si bien los jóvenes deberían ser el motor propulsor de esas vitales
modificaciones, lo cierto es que pudiéramos decir, como aquel antiguo
sabio, que nuestra juventud no parece guardar ningún respeto por el
pasado ni esperanza alguna en el porvenir, narcotizada como está por una
gerontocracia que la paraliza.
Una gerontocracia que ha provocado este envejecimiento poblacional que
ya nos muestra sus males. Ahora es cada vez más frecuente que tengamos
en la familia por lo menos a un anciano que, lejos de mantener buena
salud, o sea, de hallarse simplemente en la senescencia o envejecimiento
fisiológico, se encuentre en estado de senilidad patológica, padeciendo
diversas enfermedades y complicaciones interminables que amargan sus
últimos años y le crean otra dificultad más a la familia.
Y ya que resulta tan difícil conseguir un ingreso en un asilo de
ancianos —institución tan en crisis como cualquier otra en el país—, la
familia tendrá que arreglárselas de cualquier modo para sobrellevar tan
desesperante situación, pasando por inenarrables correrías para
conseguir medicamentos, pañales y alimentos apropiados, por no hablar de
cómo obtener el dinero necesario, que muchos no resolverán, lo que
significa que la condición del anciano será inimaginable.
La compasión y la unidad familiar, si ya no han decaído por completo,
pasarán por una de las más crueles pruebas, y todo ese rosario de
sufrimientos tendrá alivio solo con la muerte.
Lo peor es que esa senilidad patológica parece haberse extendido a toda
la sociedad, incluso a los jóvenes. Asombra el espectáculo de tantos
jóvenes perdidos en un laberinto que no entienden, farfullando o
repitiendo expresiones inconexas, delirando con monedas y cacharros
tecnológicos, mentalmente fugados a otro mundo o hundidos en el delito e
indiferentes a si su destino es la cárcel o la calle. Cansados de existir.
Los ancianos que hoy nos gobiernan han manejado siempre la ilusión para
narcotizar a los jóvenes y bañarse ellos de gloria. De hecho, ya ni
siquiera se empeñan en suministrar narcóticos mentales a los muchachos
de hoy. Los reducen con leyes absurdas y abusivas, los desmoralizan con
la ubicuidad de la corrupción, los incomunican con el lenguaje de la
violencia y del improperio, los hipnotizan con el veneno brutal de la
desmemoria y el fraude absoluto
La demencia, como recurso de la mente para defenderse de una situación
sobre la que no tiene ningún poder, puede ser adoptada lo mismo por los
individuos que por las sociedades. De cualquier manera, ¿cómo no se van
a conjugar, entre nosotros, la senilidad y la demencia si, seducidos
hace casi sesenta años por nuestros secuestradores, hemos padecido este
largo síndrome de Estocolmo del que no atinamos a librarnos, aun si está
en su fase terminal? Para colmo, la demencia acompañó a la revolución
cubana desde el principio.
Pero ¿estamos tan dañados por esa demencia, por la senilidad social, la
mentira y la represión, que hemos perdido el instinto de supervivencia o
eso es lo único que en verdad nos queda? ¿Estamos tan alterados
antropológicamente que nos hemos abandonado en brazos de quien pretende
destruirnos o la simulación, el miedo y la huida se han convertido en
recursos que nos permiten la supervivencia primaria, animal?
Bueno, el letrero de la foto declara la indiscutible certeza de que,
aunque la mentira pueda llegar muy lejos, al final la verdad siempre
prevalece (como la mala ortografía de algunos), aunque concluya dando un
viva patético al supremo de nuestros dementes seniles, que aún persiste
en cocinar estupidizantes, ahora con hierbas.
Por suerte, las personas que pasan ante el letrero, la anciana, el
hombre y el niño, forman algo así como una figura alegórica, como un
símbolo de que sí, en efecto, la verdad vital de la juventud siempre
prevalecerá, por mucho que perdure la anciana mentira.
Source: "Senilidad y demencia de la sociedad cubana | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/opiniones/senilidad-y-demencia-de-la-sociedad-cubana/
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